Año de publicación: 2016
Valoración: Recomendable
Bolivia. Segunda década del siglo XX. Evo Morales lleva ya un tiempo en el poder y las élites más o menos tradicionales han perdido peso en el país. Por si fuera poco, la situación está jodida y un grupo de gente (Los sublimes, para más señas) de nivel económico alto decide encerrarse en un centro comercial a la espera de que lleguen los gringos para rescatarlos y llevarlos a los Estados Unidos. Esta es la premisa de una novela que no es otra cosa que una sátira despiadada de una parte de la sociedad boliviana que los autores conocen bien, un parte de la sociedad terriblemente hipócrita, racista, sexista, etc.
¿Los autores? Sí, los autores. Porque Belisario Flores es el seudónimo de Mario Murillo y Diego Loayza, así que La isla trasnochada es una novela a cuatro manos en la tradición de Bioy y Silvina, Gabo y Vargas Llosa (¿o lo de estos y las manos fue otra cosa? o Carmen Mola (quienes, por cierto, no molan una mierda, además de ser seis manos en lugar de cuatro).
Bueno, el caso es que esta es una novela en la que hay un "coach ontológico" que vendría a ser un Paulo Coelho (aún más) buenorro, expresidentes de Gobierno, militares, futbolistas, financieros, adultos y jóvenes pasados de rosca.. un texto en el que se mezclan lo divertido, lo absurdo, lo grotesco y lo trágico en lo que podríamos llamar un "esperpento a la boliviana".
Pero lo exagerado no excluye elementos más "profundos" en la novela. Ya sabéis, lo grotesco como espejo deformante de la realidad. Así que en La isla trasnochada hay sociología, hay antropología social, hay un "estudio" sobre cómo evoluciona un grupo humano reducido en una situación de tensión extrema y en un ambiente cerrado, sobre el tránsito de una sociedad perfecta a una pesadilla, sobre fantasías y deseos inconfesables en tiempos convulsos. Claro, ¡en algo se tiene que notar que los autores son dos señores sociólogos!
Quizá lo único que se puede achacar a la novela es un exceso de personajes que hace que algunos de ellos queden escasamente perfilados. Entiendo que son arquetipos que pueden cumplir su función en la novela, pero su número se antoja excesivo.
Por último, mención de honor al lenguaje de la novela. ¡¡¡¡No os lo vais a creer pero los personajes no hablan como si fueran de Valladolid!!!!! Autores, escenarios y protagonistas son bolivianos y hablan en español de Bolivia (glosario incluido), como no podía ser de otra manera. Lo que parece lógico puede que tire al lector no boliviano un poco para atrás. No lo hagáis, tenemos un idioma común de una riqueza brutal y este libro es buena muestra de ello.
Gracias por el descubrimiento.
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