Año de publicación: 2009
Valoración: excesivo
En términos estrictamente literarios, la subjetividad dista mucho de poder ser considerada un defecto. Vallejo lo proclama desde la frase impresa en la portada: "tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar". Es decir, La puta de Babilonia es la materialización de una especie de venganza personal, venganza que Vallejo puede ejecutar con el altavoz que le procuran algunas de sus brillantes novelas, claro, de eso se trata, quizás, de erigirse en un autor consagrado para pasar a darse el lujo de publicar consciente de su repercusión.
Pero una de las cosas que pasan es que el apasionamiento excesivo tiene muchas acepciones peyorativas: obsesión podría ser una de ellas y ello da paso a la ceguera. Nada irresoluble cuando se cuenta con un estilo tan personal y percusivo como el del escritor colombiano, pero evidentemente un hándicap cuando se elige un tema tan delicado (más en estas señaladas fechas ) como es la Iglesia católica y todo su entramado que, y no es moco de pavo, le ha permitido dominar buena parte del mundo occidental, estar presente en la pura medición del tiempo, intercalar las apelaciones a su iconografía en el lenguaje del día a día, dominar buena parte del sistema educativo, acuñar expresiones, acaparar las celebraciones hasta que estas alcanzan un rango de inapelables, en resumen, penetrar de forma tan irreversible en las sociedades que incluso estados autoproclamados laicos parecen no poder desprenderse de su sombra intimidante.
Vallejo dedica las trescientas y pico páginas de este ensayo a hostigar la Iglesia católica y desmontar sus mitos y ritos con aportaciones académicas que no voy a empeñarme en contrastar. Reparte en general hacia todas las instituciones religiosas, en especial las de los ritos monoteístas, y en esa reiteración se sintetizan las virtudes y defectos. Sin quererlo, hace proselitismo, aunque a mí no me haya acabado de quedar claro si Vallejo se expresa desde el ateísmo o desde una queja amarga sobre la comercialización de aquellas legítimas creencias que cada uno pueda tener. Sus diatribas no conocen límite y el discurso en este ensayo es algo atropellado e inconexo. Vallejo se queda un poco solo en su ¿púlpito? machacando sin descanso con las incoherencias de los textos bíblicos, con su escaso rigor científico, destripa minuciosamente hasta los aspectos más nimios (desajustes de fechas, idiomas de redacción, ubicaciones geográficas) y demuestra en este texto que se ha documentado con tesón. Pero creo que está, perdonad la expresión, predicando para una parroquia convencida. El propio título del texto, ya en sí una provocación de entrada, ya predispone al lector. No sé si Vallejo aspira a convertir, a convencer o a corroborar. Quiero decir, desde negar la existencia de Jesús de Nazaret hasta ridiculizar hechos descritos en los textos bíblicos, hasta atosigar con una retahíla de nombres que llegan hasta la actualidad (aquí no hay Papa que no reciba, desde los que eran crueles criminales hasta los recientes colaboracionistas, o miradores hacia otro lado, de las dictaduras europeas del siglo XX), y por el camino no son pocos los que reciben, ahora con cierto énfasis, Vallejo es un animalista convencido, en el generalizado maltrato que se da a las especies animales, ahora tratando con sorna y desprecio ilimitado a poderosas congregaciones como el Opus Dei, los jesuitas o los legionarios de Cristo, por muy ateo o escéptico con las religiones que uno sea, el texto resulta demasiado tenso e insistente, claramente sesgado y carente de concesiones. Valiente y desbocado, eso sí, sus pullas al Islam no se quedan cortas, pero el conjunto es tan insistente y, en muchos casos, repetitivo, que desmerece su loable intención.
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