Idioma original: francés
Título original: Le Transperceneige
Año de publicación: 1982 (primer álbum); 1999 y 2000 (segundo y tercer álbumes)
Traducción: Diego de los Santos
Valoración: bastante recomendable
¿Qué tal va el verano? ¿Cómo lleváis la canícula del ferragosto (obviamente, me refiero a quienes nos lee desde el hemisferio norte, suertudos de por ahí abajo)? Bueno, pues para refrescarse un poco, al menos la mirada y la mente, qué mejor que pasar un rato de asueto con un libro lleno de imágenes de nieve, de paisajes helados, aventuras a muchos grados bajo cero... Si esa es vuestra opción, este es vuestro libro, en el que nos narran el inacabable trayecto del tren Rompenieves, impulsado por una máquina de movimiento perpetuo, en el que se ha refugiado lo que queda de la Humanidad tras el consabido desastre climático, que ha convertido la Tierra en un planeta congelado, una bola gigante de helado en la que ninguna vida es posible...
Lo que queda de Humanidad, por cierto, que reproduce los peores defectos de la Humanidad, porque el tren Rompenieves se encuentra estrictamente jerarquizado por clases sociales, con los dirigentes disfrutando de mayor espacio y de los lujos posibles cuanto más cerca de la locomotora, mientras que la clase baja se agolpa encerrada en los vagones y vigilada por los soldados (la metáfora, como puede verse, no es muy sutil, pero funciona). Del último vagón consigue escapar uno de sus moradores, Proloff, quién, tras se capturado por sus vigilantes, es conducido para su interrogatorio, junto a Adeline Bellau, una activista pro-derechos de los más favorecidos, hasta la cabecera del convoy de 1001 vagones. En ese periplo a través de las instalaciones del Rompenieves y su estratificación social consiste la primera de las historias, la original, que componen este volumen integral, publicada en 1982 en À suivre -revista mensual de BD de la editorial Casterman- y que fue llevada al cine de forma magnífica por el gran Bong Joon-ho en 2013 (aunque el guión alteraba en buena medida la trama), antes de convertirse en una serie de Netflix.
La segunda y tercera historias reunidas en este volumen y tituladas El apeador y La travesía, con Benjamin Legrand de guionista, una vez fallecido Jacques Loeb, cuentan con el estilo de Jean-Marc Rochette evolucionado desde el dibujo perfectamente delineado, con un blanco y negro contrastado -heredero del cómic americano de los 40 y 50- a un trazo más difuminado, inmerso en una escala de grises, más apropiado, quizás, para retratar a unos personajes más ambivalentes. Porque si bien el protagonista de estas nuevas aventuras, Puig Vallès, un "apeador" -es decir, un kamikaze al que se envía a cumplir misiones en el helado exterior cuando el tren se detiene- del tren Rompenieves Dos o Rompehielos, réplica más grande y autónoma del Rompenieves original, podría considerarse, en un principio, como una mera réplica, también, de Proloff, su posición, en principio de antihéroe, resulta más ambigua, lo mismo que ambiguas parecen las intenciones del comité político-religioso-militar que rige el convoy y, particularmente, la posición del consejero Kennel.
Igual de interesantes que su lectura política resultan algunos temas que nos proponen los autores de este "Rompenieves reloaded"; además del cataclismo medioambiental que ya conocemos, se nos habla del papel manipulador de la religión, de la amenaza de los variados illuminati que pululan por el mundo, por ridículos que puedan parecernos -en este caso, el ínclito Metrónomo, "cosmosista", en vez de terraplanista, pero da lo mismo- o de la creación de falsas y anestesistas realidades, como se dedica a hacer Val, la hija de Kennel, creadora de mundos virtuales... y sin IA, que tiene más mérito.
En suma, una novela o novelas gráficas postapocalípticas que a los tropos habituales del género suma un escenario original y el sabor inequívoco del cómic o la bande dessinnée ochentera, con su vis heterodoxa y hasta contestataria, cuando, al menos en Europa, este medio partecía estyatr a la vanguardia y sus posibilidades, infinitas, con multitud de revistas y editoriales disputaándose las obras de grandes creadores -el epílogo de esta edición integral, por cieerto, es de Jean-Pierre Dionnet, editor de la mítica Métal Hurlant-, lejos aún de la invasión del manga y los superhéroes y, sobre todo, de su omnipreswente merchandising... Bueno, quizñas esté exagerando y la noastalgia, ciertamente, si no es in error, tampoco es una solución para todo. En cualquier caso, Rompenieves sigue siendo una gran novela(s) gráfica(s), de las que te permiten pasar un buen rato, a la vez que te obliga a pensar un poquito. Que el mensaje o transfonde sea, como ya he comentado, un tanto obvio no es óbice para su validez. El famoso ascensor social no es aquí vertical (como por ojemplo, en El edificio, de nuestro padre fundador, otra distopía de lo más interesante), sino horizontal y cuesta sangre, sudor y lágrimas hacerlo avanzar. pero la alternativa, quedar a la intemperie, es aún peor... La película de Bong Jong-ho proponía, en cierto modo, una alternativa...pero eso, como suele decirse, es otra historia.
Hola! Me alegra saber que continúas con el blog activo. Siempre es un placer leerte. Saludos 😊
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