Sí señor, así sí. Qué gusto tan grande cuando uno encuentra un libro con buena pinta, prometedor, que parece apropiado para el momento personal en el que se quiere leer y, oh fortuna, todo encaja, todo es lo que parece.
Qué buen libro, cómo me alegro de haberlo elegido; lo he disfrutado muchísimo; francamente, no me esperaba que fuese tan bueno. Pero dejemos en paz al señor Lobo y vayamos al lío.
Tiberio, el más triste de los mortales, el más solitario de los emperadores. Un rara avis en la pútrida alta sociedad romana de su tiempo, un tipo con restos de humanidad en un entorno donde nadie se puede fiar de nadie, o al menos así es como nos lo pinta Massie: un hombre que, sencillamente, ni puede ni quiere asumir la carga del imperio sobre sus hombros.
El autor nos pinta a un Tiberio retraído, tímido, mesurado en sus actos y poco amigo de los excesos; una persona entre monstruos, alguien que, a pesar de ser el más poderoso de las gentes de su tiempo, es imposible no empatizar.
Después de leer algo de la biografía del emperado quizá no sea oro todo lo que reluce y la versión de Massie sea más dulce de lo que en realidad fue, pero es importante tener presente de que esto es una novela y no una autobiografía. La fiabilidad de los hechos en este caso no nos importa; me consta que existe un libro de Gregorio Marañón (Tiberio: Historia de un resentimiento, ya reseñado en ULAD) más fiel al pasado, o al menos con una visión más tradicional de Tiberio como monstruo y antecesor de Nerón y Calígula. Habrá que leerlo.
Se plantea en la novela una trama de engaños, traiciones, asesinatos... pero también la búsqueda constante de Tiberio de un apoyo: algo (o alguien) en quien poder confiar y soportar la inmensa carga del poder. No será fácil en un mundo donde la corrupción y la crueldad son santo y seña de la cotidianeidad más rutinaria.
Me ha parecido ver en el protagonista un reflejo de aquellos que, teniéndolo todo, no han sido capaces de lograr la satisfacción. Tiberio, ni en el fin de sus días, en ningún momento alcanza la suficiente madurez emocional como para comprender que la causa de sus angustias es su personalidad y no sus condiciones externas. Esto le llevará a huir, a esconder la cabeza, y finalmente a su perdición. Busca la paz, pero, asqueado, no encuentra más que humanidad.
Como diría su madre: Felicidad. Un concepto para poetas de la clase media.
Bien, una vez tratado el argumento, el elefante en la habitación: son inevitables las comparaciones con las Memorias de Adriano de Yourcenar, y me temo que, a pesar de mi pasión por esta novela, no son comparables; la de Yourcenar es muy superior a esta (¡y está traducida por Cortázar!), pero eso no quita que Massie nos ofrezca un agradable rato de buena literatura.
Técnicas que no son de mi agrado, como la del manuscrito encontrado (incomprensible para mí, aquí no pinta nada y no es necesario), el sueño que no se sabe si es realidad o fantasía o la extraña fantasía del comienzo la alejan, a mi juicio, de la calificación de imprescindible.
En cualquier caso, muy recomendable para todo el mundo, un ejemplar de muy buena literatura.
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