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jueves, 28 de enero de 2021

Semana del ensayo #4: La economía WTF, de Tim O´Reilly

Idioma original: inglés
Título original: WTF
Traducción: Rebeca Bouvier Ballester
Año de publicación: 2018
Valoración: Interesante, 
Bastante recomendable

Y no paramos con lo de las cubiertas, eh? Aquí tenemos un caso flagrante de cómo una presentación espantosa (colores chillones, tipografía sensacionalista, latiguillos horteras) no solo puede hacer huir al lector más sosegado, sino que además desentona considerablemente con el propio contenido del libro. Menos mal que tienen ustedes un lector y reseñista que no se arredra ni siquiera ante el mal gusto. Porque, oiga, lo que tenemos delante no es el texto de autoayuda que parece para fanáticos de la tecnología o estudiantes de empresariales. Es bastante más, al menos a ratos, porque cuatrocientas páginas dan para mucho.

Tim O´Reilly es un señor formado en lenguas clásicas y fundador de una editorial de libros sobre informática que, como tantos otros, terminó abducido por ese mundo de la tecnología del que se convirtió en importante animador hasta ser designado con ese absurdo y manoseadísimo título de gurú, allá por Silicon Valley y entornos similares. De manera que este hombre sabe casi todo lo que hay que saber de estos temas, y a partir de ahí se dispone a explayarse, aparentemente, sobre cómo será el futuro gracias a la revolución tecnológica que vivimos. 

En principio tenemos más o menos lo que esperábamos: una exposición sobre la fase embrionaria del software, las tentativas para amarrar bajo patentes los sucesivos avances y el triunfo final de eso que se llama código abierto que, para los que no entendemos casi nada de esto, sería una especie de libertad de acceso más o menos generosa al código fuente, de manera que otros desarrolladores puedan modificarlo o mejorarlo. Estamos todavía dentro de lo que podríamos llamar género tecnológico-empresarial-norteamericano, con sus patologías habituales: cierta megalomanía, frenesí de nombres propios asociados a sus cargos directivos,  algunas dosis de egolatría, tics autoreferenciales y puntuales ráfagas de ingenuidad. Pero dejemos seguir a O´Reilly.

Este rollo del código abierto le lleva a mostrar su entusiasmo por el concepto de plataforma, o sea, un montaje tecnológico complicado que sirve de fundamento para articular nuevos negocios. Entre ellos (unos más ajustados a este peculiar modelo, y otros menos) aparecen nombres que a todos nos sonarán para bien o para menos bien, ya sea Google, Uber, Airbnb o Amazon, por citar los más conocidos. Las más brillantes de estas iniciativas reciben el simpático calificativo de unicornios, y muestran la cara más exitosa de lo que O´Reilly llama el momento WTF, el triunfo de la creatividad empresarial del siglo XXI de la mano de los recursos digitales. El autor explica los mecanismos de empresas sin empleados ni estructura (o casi), como Uber, la transformación de simples portales de venta on line en plataformas de alcance monstruoso (Amazon), o los algoritmos de Google para dar lugar a esos posicionamientos por lo que pelean publicistas e informáticos de todo el planeta (uno de los pasajes más interesantes). Se podría decir que el capitalismo ha encontrado su paradigma perfecto: generar volúmenes mareantes de ingresos convirtiendo a los trabajadores en ‘proveedores independientes’ y dejando que el mercado mismo sea el único en marcar los límites de lo aceptable.

Sin embargo, la posición de O´Reilly, o no es tan entusiasta como parece, o adquiere matizaciones según avanza el libro. Hay cierta preocupación porque este concepto libérrimo de internet, las redes sociales o los negocios nacidos de todo ello no terminen sirviendo más que a intereses mercantiles y que a la larga hasta puedan verse perjudicadas las altas expectativas de todo el sistema. Aunque reproduce una cita ajena, entiendo que O´Reilly lo suscribe, al menos en parte: ‘Las mejores mentes de mi generación están pensando en cómo hacer que la gente haga clic sobre anuncios. Vaya mierda’

No solo eso, sino que el autor se lanza a poner en cuestión uno de los principios inamovibles de las sociedades de capital: que su objetivo fundamental no puede ser otro que aumentar el valor para sus accionistas (algo que se repite como un mantra en las Escuelas de negocios). Con este cambio de tono, el libro se interna en un ámbito bastante sorprendente. O´Reilly hace una síntesis, muy compacta pero muy atinada, de los momentos clave de la economía desde el siglo XIX hasta la actualidad, analiza el impacto de la financiarización (palabro muy descriptivo aunque dudosamente correcto) de la economía en las últimas décadas y su traducción en un incremento de la desigualdad: desigualdad en la trayectoria de las empresas según se entreguen al juego de los mercados financieros (dice que la suya no lo ha hecho), y desigualdad, desbocada, en la renta de los individuos. Se apoya en muy numerosas citas a la vez que muestra una clarividencia que ya la quisieran muchos economistas (no digamos los políticos), con una influencia importante de las tesis de Thomas Piketty en El capital en el siglo XXIDigo que resulta sorprendente porque, además de que el tema se aleja un tanto de la exposición inicial, la perspectiva es bastante rompedora para alguien que parece un triunfador en ese peculiar mundillo. 

