Una aterriza en el mundo con una carga genética heredada, en un entorno familiar, con unos factores culturales, sociales, políticos... Y con esas cartas se lanza una a transitar este mundo. Y el mundo tiene baches, tiene pinchos, tiene papel de lija, y aunque una hace lo que puede, a veces no puede evitar friccionar con algunos de esos elementos y texturas que le salen al paso. A veces pica, a veces duele y a veces se pone una de muy mala leche pero la buena noticia es que, fruto de esa fricción con el mundo, algunas consiguen hacer humor.
Resumen resumido: Bárbara, una guionista treintañera, adicta al alcohol, a los ansiolíticos y, sobre todo, a la deriva vital, se ve empujada a revisar su relación con sus dos amigas de la infancia cuando una de ellas se presenta en su casa con una barriga de veintisiete semanas.
Se tiene que morir mucha gente rebosa ingenio, inteligencia y unas ganas irrefrenables de ver el mundo arder. Se trata de una narración en primera persona, cargada de sarcasmo y humor irreverente, que aprovecha las vicisitudes que le facilita la trama para lanzar una crítica feroz hacia la misoginia y el machismo, el clasismo y las desigualdades, el racismo y toda una serie de «ismos» recogidos dentro del sistema capitalista del que todos participamos.
Vi a Claudia correteando como una loca, sus bucles terroríficos se movían con cada uno de sus saltos. Me entraron ganas de abrazarla y decirle que todo iba a estar bien, pero me contuve porque no se puede abrazar a niños que no sean tuyos.
Para una seguidora de la carrera de Victoria Martín es inevitable reconocer su voz y su discurso tras el alter-ego de Bárbara. Tampoco creo que se esconda de ello. Victoria Martín no es una youtuber que se ha lanzado a escribir un libro para que lo compren sus seguidores; ella es periodista, guionista y cómica, y sabe muy bien lo que tiene entre manos, de ahí la buena factura de esta primera novela.
El estilo es muy reconocible ya que deriva claramente del mundo del guion (hemos visto algún otro caso igualmente exitoso) y que depende en gran medida del carisma de la voz narrativa para atraparnos, así como de un ritmo muy dinámico en el que el lector se ve atrapado y siente que continuamente están sucediendo cosas. Este último punto es quizá el único aspecto que, en mi opinión, no acababa de estar del todo calibrado. Es decir, la novela atrapa desde la primera página y fluye muy bien, pero algunas veces ese ritmo tan exigente que imprime la narradora no hace justicia a los pasajes más emotivos e intensos de la novela, que los hay. Al menos a mí como lectora me ha sucedido que de pronto me he visto ya inmersa en esos pasajes sin saber muy bien cómo he llegado a ellos, como cuando empiezas tarde a frenar y acabas con las ruedas delanteras en el paso cebra.
Y lo que, definitivamente, Se tiene que morir mucha gente no tiene, es sutileza. Ni lo pretende. Y es muy de agradecer. La verborrea de esta Bárbara asqueada con el mundo en general, le da una patada en la boca (con lucidez y desparpajo) a todas las convenciones tóxicas, lo cual resulta muy muy liberador:
(…) a lo largo de la historia los hombres han logrado que esta práctica sea una herramienta válida para infravalorar y desacreditar a las mujeres que prosperan en el trabajo. Si una mujer ha conseguido un ascenso a base de mamadas, me parece absolutamente lícito, solo faltaría que después de hacer algo así no te den un aumento, más responsabilidades y un despacho con vistas.
Sobre la protagonista, su pasividad, su falta de iniciativa para todo lo que no sea autodestruirse o intoxicar al personal, es un factor muy difícil de poner a su favor y, sin embargo, poco a poco se va humanizando a medida que avanza la trama y el lector acaba por quererla y aceptarla tal como es. Bárbara no es una heroína trágica ni tampoco vive una evolución espectacular. Es una personita más haciendo lo que buenamente puede y dando pequeños pasos, casi imperceptibles.
Así que entre recomendable y está bien, ya que no estamos ante una lectura complaciente ni apta para todos los paladares. Personalmente, espero leer más obras de ficción de esta autora.
Warning: Cayetanos, abstenerse.
Y ya dando la reseña por zanjada, aprovecho para decir que Victoria Martín y Carolina Iglesias son probablemente de lo mejor que le ha sucedido al mundo de la comunicación en los últimos cinco años, que su frescura, su verdad y su sentido del humor no solo resultan altamente terapéuticos si no que el discurso político que hay detrás deja en absoluta evidencia lo mal montado que está este sistema nuestro. Y no es casualidad que estén continuamente en el ojo del huracán de las rrss y que todo lo que digan o hagan sea sistemáticamente juzgado y/o cancelado. Su discurso no solo resulta molesto para ciertos sectores de nuestra suciedad, si no que está calando mucho más de lo que algunos desearían.
"Sus bucles terroríficos". Esa prosa me recuerda a Mercè Rodoreda.
ResponderEliminarNo sé si acabaré leyendo el libro, pero estos días estoy descubriendo el pódcast y son buenísimas, y las colaboradoras no se quedan atrás.
ResponderEliminarCreo que ya les han dado un Ondas, espero que sigan creciendo.