Año de publicación: 2023
Valoración: Bastante recomendable
Suelo dejar que pasen unos cuantos días (tampoco demasiados porque la memoria a veces juega malas pasadas) desde que termino un libro hasta que escribo la reseña. por aquello de que el el libro repose y la opinión se asiente. Pues bien, en el caso de "Santander, 1936" el tiempo transcurrido ha hecho que el libro crezca en mi cabeza. Una primera impresión más bien tibia ha dejado paso a una opinión más que favorable y creo que esto se debe a que el libro posee más capas de las que una primera lectura puede sugerir.
En líneas generales, podríamos decir que "Santander, 1936" es la novelización de una serie de sucesos reales en los que se vieron inmersos Álvaro Pombo Caller, tío del autor, y Cayo Pombo Ybarra, abuelo del autor (y padre de Alvarín). en el marco de la España del final de la Segunda República y de los primeros meses de la Guerra Civil.
Pero más allá de esto, en realidad "Santander, 1936" es una novela psicológica de formación (en una doble vía) que, al mismo tiempo, puede tener lectura de novela histórica. Digo novela histórica porque, al fin y al cabo, se trata de la recreación de un momento histórico en un lugar concreto a través de personajes reales, ya sean de la esfera privada o pública, que se ve contextualizada por la inserción de artículos, discursos, etc; digo novela de formación, y no solo de Alvarín sino también de Cayo, porque son los diferentes acontecimientos (íntimos, familiares, políticos, etc) los que determinan su carácter, sus actos, sus filias y sus fobias y hacen de ambos dos magníficos personajes con todas sus contradicciones a cuestas; y digo novela psicológica porque no importa tanto la acción, que apenas se precipita en el tercio final, como los resortes que mueven a los personajes, sus dudas, sus conversaciones, etc.
Gracias Kodo por la reseña. Mayor thomson
ResponderEliminarHace muchos años que quería leer algo de Álvaro Pombo, y tu comentario me ha animado con esta novela. Algo ha ayudado, también es verdad, el título, que, pensándolo a posteriori, me resulta un poco truculento. Ese "1936", por más hartazgo que se diga que hay con las novelas de la guerra civil, siempre funciona un poco como cebo. Pecata minuta.
ResponderEliminarMe acerqué también a este libro porque leí, y no recuerdo quién lo dijo, si el autor, la editorial o algún crítico, que en este libro, a diferencia del "Monarca de las sombras" de Cercas, se profundiza en la psicología del protagonista, ya que al parecer el señor Cercas está más preocupado por condenar la ideología de su antepasado falangista que por otra cosa. Así que ese comentario sirvió también de cebo, ya que, aunque me gustan bastante las novelas (las últimas no las he leído) del autor extremeño-catalán, sí es verdad que en la citada obra el personaje del falangista queda bastante lejano.
Voy al meollo. Al principio del "Santander 1936" sí que hay una cierta profundidad psicológica en el personaje de Alvarín (¡uf, "Alvarín" por aquí, "Alvarín" por allá) cuando se nos cuenta el, digamos, mecanismo psicológico por el que se decide a entrar en Falange: un muchacho inseguro, dubitativo, mucho más reflexivo y sensible de lo que le gusta aparentar ante los amigos y ante la familia, elige esa imagen de tipo duro, resolutivo, que le ofrecen las escuadras de Primo de Rivera. Hasta aquí bien, aun sin ser nada del otro mundo, ya que es un mecanismo de compensación típicamente masculino, entonces y ahora, creo yo. A partir de este planteamiento viene, en mi opinión de lector, el desastre. Larguísimas parrafadas que glosan las excelencias de Falange alternan con diálogos demasiado intrascendentes. Los falangistas son idealistas, un poco gamberretes pero buenos chavalotes, dispuestos a darlo todo por su España, guapos, limpios, con sus camisas azules. Los jóvenes "rojos" son sucios, vengativos, retorcidos, como el propio ex amigo, no recuerdo el nombre de Alvarín. Y además, después del golpe, crueles asesinos. Los republicanos de cierta edad, como el padre de Alvarín, don Cayo, son gente pusilánime, incapaz; precipitan el desastre con su pasividad a la hora de construir algo. El propio Alvarín (a mí me acaba resultando insufrible el señorito), santo varón, es tan bueno que ni siquiera es en el fondo falangista, aunque el narrador repita cuarenta veces aquello de "de primera hora" o "de primera línea". No comprende la violencia y el rencor de su amigo el rojo; sólo quiere el bien de la patria, como su padre; es tan humilde el chico que desea casarse con la criada de la familia. En fin, todavía al principio creía que estaba releyendo al señor Gironella; después me di cuenta de que Gironella, en la época en que escribió su trilogía, veinte años después de la guerra, estaba de vuelta de todo aquello, mientras el autor (el narrador, si se quiere) de esta parece estar de ida, a juzgar por la fascinación, que pocos lectores compartirán (o muchos, pero todos falangistas, con todo su derecho, por supuesto). Yo, desde luego, no. Y por eso las 240 páginas se me han hecho larguísimas. Hay cosas, por lo demás, estilísticamente un poco raras: "Quedaron [...] esa tarde a primera hora de la tarde" o la forma un poco ridícula en que Wences y Alvarín se ponen a hablar de Lorca, con un un lenguaje seudo-lorquiano, cuando se enteran, prisioneros en el barco, de que Lorca ha sido asesinado.
Segunda parte.
ResponderEliminarPor cierto, otro santo varón, Wences, que se queda destrozado cuando se entera del dicho asesinato, para que veamos lo buena gente que son estos muchachos de derechas, cuyos compañeretes (los de Alvarín al menos, Wences no es falangista) han hecho, a esas alturas, una serie matanzas a las que en la novela no se les dedica una sola línea. En su derecho está, es su novela, pero bueno, a lo mejor el conocimiento de esos hechos y las consiguientes reflexiones daban para proporcionar a don Alvarín un poco de la prometida complejidad psicológica.
Y termino, menciona en nota final el autor la importante labor de documentación que ha hecho para él un amigo. Alguien podría haberle dicho (al autor) que Primo de Rivera no fue detenido, como afirma dos o tres veces en la novela, en Madrid con posterioridad al golpe militar (perdón, al alzamiento) y llevado seguidamente a Alicante, sino en marzo de ese 36, acusado de posesión ilícita de armas. Se le juzgó varias veces en los meses siguientes, y tuvo, con jueces, guardias, etc, ocasión de demostrar el tipo agresivo y violento que era. Y no le trataron nada mal, por cierto, al menos hasta la fecha del golpe militar (perdón, del alzamiento), ya que desde la cárcel escribió, sin que nadie moviera un dedo por leerlas, varias cartas a Mola en Pamplona, planificando y dando el total apoyo de Falange al golpe militar (perdón, señor narrador de la novela, al alzamiento).
Lo dicho, todo el tema ideológico hubiera sido lo de menos si la novela hubiera sido bien trazada, creíble, etc.
Eso es una contrarreseña en toda regla!!!!!!
ResponderEliminar