Año de publicación: Entre 1931 y 1951
Traducción: Magdalena Palmer
Valoración: Bastante recomendable
Si hace un par de años la lectura de El caballo ciego suponía el descubrimiento de una autora como Kay Boyle, la lectura de este Vivir es lo mejor supone la confirmación de la calidad de una autora que parece que va encontrando poco a poco su espacio en el saturado mercado español.
En esta ocasión, nos encontramos con una colección de cuentos escritos entre 1931 y 1951 que se presentan en dos partes diferenciadas según criterio temático y cronológico.
La primera de ellas (1931-1938) agrupa nueve relatos con temática más o menos común (racismo, prejuicios, locura, etc) y que basan gran parte de su atractivo en los gestos, en los silencios y en los "huecos" que ha de rellenar el lector. Destacan en este grupo:
- Vivir es lo mejor, relato de iniciación con personajes antagónicos que destaca por su poderoso crescendo.
- Su idea de una madre, texto de infinita tristeza protagonizado por un niño huérfano.
- Tu cuerpo es un joyero, oscuro relato que comienza con una imagen muy en la onda de El barón rampante para ir creando una atmósfera de lo más desasosegante y, sobre todo,
- Doncella, doncella, el mejor del conjunto por su desarrollo, asociaciones, símbolos e imágenes, así como por la interrelación del paisaje interior y exterior (y también, por qué no, por su ambientación el glaciar Pasterze, a los pies del Grossglockner, que me hace recordar cierto viaje que hice allá por 2007).
La segunda (1941-1951), por su parte, tiene como hilo argumental la Segunda Guerra Mundial. Pero Boyle rehúye la contienda en sí y pone el foco en personajes afectados de una u otra manera por la guerra y la posguerra. Corresponsales, campesinos que sufren las penurias de los años posteriores al conflicto, prisioneros alemanes, niños abandonados, etc, pueblan las páginas de estos relatos que hablan de angustias, miserias, violencias, ansias de libertad, heridas y cicatrices. Se trata de textos mucho más explícitos que los anteriores y ese cambio en el tono resulta algo chocante en un primer momento. No sé si será casualidad o no, pero son justamente los últimos relatos los que me resultan más interesantes. Así:
- La casa de Fife, relato que puede ser leído como una metáfora del ascenso del nazismo. Vaya, como si fuese La cinta blanca de Haneke (¿será Horst el niño del película?).
- Los perdidos, texto también iniciático que recuerda vagamente a Un soplo en el corazón de Louis Malle (por seguir con las referencias cinematográficas) y que tiene como protagonistas a tres chavales que se acercan a un centro de acogida. Quizá es el relato que mayor desarrollo de los personajes ofrece y que tiene un tratamiento más novelístico.
- Noche de invierno, profundamente triste, con esas heridas que no terminan de cerrar.
También de Kay Boyle en ULAD: El caballo ciego
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