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viernes, 28 de enero de 2022

Dominique Agniel / Michel Gotin: Viaje al Tíbet

Idioma original: francés

Título original: Voyage au Tibet. Sur les pas d´Alexandra David-Néel

Traducción: Juana Bignezzi

Año de publicación: 2018

Valoración: Está bien, o así


Si echamos un vistazo a la intensa biografía de Alexandra David-Néel veremos que fue una mujer bastante poco común. En su juventud abrazó con entusiasmo ideas anarquistas y feministas muy tempranas (hablamos de finales del siglo XIX), para pasar poco después a sumergirse con igual intensidad en estudios sobre el budismo y todo lo que se mueve a su alrededor. Aparte de ser, entre otras ocupaciones, cantante de ópera, nada menos. Personalmente, no oculto que me he enterado de la existencia de esta mujer leyendo el libro que traemos hoy, pero me ha parecido un personaje fascinante.

En sus varios viajes por la India, el Tíbet y el Himalaya (uno de ellos duró catorce años), se fue introduciendo cada vez más a fondo en las creencias de la región, no únicamente para su estudio, sino sumergiéndose en la mística e incluso llevando a cabo ciertas prácticas que podríamos llamar esotéricas y que se adentran en terrenos puede que algo peligrosos. Para poder entrar en Lhasa, ciudad prohibida a extranjeros, se disfrazó de mendiga y atravesó durante meses estepas desérticas y pasos de montaña en las condiciones más extremas. Alexandra escribió numerosos libros y artículos sobre el budismo, la inmortalidad o la reencarnación, los lamas o las costumbres en el Tíbet o en China. 

Todo esto tan interesante tiene un reflejo algo rácano en Viaje al Tíbet, y la mayor parte la he averiguado por mi cuenta. Porque el libro es en su mayoría una transcripción de grabaciones realizadas por Alexandra en la radio francesa, un documento procedente quizá de entrevistas, o de lo que hoy llamaríamos podcast. En estos textos la orientalista y exploradora se refiere claro está a algunos aspectos de sus viajes, sus experiencias o cuestiones concretas que le interesan, de forma que el conjunto es algo más bien heterogéneo y sin un orden concreto.

A modo de ejemplo, se refiere Alexandra a la posición de la mujer tibetana (de forma más bien objetiva, sin que asomen sus antiguas inquietudes feministas) y las relaciones familiares que no desconocen la poligamia ni la poliandria. Se extiende también sobre aspectos que parecen interesarle especialmente, como los fenómenos de telepatía o ubicuidad, o la creación individual de dioses tutelares, derivado todo ello de las prácticas esotéricas que experimentó personalmente y a las que me refería antes. O en torno a la peculiar administración de justicia y la posición de los reyezuelos locales (gyampo), auténticos sátrapas enriquecidos a costa de los litigios de sus súbditos, quizá la parte más interesante de la narración. Tienen igualmente cabida comentarios acerca de la mística de los lamas, la praxis del conocimiento trascendente o la vida en los monasterios, en uno de los cuales residió durante cierto tiempo.

Diversas informaciones sobre temas puntuales que, aunque no carecen de interés, tienen ciertos lastres. Por una parte, su carácter fragmentario porque, dado el peculiar origen de los textos, Alexandra se extiende sobre ciertos aspectos de forma aleatoria, a veces centrándose en la anécdota, y otras extendiéndose en cuestiones algo prolijas que desde luego se ve que domina en profundidad pero que quizá no sean el tipo de conocimientos que el lector espera de un libro acerca de tan remota y legendaria región. La otra limitación tiene que ver con el momento al que se remontan dichas informaciones: estamos hablando del Tíbet de hace un siglo, y sin duda la potente influencia china (decisiva desde la anexión de mediados del XX) habrá ido modificando muchos de los usos y costumbres vigentes hasta entonces. 

Esta última circunstancia no sería obstáculo si la narración tuviese el sesgo mucho más subjetivo del viajero que descubre un mundo entonces casi desconocido (estoy pensando, cómo no, en la magnífica crónica asiática de Henri Michaux), pero Alexandra es ya una experta estudiosa en estas materias, y parece más interesada en disertar sobre temas que satisfacen su curiosidad intelectual que en dar una imagen global al lector profano.

De esta forma, el libro viene a ser un híbrido raro entre el texto divulgativo que parece anunciar su título, el relato de la muy notable experiencia de Alexandra, y el ejemplar más o menos vistoso para lucir en la estantería, con su formato relativamente grande y las abundantes fotos de Michel Gotin e ilustraciones de Annie Barel, las primeras no demasiado espectaculares, las segundas más bien prescindibles. Supongo que queda claro que en mi opinión el libro fracasa en los tres aspectos, o al menos se queda muy a medias. Y aun así, tirando de generosidad, diríamos que Está bien


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