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lunes, 9 de septiembre de 2024

Shane Stevens: Ciudad muerta


Idioma original:
 inglés

Título original: Dead City .

Traducción: Óscar Palmer

Año de publicación: 1973.

Valoración: muy recomendable.

Hacía un tiempo que no leía un Sajalín. Y aunque, personalmente y en lo literario, no sea un acérrimo seguidor de eso que se llama, dependiendo, género negro o novela criminal, hay que reconocerle a la editorial barcelonesa su enorme acierto en la recuperación de autores olvidados que, reconozco, hacen que uno se ponga las manos a la cabeza y piense ¿cómo se ha ignorado esto?
O también ¡qué visible la influencia! En cierto sentido, podríamos decir que es una editorial muy fiable  y, aunque este segmento literario pueda ser proclive a cierta hipérbole o incluso a la endogamia (autores que fueron periodistas o investigadores o directamente convictos, wow), sus sinopsis, los extractos de texto, los comentarios retrospectivos sobre sus libros que figuran en sus ejemplares suelen ser precisos y representativos. Cuestión de coherencia que les aporta una merecida credibilidad. 

De Ciudad muerta, obra de Shane Stevens -novelista estadounidense fallecido y de nula repercusión- se dice que “podría haber sido un anteproyecto de Los Soprano”. Y eso son palabras mayores. De hecho, el anónimo matón de la portada, en pose chulesca y de mirada bovina, podría pasar por uno de los figurantes de la emblemática serie, sentado ante un listado de delicatessen culinarias que podría pasar por ser el de Satriale’s.
Es decir, todo el packaging es perfecto y coherente con editorial y novela. Ciudad muerta define en sus cuatrocientas cincuenta páginas el submundo criminal de New Jersey, con las idas y venidas de criminales de medio pelo, con su fiel descripción de las jerarquías, un seguimiento en paralelo de sus vidas, que no dejan de ser un reflejo oblicuo e incómodo de la competitividad del no tan lejano mundo empresarial de la superficie, no en vano underworld es otro nombre que suele recibir la Mafia. Los soldados son puestos a prueba para evaluar su fiabilidad y su capacidad de progresar en las organizaciones. Son una mano de obra fiel, sumisa, y, por tanto, sacrificable e intercambiable. 
Aquí tenemos, entre muchos otros personajes de todo pelaje, a Joe Zucco y Alexis Machine, que pugnan por su territorio con sus distintas actividades ilícitas y sus respectivos entramados para ocultar y blanquear los resultados, a Charley Flowers y Harry Strega, jóvenes que, con escasas alternativas (algunas procuradas por el manejo de las armas en Vietnam), ingresan en el mundo del crimen como perspectiva más clara de estabilidad económica. Golpes entre las bandas, trampas, ajustes de cuentas, cambios de bando, sombríos personajes dedicados a hacer desaparecer cuerpos, todo en los escenarios habituales – bares, callejones, negocios tapadera, prostíbulos – y con la constante presencia de diálogos de suma credibilidad, incluso en su denodada traducción y, por supuesto, la marca del género, violencia cruel y gratuita a espuertas en una novela cuyo disfrute ya es objetivo e incuestionable, pero que, atendiendo a su fecha de publicación, 1973, sólo puede calificarse de influyente y seminal.

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