Título original: Kommunismus ohne Wachstum? Babeuf und der »Club of Rome«. Sechs Interviews mit Freimut Duve und Briefe an ihn (nada menos)
Año de publicación: 1975
Valoración: Recomendable (solo para interesados)
Uno ya no sabe qué hacer para colocar en estas fechas navideñas algún libro que de verdad conecte con el espíritu propio de la época. En una ocasión fue la reseña de un libro sobre los genocidios más sangrientos del pasado siglo XX, y en este final de año me ha parecido lo más adecuado un ensayo escrito por un comunista ortodoxo de la antigua República Democrática Alemana profundizando en la doctrina clásica, confrontando con las posturas de la socialdemocracia occidental y reivindicando la herencia pre-marxista de Gracchus Babeuf, en contraposición (ojo, quizá solo aparente), con las tesis de Rousseau. Como me gusta decir en estos casos, no hay problema en que usted, amigo lector, con toda la lógica interesado en otro tipo de lecturas, sienta el impulso de abandonar sin miramientos esta reseña: mañana encontrará en ULAD otro título que seguro le atraerá mucho más. Pero antes déjeme precisar un par de cosas.
He dicho ensayo, y este libro no lo es del todo. Efectivamente, Harich (filósofo y periodista de alto nivel de erudición) expone sus ideas en torno al comunismo y otros asuntos conexos que luego indicaré, pero lo hace en un formato poco usual y bastante sorprendente: el libro es una entrevista, una larga charla con Freimut Duve, destacado miembro del SPD (Partido socialdemócrata) en la Alemania Occidental de 1975. Aparte de darle dinamismo y un punto de naturalidad a temas en principio algo rocosos, la fórmula resulta rompedora en el contexto en que se gesta el libro. Recordemos: la actual Alemania estaba dividida en dos países que se miraban con recelo, uno integrado de lleno y a todos los niveles en el mundo occidental, el otro en la órbita soviética. Por medio, la frontera inexpugnable, el Telón de Acero, el muro de Berlin, impermeabilidad absoluta o casi. Por eso la experiencia dialéctica Harich-Duve, plasmada en un libro, constituye una experiencia históricamente destacable.
También he calificado a Harich como comunista ortodoxo. Él mismo reclama este título, pero no todo parece ser tan granítico. De hecho, fue defenestrado por el régimen de Berlin-Este, como tantos otros acusado de revisionismo, y en este mismo libro presenta ideas que a más de uno le habrán parecido heréticas aunque, si lo leemos con atención apreciaremos que siempre intenta imbricarlas en el marxismo pata negra. Pero claro, los tiempos no eran propicios para que nadie innovase demasiado. Y Harich lo hace, aunque desde nuestro siglo XXI nos parezca que de forma muy inofensiva y cargada además de razonamientos hoy interiorizados por la mayoría.
El núcleo del libro gira en torno a la ecología, concepto que ahora tenemos muy asumido y llena sin problema noticiarios y tertulias, pero que en 1975 (con Franco todavía vivo, para hacernos una idea) era una cosa un poquillo rara. Resulta que en esa lejanísima época el Club de Roma, una ONG de carácter científico, había publicado un informe alertando de las consecuencias del deterioro del medio ambiente, el posible agotamiento de combustibles y materias primas, y en definitiva, de los peligros de un crecimiento ilimitado, también en el aspecto demográfico. Harich suscribe en su mayor parte estas tesis y asume la preocupación por el futuro del planeta. Como buen estudioso, desgrana con cierto detalle los peligros que acechan e intenta integrar las soluciones en su ortodoxia marxista asegurando por ejemplo (y argumentando en profundidad) que cualquier solución al respecto solo sería posible en un sistema comunista.
Pero, al margen de cierta ingenuidad que resulta fácil achacarle con medio siglo de por medio, lo que realmente me interesa es, en primer lugar, cómo Harich tiene la valentía de subirse al carro de la ecología desde el campo pro-soviético, algo que, aunque él insista en que hay científicos y pensadores de esa cuerda que comparten estas ideas, está generalmente muy mal visto desde el Kremlin. Efectivamente, el discurso ecológico, hoy día plenamente asumido por la izquierda, se ve en ese momento histórico como una preocupación pequeño-burguesa utilizada para distraer de la prioridad absoluta de la lucha de clases y, en el terreno más práctico, la guerra entre bloques. Por si fuera poco, el informe al que nos referimos fue elaborado por científicos vinculados al célebre MIT, es decir, plenamente en la órbita occidental, lo que suscita todos los recelos del mundo a los guardianes de las esencias. Pero Harich mantendría sus posiciones contra viento y marea, gracias a lo cual hoy se le considera como el padre del ecosocialismo.
Aún habrá otro motivo de discordia. La alerta del Club de Roma advertía de la inviabilidad de la escalada de crecimiento indefinido iniciada tras la Segunda Guerra mundial, y Harich se pone al frente de la tesis que creo que llama de crecimiento homeostático: hay que mantenerse en torno al crecimiento cero para no dañar más el medio ambiente ni agotar los recursos naturales, aunque ello suponga un cierto sacrificio en el nivel de vida. Algo que también podríamos definir como comunismo ascético. Esto, que nuevamente quiere entroncar con las fuentes originales del marxismo, es una nueva pedrada, y muy potente, para el sistema económico soviético y de sus satélites, así como para los teóricos clásicos, porque pone en cuestión tanto la idea troncal del crecimiento ilimitado hacia la sociedad comunista objetivo como su aplicación práctica, que puso en el núcleo del sistema a la industria pesada. Por tanto, Harich estaba tocando temas muy sensibles, y eso que ni siquiera se habrá imaginado el frenesí de descontrol, contaminación salvaje y explotación brutal de recursos que sus socios estaban ya poniendo en práctica.
Como se puede ver, hablamos de temas quizá algo ásperos, pero puedo asegurar que el formato de charla-entrevista entre dos personajes de alto nivel intelectual convierte el resultado en algo muy interesante, al menos para quien tenga alguna curiosidad sobre el pensamiento político de mediados-finales del siglo XX. Incluso nos proporciona algunos momentos cómicos, como cuando Duve pide a Harich que no se altere tanto, o cuando éste, en una carta posterior dice que ‘por lo menos en tres ocasiones estuve a punto de tirarle a la cabeza todo el manuscrito que tenemos que corregir en común y dar por definitivamente finalizado y fracasado nuestro experimento de diálogo o de entrevista’. Todo un carácter.
Y, ya lo siento, pero al margen de la distancia histórica e ideológica, se me ocurre pensar qué diferencia abismal entre la talla intelectual de estos políticos y algunos a los que veo en las noticias (más bien todos).
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