Título original: Welcome home
Año de publicación: 2019
Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino
Valoración: recomendable
Es lógico que del gran éxito que tuvo, ya hace cierto tiempo, la brillante colección de relatos titulada Manual para mujeres de la limpieza surgiera un interés sobre la obra de Lucia Berlin. Lamentablemente, no fue muy prolífica y de hecho ni siquiera llegó al tan socorrido bautismo de la novela. Así que la única manera de atenuar el ansia surgida en el aficionado fue a) completar la publicación de su obra con una segunda colección de cuentos irremisiblemente condenada a ser algo inferior y b) organizar este Bienvenida a casa.
Se trata de una obra interesante, pero siempre es un complemento a la lectura de su obra narrativa. Sin llegar a ser (no tendría sentido) un estudio a fondo, en el sentido académico, de sus textos, como si sus relatos no fueran claros y diáfanos en retratarla a través de sus innegables rastros biográficos, aquí nos encontramos material que rehúye la mitificación pero que asienta la figura. Berlin escribió montones de cartas, se mudó un montón de veces (por motivos laborales de su padre o de alguno de sus maridos), se hizo un montón de fotos - apoyo gráfico que hace aún más amena la lectura - y todo ese conjunto define no solo a la escritora en su modo de relacionarse con el mundo, sino hasta cierto punto a la sociedad de la época.
Evidentemente el nudo más propiamente narrativo del libro lo constituyen sus cartas, situadas en la segunda mitad del libro. Antes hemos leído cosas acerca de su vida y sus continuas mudanzas que incluyen varios estados USA (nació en Alaska, pero llegó a desplazarse a Chile), pero las cartas que envía a amigos, familiares, incluso a alguno de los editores que le pagaban por sus textos, empieza a mostrar detalles. Su minuciosidad en la descripción de los lugares que habitaba, la vegetación, los olores, el trasiego de sucesivas parejas e hijos, las adicciones como telón de fondo en algún caso. Una vida que por momentos parece frívola y desahogada tanto como precaria y apurada. Su tesón en la escritura y una cierta manía perfeccionista, el goteo de influencias.
A pesar de la entidad propia de algunos de estos textos, el proceso es claro: uno lee esta especie de memorias exógenas antes o después de leer sus relatos, un ciclo tan inexorable como placentero.
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