Insisto en que no son bobaditas de millonario con cargo de conciencia que dedica su fortuna a una filantropía difusa, suponemos que ahorrándose algunos impuestos por el camino. La exposición está muy bien argumentada y, aunque en el fondo entiendo que O´Reilly no pone en cuestión los fundamentos del sistema (pienso que sigue siendo un liberal a tiempo completo), seguramente para algunos de sus ávidos lectores terminará pareciendo un peligroso radical. La suya viene a ser la posición de lo que, parafraseando un poco, podríamos denominar capitalismo de rostro humano, una forma de defender el esquema general aunque potenciando, por su propia supervivencia, valores que interesan a la sociedad en su conjunto. Si nos ponemos cáusticos podríamos recordar que un gran colectivo de ciudadanos con un nivel de vida aceptable es también una gran masa de potenciales consumidores para retroalimentar el sistema, y algo de esto se deja leer entre líneas.

Pero no tengo por qué poner en duda la sinceridad del autor. Nos cuenta algunos entresijos interesantes de ese complicado mundo de las grandes tecnológicas, subraya una y otra vez el valor de la iniciativa y la creatividad, y defiende que los medios a nuestro alcance, que intuye crecerán de forma exponencial en el futuro, deben servir para empoderar a trabajadores de todo tipo, abrir nuevas perspectivas económicas y, en definitiva, en ese lenguaje tan geek-divulgativo, construir un mundo mejor para todos. Inteligente, bienintencionado, relativamente crítico, interesante, un libro que merece leerse a poco que susciten algo de curiosidad los variados temas que toca.

 

9 comentarios:

  1. Vaya penitencia con la semanita del ensayo. A ver si acaba ya. Insufrible.

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  2. Pues bueno, hay gente a la que le interesa, no? Hay que repartir un poco el material, caballero.

    Saludos.

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  3. No es por polemizar, Carlos, pero basta ver el escaso entusiasmo de los uladiano/as en las tres últimas entradas, si no os contamos a vosotros. Me parece que mi opinión es compartida. Enfín, que aunque tiene que haber de todo eso no quita para desear que pase la semanita.
    Y un matiz no soy caballero, soy señora o señorita, como mejor gustes. Fede responde a un nombre propio que tiene dos géneros.
    Abrazo. Fede(rica). Sin rencores

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  4. Hola:

    Sin ánimo de polémica, entro a decir que a mí me está gustando muchísimo la semana y agradezco la atención a un género como el ensayo, que, personalmente, es uno de los que más me "apetecen" ahora, y que parece el hermano gafapastoso y pedante de la novela (la poesía sería el cursi)

    A lo anterior hay que añadir la belleza de la cubierta de hoy y que la traductora es la prima de Marge Bouvier (de casada Simpson), algo que me extraña que no hayais mencionado.

    Hay gustos para todos; a mí la novela negra no me va mucho, y el día que toca, pues no le pongo tanto interés.

    Saludos OMG con bailecito de tik tok

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  5. Aprovechando lo dicho por Carlos "hay que repartir un poco el material" a ver si hay suerte con la poesía y el teatro. Por probar que no quede.

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  6. Efectivamente, a muchos nos interesa el género. A algunos, hasta el punto de hacer que este tipo de lecturas ocupen la cuarta o quinta parte de lo leído al final de cada año.
    Yo creo que es una de las mejores maneras de conocer el mundo en que vivimos y a nosotros mismos. Leyendo ensayos uno aprende, también, que lo más cercano a La Verdad es que hay muchas verdades.
    En este caso, que hay lectores del blog que disfrutan de la semana dedicada al ensayo.

    No leí el libro pero voy a comentar dos cosas de tu reseña y aprovechar para meter un título en ello.

    La portada... Ufff... no es nada superficial lo que dices sobre ésta; es el tipo de portada que, en mi caso, te hace descartar el libro de inmediato. Portada, título y, sobre todo, subtítulo con mensaje "conductista...ufff... es uno de esos casos en que sería estupendo creerse que el responsable de semejante adefesio iba borracho, daltónico o no tiene idea de lo que hace, porque creer, por el contrario, que es fruto de profesionales que saben lo que hacen y al público que se dirigen, no hace más que mantenerte en la postura de descartar el carnavalito. Y agradecerles.
    Dicho esto, en mi opinión te lo has puesto más difícil de lo que cabe; en vez de presentarnos un buen ensayo desde cero has partido con un entero negativo a causa de esa portada.

    Me apunto al autor porque hiciste bien tu faena, despiertan interés muchas cosas de las que mencionas.
    Está este párrafo: ‘Las mejores mentes de mi generación están pensando en cómo hacer que la gente haga clic sobre anuncios. Vaya mierda’...

    Esa cita me trajo a la mente inmediatamente un trabajo de William Davies: "La industria de la felicidad". Desconozco si ambos autores la usan en el mismo contexto pero presiento que en ambos tiene un alcance muy significativo. Creo que lleva implícita una advertencia importante, relacionada al maravilloso poder de amplificación que nos permite la tecnología.

    Un saludo y gracias al blog por la semana.

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