Título original: Storia dei Greci
Traducción: Domingo Pruna
Año de publicación: 1959
Valoración: Recomendable alto
Aparte de los suculentos ingresos que nos reporta, que también hay que considerarlo, una de las cosas que más me gustan de este blog es que todos aprendemos de todos: los reseñistas, unos de otros (al menos yo quiero pensar que he aprendido cosas de los demás); nosotros, de los que nos leéis y comentáis; los lectores y comentaristas, de nosotros, aunque sea un poco; y todos, naturalmente, de los libros que leemos. Vamos, un win-win con solo dedicarle unos minutos cada día o de vez en cuando. Hecha sea esta almibarada introducción para subrayar que el libro que toca hoy fue, como otros antes, sugerido en uno de los comentarios, en este caso, si no me equivoco, por Beatriz Rodríguez Soto, compañera de viaje cuyas opiniones siempre valoramos mucho.
En el siglo pasado Indro Montanelli fue un periodista bastante conocido a nivel internacional. Fue una especie de verso suelto, que en su juventud tonteó con el fascismo aunque después apoyó a la República española, se rebeló contra la dirección del Corriere della Sera y fundó varios periódicos, se enfrentó con Berlusconi cuando este era una estrella emergente, y no sé cuántas cosas más. Pero en líneas generales era un tipo muy inteligente, de amplísima cultura y casi siempre escorado hacia lo que creo que llamaba anarco-liberalismo, que es algo que hoy suena verdaderamente mal, pibes. Y, añadiría yo, que con un sesgo bastante acentuado que encarna un poco los valores del conservadurismo de los años 70. Este señor escribe además un buen número de libros, entre los que destacan los dedicados a las civilizaciones romana y griega que, a fin de cuentas, es lo que hoy nos interesa.
Su historia del mundo griego es un libro que consigue algo bastante difícil: resultar ameno hablando de un tema y unos personajes que, hay que reconocerlo, se prestan un poco al bostezo en manos de historiadores y manuales de filosofía. La exposición arranca en la era minoica, centrada en Creta, y termina con la llegada del dominio romano, encontrando por el camino todos esos nombres que pueden sonarnos del ámbito de la filosofía, la geometría, la política o las artes. Atenas, Esparta, Tebas, Corinto, algunos mitos que se entrecruzan con la Historia, persas, macedonios y oleadas de pueblos que llegan del norte, las peleas entre las ciudades-Estado, algunas batallas, las primeras formas de democracia, asesinatos, destierros, escuelas, la influencia de las hetairas, las colonias mediterráneas. Asuntos todos ellos tocados con gracia y presentados a partir de un personaje de nombre sonoro y familiar que guía el relato de una época determinada.
Esta característica, la de una historia que siempre gira en torno a un personaje señero, puede ser un síntoma del deje liberal del autor, que puede dejar en segundo plano la influencia de la realidad social y económica, pero es también una de las razones que explican la vivacidad del relato, que siempre mantiene en primera línea un nombre que puede resultar atractivo, Arquímedes, Alejandro, Pericles, Sócrates, Platón, Temístocles o Aristóteles, entre otros muchos. Es desde luego un buen reclamo, aun a riesgo, en el que a veces puede caer, de convertir la exposición en un largo anecdotario.
Porque el otro rasgo dominante que define al libro es el tono desenfadado que impregna cada una de sus páginas. Montanelli huye de la gravedad que normalmente asociamos a la venerable civilización, y reviste de ligereza el tanto de erudición necesario para relatar algunos episodios. No creo que nadie haya conseguido exponer con tanta sencillez y claridad el mito del Minotauro como hace Montanelli nada más abrirse el libro. Agilidad, soltura, humor y una enorme capacidad para narrar sin aburrir dan lugar a una lectura agradable que podría resumirse en el clásico docere et delectare, enseñar y deleitar, esa combinación perfecta que todo divulgador busca, o debería (o quizá no tanto).
Es verdad que la dosificación puede ser a veces algo desequilibrada. Quizá su propio nivel intelectual o el excesivo interés en descargar de peso el relato (o la frivolidad de permitirse colocar ciertos mensajes) hacen que el autor pase demasiado deprisa por hechos o situaciones relevantes y muestre tendencia a irse enseguida al chascarrillo o la broma, no sea que el lector empiece a agobiarse. Así que el desenfado puede en ocasiones tomar un protagonismo exagerado, además de salpicarnos de comentarios de un inoportuno sesgo político o referencias irónicas a la actualidad italiana del momento que pocos conseguirán captar.
¿Se pasó de frenada don Indro a la hora de exponer la historia de la vieja civilización? Puede que un poco, quizá por subestimar a los potenciales lectores, porque a lo mejor quien se interesa por el tema no necesita de tanto chiste. Aun así ¿el libro es recomendable para quien busque conocer esos siglos que han dejado tanta huella en nuestro mundo europeo? Pues sin lugar a dudas, aseguraría que sí.
Ley por primera vez este libro hace muchos años y lo he releído muy a menudo. Siempre tengo presente la distinción que el autor hace de sus trabajos sobre Roma y los griegos, Para Montanelli ROMA es un estado/imperio y como tal lo enfoca en otro de sus libros,
ResponderEliminarPero frente la civilización griega el enfoque son los individuos - ciudades, pequeños estados, demasiadas rivalidades- no hubo estado ni imperio griego.
Esta firma de mirar facilita una mejor compresión de la mejor de las civilizaciones que la historia ha conocido,
Montanelli decía que sus paisanos no le dejaron escribir una historia desenfadada, que le amenazaban, que le insultaban. Eso debió de ser porque entre la de los griegos y la de los romanos no hay punto de comparación.
ResponderEliminarEs uno de mis libros preferidos, lo leo cada verano y siempre me hace reir. Es verdad que los protagonistas están muy caricaturizados pero a mí me gusta imaginar a Zeus como un macarra de discoteca, a Hera como una talludita comida por los celos o al soso de Aristóteles con los dedos cubiertos de anillos. Y no sé porqué le tiene manía a Pitágoras que a mí me cae muy bien. Y cuando habla en serio, como en las invasiones de los aqueos y de los dorios o de los griegos contra los persas es muy claro y a la vez ameno. Yo aprendo mucho con él y a la vez me divierto.
Saludos
Sí que a ratos resulta divertido, y en general muy ameno. Lo que ocurre es que algunos somos más clásicos (nunca mejor dicho) y quizá se nos hace un poco excesivo el tono jocoso. Pero bueno, tampoco hay que exagerar, que no hablamos de un libro de chistes, que contiene mucha información y en general se hace agradable de leer.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Carlos, ¿cómo pude olvidar citarte Vidas de los filósofos ilustres, de Diógenes Laercio, s.III de.C. ? Eso es humor en estado puro, historia, literatura, la fuente de la que surgen todas estas informaciones sobre aquellos hombres sabios hasta la médula. No es posible leerlo sin asombrarse del talento mordaz de Diógenes el Cínico, o de la sabiduría de todos reflejada en las pequeñas anécdotas que cuenta.
ResponderEliminarUn gran libro.