Título original: Kōjin
Traducción: Yoko Ogihara / Fernando Cordobés
Año de publicación: 1912
Valoración: Recomendable (con matices)
El caminante es una novela muy japonesa. Su formato, registro, tono, enfoque temático, ambientación y personajes así lo acreditan. No es para menos; la escribió Natsume Soseki, considerado el padre de la literatura moderna nipona, en su madurez.
Personalmente, la he gozado muchísimo. Sin embargo, creo que no es accesible para el público occidental poco habituado a este tipo de obras. Y es que la sensibilidad japonesa presente en estas páginas es, como sugería antes, abrumadora. Por lo tanto, un lector que demande una estructura familiar de inicio, nudo y desenlace, o requiera de acción y dramatismo, abandonará la ficción de Soseki con toda seguridad.
Porque El caminante presenta una prosa lánguida, un argumento lento y unos personajes que callan más que dicen. Porque no suceden acontecimientos extraordinarios en esta historia, salvo alguna gesta de la naturaleza. Porque el autor se toma su tiempo a la hora de aclarar quién es el protagonista y concretar conceptos relevantes como el de la religión. Porque su final es totalmente abierto.
Pero bueno, ¿de qué trata esta novela? A Ichiro (un profesor universitario muy inteligente y sensible, primogénito de su familia), le angustia la existencia. La gente de su alrededor (su hermano soltero Jiro, narrador de la historia, su mujer Nao y otros familiares, amigos y conocidos) lidia con él como puede.
De las muchas virtudes de El caminante, destacaría las siguientes:
- Su capacidad para dotar a la cotidianidad con una textura marcadamente literaria. Como muestra, un botón: la convalecencia de Misawa, amigo de Jiro, es mundana, pero también bella y triste.
- La morosidad de su prosa.
- Sus personajes son sumamente complejos y, por si esto fuera poco, su caracterización se expande constantemente.
- Las interacciones entre personajes brillan en su oblicuo resplandor. Por ejemplo, resaltaría el tenue amor que parece sentir Jiro por su cuñada.
- Explora sus temas con una profundidad y desde un ángulo exquisito: el egoísmo, el afecto ambivalente, la soledad, la incomunicación con el otro, la tradición erosionada, las tensiones entre sexos, las idiosincrasias familiares...
- Desribe ciertas escenas magistralmente, como esa en que Jiro y Nao deben pasar una noche juntos en un hotel por culpa de una tormenta.
- Su sutileza y ambigüedad incitan al lector a rellenar los huecos o interpretar determinadas cuestiones.
- Abunda en reflexiones enjundiosas. Esa en que Ichiro habla de la victoria a largo plazo del amor natural, o esa en que Nao lamenta la dependencia de las mujeres, o esa en que el señor H. medita sobre si merece la pena aliviar el sufrimiento de un individuo dotado a cambio de anular su aguda percepción de la vida.
Por otro lado, le reprocharía a El caminante que:
- Subdivide de forma algo arbitraria ciertos capítulos.
- El estilo es, en ocasiones, redundante.
- La historia se podría podar, si nos pusiéramos quisquillosos. Aunque admito que todo lo narrado contribuye, en mayor o menor medida, a descubrirnos recovecos psicológicos, ampliar las perspectivas, espesar el tono o alimentar el ritmo pausado y melancólico.
- Introduce personajes que apenas tienen relevancia. Con esto no quiero decir que participen poco en la trama, lo cual no tiene por qué ser negativo, sino que aportan poco al conjunto.
- Los personajes postergan constantemente el momento de hablar de algo, lo cual se antoja frustrante e incluso poco verosímil.
En fin: El caminante es una novela cuyas virtudes eclipsan holgadamente a sus minúsculos defectos. No obstante, puede llegar a intimidar a quienes no sean amantes de la literatura japonesa, ya que la representa impúdicamente.
También de Natsume Soseki en ULAD: Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja a continuación tu comentario. Los comentarios serán moderados y solo serán visibles si los aprueba un miembro del equipo.