Todos los años, cada 12 de octubre, suele resurgir una cierta polémica, al menos en las redes sociales y algunos medios de comunicación, (y no sólo entre personas de España y América, sino también entre quienes tienen diferentes sensibilidades e ideas dentro del propio estado español) sobre la conveniencia o no de celebrar la llegada de Cristóbal Colón al continente americano (bueno, a una isla, en realidad), el papel imperialista de España, los méritos y deméritos de ésta como metrópoli colonizadora (aquéllo de "¿qué han hecho los romanos por nosotros?"), las afrentas imperdonables o los lazos insoslayables entre países, etc. Pero siempre toda esta polémica enfocada hacia los territorios conquistados y colonizados en América, mientras que rara vez se menciona a otros territorios que también formaron aprte del Imperio español: las Filipinas, algunas islas del Pacífico, como las Marianas y , hasta los años 60 del siglo XX (anteayer, como quien dice), Guinea Ecuatorial, el África negra... perdón, subsahariana.
En cualquier caso, éste último nunca fue un territorio demasiado conocido en España y por eso en 1945 el gobierno franquista encargó al cineasta y fotógrafo Manuel Hernández-Sanjuán, que realizara allí una serie de filmaciones y fotos que registraran la geografía física y humana de la que por entonces se conocía como isla de Fernando Poo y el Río Muni. Hernández-Sanjuán se tomó con gran entusiasmo el encargo y recorrió con sus cámaras hasta el último rincón del país... o hasta el último que pudo, mejor dicho -y de eso trata también esta novela gráfica-, con la ayuda, claro está de guías y porteadores nativos. precisamente uno de éstos, llamado Ngono Mba, no sé hasta qué punto basado en un personaje real, es el que nos cuenta esta historia y también otras que van surgiendo a lo largo de la narración, como la del desafortunado Alú -"noche"- o la de la joven Asanguan. Aunque la narración se centra sobre todo, en la obsesión del masa Sanjuán por encontrar el lugar donde se reunían los diez mil elefantes del título del libro -fácilmente identificable como una metáfora de la obsesión personal y del "mal de África", del que también se habla en esta novela - y en las diferencias entres las culturas europea y africana, y concretamente pamué, que es la etnia a la que pertenece Ngono. Lo curioso y refrescante de este libro, es que esas diferencias no se nos cuenta desde el punto de vista de los blancos, como solemos encontrar en los relatos sobre áfrica escritos por europeos, sino de un africano, que ve con extrañeza las curiosas y a veces absurdas costumbres de los españoles. Un mérito mayor aún, puesto que el guión está escrito por el saguntino Pere Ortín.
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