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domingo, 24 de marzo de 2024

François Mauriac: Thérèse Desqueyroux

Idioma original: Francés
Título original: Thérèse Desqueyroux
Traducción: Anna Casablancas Cervantes 
Año de publicación: 1927
Valoración: Muy recomendable

Un joven François Mauriac fue testigo, en 1906, del juicio de Henriette-Blanche Canaby, mujer que intentó envenenar a su marido. Mauriac, que ganaría en 1952 el Premio Nobel de Literatura, estuvo años fascinado por el caso y, sobre todo, la acusada, hasta tal punto que en su cabeza perfiló una historia inspirada en ambos. Esta historia adquiriría forma de novela en 1927 y se titularía, según el nombre de su protagonista, Thérèse Desqueyroux

Thérèse Desqueyroux no sólo se convertiría en la obra más célebre de Mauriac, sino que sería una de las que más impacto tendrían entre sus compatriotas franceses. Tal fue su éxito que Mauriac escribiría hasta tres secuelas: El fin de la nocheThérèse en el hotel Thérèse y el médico. Aunque aviso de que, según tengo entendido, estas obras no son tan buenas como su predecesora y, además de sobreexplicar al personaje, le dan un arco de redención algo forzado.

Aclarado este contexto, dejad que os diga que Thérèse Desqueyroux es uno de esos novelones salidos durante el fecundo siglo XX que han terminado convirtiéndose en indiscutibles clásicos de la Literatura. A su factura impecable a la par que expresiva hay que sumarle la fascinación que despierta su protagonista y el interés de su argumento.

Pero, antes que nada, resumamos Thérèse Desqueyroux. La heroína (si es que puede llamarse así a una persona tan inquietante y turbadora) de esta historia ha sido acusada de haber intentado envenenar a Bernard, su marido. Éste testifica a su favor, garantizándole la absolución, con tal de evitar que el escándalo manche el nombre de la familia.

Intrigante, ¿verdad? Pues ahora listemos las numerosas virtudes de Thérèse Desqueyroux:

  • Su densidad (para nada reñida con lo rápido que se lee). Y es que en apenas 120 páginas, Mauriac comunica mucho más de lo que logran otros escritores con el doble de extensión.
  • Su ausencia de tono edificante o final moralizante. Aunque Mauriac era católico, no dejó que la religión se entrometiera en su novela, al menos no de forma directa e invasiva.
  • La ambiguedad del conjunto. Plasma perfectamente la oblicuidad del ser humano y permite al lector extraer sus propias conclusiones. ¿Por qué Thérèse envenenó a su marido? ¿Qué clase de lazo ambivalente mantiene con su padre? ¿Qué sentía exactamente hacia Anne, su amiga de la infancia?
  • Su estilo narrativo. Además de emplear una sintaxis que no le teme a las frases inacabadas, echa mano de vigorosos recursos expresivos. Como resultado obtenemos un festín de pasajes brillantes. Si no me creéis, leed las interacciones entre Thérèse y Anne de las páginas 46 y 47.
  • Los personajes extremadamente complejos que retrata. Encima, pese a lo aborrecibles que son, logra que empaticemos con ellos, sobre todo en el caso de Thérèse o Bernard.
  • Su capacidad para meternos en la cabeza de Thérèse y zambullirnos en su psicología, sus recuerdos y sus contradicciones, o lo que el narrador resume como «aquel regreso agotador a sí misma» (pg. 144). 
  • Sus críticas tanto morales como sociales, siempre planteadas con sutileza y ecuanimidad. Sobre todo valoro aquellas que lanza a lo asfixiantes que pueden llegar a ser para algunas personas instituciones como el matrimonio o la familia, especialmente para mujeres de quienes se espera que tengan hijos «para anularse en ellos» (pg. 138).
  • Su atmósfera enrarecida, asfixiante y estanca. Ésta la propician tanto los escenarios y las convenciones sociales como los estados de ánimo de la protagonista. Un ejemplo de una particularmente lograda reside en las páginas 124 y125.
  • El uso recurrente de los pinos como elemento metafórico. 

Sólo le pondría una pega a este novelón que, a mi juicio, roza la perfección: que desaprovecha al padre de Thérèse, pues tras su introducción no tiene presencia o impacto en la segunda mitad de la historia.

Ah, la edición de Thérèse Desqueyroux que yo he leído se la debemos a Trotalibros. Como viene siendo habitual, el oficio y pasión de Jan Arimany, el editor, se plasman en el producto final, del cual destacaría:
 
  • La calidad de los materiales del libro (tapa dura, encuadernación firme, ilustraciones interiores...).
  • La preciosa cubierta. Mantiene el diseño del catálogo de la editorial, pero alude al mismo tiempo a la novela de Mauriac a través de la imagen y el color.
  • El interesantísimo prólogo de Fernando Bonete Vizcaíno. Además de analizar la obra de Mauriac, la contextualiza dentro de la saga que el personaje iniciaría y la literatura de escritores católicos. 
  • La pulida traducción de Anna Casablancas Cervantes (la cual, por cierto, respeta los nombres de los personajes en vez de llamarlos Teresa, Bernardo, Ana o Juan, como sucede en otras ediciones).
  • La emotiva nota del editor, donde Jan expone las razones que le impelieron a recuperar este clásico de la literatura francesa.

Resumiendo: Thérèse Desqueyroux es harto recomendable. A mi juicio, no ha envejecido un ápice en lo que a contenido y forma respecta. Existen varias adaptaciones cinematográficas, pero rara vez me intereso por ellas cuando el material literario tiene tanta calidad.


También de François Mauriac en ULAD: Nudo de víboras

3 comentarios:

  1. Me apunto la recomendación. Tenía pensado ya leer este libro pero ahora ya no tengo dudas. Sin embargo, y con todos mis respetos, me chirría un tanto
    alabanza a Trotalibros y a su editor. Ya he leído varios y me han gustado mucho la mayoría pero tampoco creo que sea para tanto...

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  2. Me ha encantado la reseña, compa, y además sirve para rescatar un poco más a Mauriac, un buen escritor casi siempre arrinconado por otros nombre mucho más famosos.

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  3. Hola, Anónimo. Yo de Trotalibros sólo he tenido el placer de leer dos obras: esta que hoy abordo y "El fallo" de Samarakis. De la segunda no destaqué la edición, aunque me pareció tan buena como la de la Mauriac. Así que, dada mi limitada experiencia, puedo afirmar que Jan merece mis alabanzas. Uno apreciará más o menos el gusto que exhibe en su catálogo, pero su oficio y pasión me parecen indiscutibles.

    Carlos, gracias por tu halago a mi reseña. Este es mi primer Mauriac y me ha encantado conocer a tan enorme escritor.

    Si al final os leéis la novela, ya me diréis qué tal. Pero creedme que yo no pongo un "Muy recomendable" a la ligera. ;)

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