Título original: La légèreté
Traducción: Lluís Maria Todó
Año de publicación: 2017
Valoración: Está muy bien
Traducción: Lluís Maria Todó
Año de publicación: 2017
Valoración: Está muy bien
Ganadora del Prix Wolinski de la BD du Point 2016, esta obra en realidad no necesita que la avale ningún premio; será por el tema, por cómo lo aborda, por cómo lo ilustra o por el mensaje que subyace. O todo junto. Será porque retrata con sensibilidad y valentía unos hechos reales que nos golpearon a todos recientemente, a la vez que refleja sus efectos colaterales menos perceptibles para la mayoría de la sociedad.
Resumen resumido: la mañana del 7 de enero de 2015, Catherine se duerme y llega tarde a la redacción de la revista Charlie Ebdo en la que trabaja. Ese retraso la salva del horrible atentado que sí se llevó la vida de doce compañeros y amigos con los que llevaba diez años trabajando. Después de eso, Catherine deberá recorrer un largo y oscuro camino que le devuelva el sentido del humor, la ilusión por volver a dibujar y por la vida en general, ¿por dónde transitará ese camino?
El tema de narrar las grandes atrocidades desde el punto de vista de los supervivientes no es algo nuevo; el duelo y la culpa, entre otras muchas emociones, suelen generar conflictos complejísimos en aquellos que han tenido que ver como sus iguales se quedaban injustamente por el camino. Esas personas arrastran toda su vida la huella de un dolor persistente con el que tienen que convivir, mientras el resto del mundo insiste en señalarlos como «los afortunados».
En el caso de Catherine, esa huella la sume en un estado de profunda apatía hacia el placer, algo especialmente relevante para alguien que trabaja y se nutre de lo sensorial, de cualquier manifestación artística y, especialmente, del humor. Porque el atentado en Charlie Ebdo fue un golpe inesperado a la libertad de expresión en su faceta más sofisticada y compleja: la de reflejar la realidad desde una óptica irónica.
Y es, precisamente, la búsqueda por recuperar esa relación casi epidérmica con el arte y la belleza, el mecanismo que pone en marcha el camino de Catherine hacia su recuperación.
Es difícil explicar por qué esta obra resulta tan especial, por qué nos deja tras su lectura con la sensación de haber vivido una experiencia gratificante y hermosa. En mi caso, ha sido algo similar a lo que sentí cuando vi La gran belleza (2013) por esa manera en la que se nos enseña a descubrir de nuevo, casi con la inocencia de los ojos de un niño, la belleza de lo cotidiano, lo menudo, lo que se da tanto por hecho que se nos pasa por alto; con la intención de recorrer un camino a la inversa que implica también un cambio en lo personal y lo emocional, en este caso un proceso de duelo. Esa forma de redescubrir las perlas que lucen en lo cotidiano, en lo supuestamente ya conocido, tiene mucho que ver con el título original de la obra que se traduciría literalmente como la ligereza. En el prólogo, el periodista y escritor Philippe Lançon dice en un momento dado algo que condensa a la perfección lo que trataba de explicar:
«Catherine le quita a la belleza todo el peso que con demasiada frecuencia nos impide disfrutarla.»
En ese sentido, la traducción del título como La levedad responde seguramente a evitar la acepción que en nuestro idioma puede tener la palabra ligereza como sinónimo de superficialidad.
Desde el punto de vista gráfico, el estilo de Meurisse es muy expresivo y minimalista, añadiendo manchas de color sobre los dinámicos trazos negros únicamente en aquellas escenas en las que ha de contribuir al mensaje.
Por todo eso, La levedad no solo Está muy bien si no que es una obra que invita a la auto reflexión.
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