Título original: Carpe Diem. Petite initiation à la sagesse épicurienne
Traducción: Franscesc Esparza Pagès
Año de publicación: 2022
Valoración: Recomendable (sobre todo para interesados)
En los últimos años, el estoicismo ha experimentado un "boom" inusitado. Y no sólo entre los humanistas y académicos, sino también entre las masas. Tanto intelectuales de relumbrón como "coaches", ejecutivos, y vendehúmos varios lo prescriben para afrontar un presente tumultuoso y un futuro incierto. Francamente, no me sorprendería que haya intereses espurios detrás de la divulgación menos seria de esta filosofía, porque en las manos equivocadas es una forma de canalizar, e incluso legitimar, el desengaño, la precariedad y el conformismo a que los tiempos que vivimos abocan a la mayoría de la población.
Pese a su instrumentalización quizá tramposa, el estoicismo es una escuela de pensamiento con ideas sumamente interesantes. Sin embargo, creo que éstas casan poco con la naturaleza humana. En cualquier caso, me resulta imposible negar que, si alguien fuera capaz de aplicarlas, mejoraría su vida sustancialmente. A fin de cuentas, ayudan a sentirse satisfecho con uno mismo, a dejar de preocuparse por aquello que no se puede controlar y a moderar las expectativas, todas estrategias que hoy día servirían para relacionarse de forma realista con nuestro contexto.
El latinista Charles Senard también valora el estoicismo, pero da a entender en el ensayo Ser estoico no basta que las enseñanzas de Séneca, Epicteto o Marco Aurelio no son suficientes para alcanzar la felicidad. Más apto considera, en ese sentido, al epicureísmo de autores como Lucrecio, Filodemo de Gádara u Horacio.
Asimismo, Senard quiere reivindicar el epicureísmo porque ha sido históricamente maltratado, primero por escuelas de pensamiento rivales de la antigüedad y luego por teólogos cristianos. Aunque se le tachó de libertino y hedonista, «siempre abogó por un ascetismo riguroso; se le acusó de inmoral, aunque jamás dejó de prescribir la práctica de virtudes morales como la justicia, el coraje o la amistad; fue considerado ateo cuando jamás negó la existencia de los dioses».
Personalmente, del epicureísmo opino algo parecido al estoicismo: sus preceptos sobrestiman nuestra capacidad para elevarnos por encima de nuestros instintos, deseos y pasiones. Aun así, admito, al igual que hacía con el estoicismo, que, de ser aplicados correctamente, lograrían «liberar al hombre de las preocupaciones, ayudarle a vencer el miedo a morir, enseñarle en qué consiste realmente el placer y permitirle derrotar a la muerte.» Y es que «El objeto final de tales enseñanzas es aniquilar la turbación del alma (ataraxia) y el dolor del cuerpo (aponía), condición ineludible para todo aquel que desee obtener la felicidad».
Una aportación valiosa del epicureísmo es, a mi juicio, su útil clasificación de los «deseos», ya que separa aquellos los que son «naturales» de los que no, o los que son «necesarios» de los que no. Por ejemplo, el «deseo sexual» sería «el más destacado de los deseos a la vez naturales e innecesarios (acompañado por el gusto por las comidas refinadas o la ropa lujosa»). En cuanto a deseos «que no son ni naturales ni necesarios», tendríamos «sobre todo la avaricia y la ambición ciega (...), a los que debe añadirse el anhelo de poder».
Así pues, Ser estoico no basta es un ensayo curioso que, además de acercarnos al epicureísmo y a diversas herramientas filosóficas con las que alcanzar la felicidad, dota de un inusitado protagonismo a la poesía, disciplina de la que el autor se declara apasionado. Eso sí, aunque los conocimientos enciclopédicos de Senard sobre la lírica le sirven para ilustrar con decenas de citas sus palabras, a veces alargan innecesariamente algún pasaje, o desbordan un entusiasmo que el lector lego no podrá compartir.
En resumen: Ser estoico no basta cumple a la hora de reivindicar el epicureísmo y sintetizar sus recetas para alcanzar la felicidad. Lástima que el ser humano no esté por la labor de recoger y aplicar toda la sabiduría clásica; aunque, ¿podemos culparle por ello, si incluso Horacio sucumbía de vez en cuando a la angustia de la muerte?
Un último apunte: el título de clara vocación comercial que la editorial Rosamerón ha dado al libro (Ser estoico no basta. Sabiduría epícurea para vivir el presente), originalmente llamado Carpe Diem. Petite initiation à la sagesse épicurienne, no se ajusta al contenido. En primer lugar, porque pone un foco excesivo en la distinción entre estoicismo y epicureísmo, en la cual Senard apenas profundiza. También porque promete una aplicación al presente de la filosofía barajada, pero en estas páginas apenas hay alguna mención pasajera a las «pandemias», la «publicidad omnipresente», la «adicción a las redes sociales», el «estado de bienestar», la «ayuda humanitaria», los «teléfonos inteligentes» o «Internet».
Pues una buenísima reseña y curso acelerado de filosofías confortables.
ResponderEliminarGracias, Carlos. La verdad es que no llamaría al estoicismo o el epicureísmo filosofías confortables, porque suelen abogar por la austeridad, las expectativas más o menos realistas, etc... O sea, que son hasta abnegadas, al contrario que corrientes más vinculadas con la autoayuda. Pero sí que creo que pecan de cierta ingenuidad, pues sobrestiman al ser humano y sus capacidades para ser capaz de conformarse con lo justo, ignorar efectivamente las injusticias, exprimir la felicidad de las pequeñas cosas, etc...
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