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domingo, 22 de noviembre de 2020

Eduard Limónov: El libro de las aguas

Idioma original: ruso

Título original: Книга воды (como se diga)

Traducción: Tania Mikhelson/Alfonso Martínez Galilea

Año de publicación: 2019

Valoración: Se deja leer

 

Por una vez, la cubierta de un libro representa una síntesis casi perfecta de su contenido, como un pequeño jeroglífico: dos condones y una bala son –más o menos en esa proporción- los elementos que definen el contenido de El libro de las aguas y, por extensión, a su autor. Eduard Limónov murió hace solo unos meses, con su estrella de enfant terrible tal vez ya declinando. De él se ha dicho que era una aleación entre Stalin y Johnny Rotten, a la que yo añadiría por ejemplo algo de la fatuidad de algún escritor que no voy a mencionar, y unas gotas de realismo sucio, desde luego en su prosa, no sé hasta qué punto en su propia vida. Se completaría así la semblanza de un escritor, aventurero, activista, megalómano, acelerado, ególatra, un tipo con bastantes aristas.

Limónov fue fundador (y naturalmente, dirigente) de varios partidos políticos en la Rusia post-soviética, el más conocido de los cuales llevaba el paradójico nombre de Partido Nacional Bolchevique, una especie de milicia situada en esa zona oscura donde no se distinguen la extrema izquierda y la extrema derecha. Moviéndose en esos círculos, nuestro autor se apuntó a distintos episodios bélicos donde se defendiese la dignidad del mundo eslavo (la exYugoslavia, o Transnistria) o la integridad de la nación rusa (Cáucaso, Asia Central). Vamos, que disfrutaba el hombre, siempre rodeado de sus fieles, en rudos escenarios donde corriese en abundancia el vino y/o el vodka mientras exhibía su imagen de tipo duro. La bala.

En otras épocas Limónov –que proviene del proletariado raso- da tumbos por Nueva York, París o Roma, siempre engrosando una larga lista de conquistas femeninas, actividad que por lo visto le reporta una satisfacción semejante a las correrías por las diferentes guerras civiles. Satisfacción física, se supone, pero sobre todo alimento para su insaciable ego. Vean: ‘Mis mujeres siempre han desencadenado la histeria, la de todo el mundo y en todas partes. Así han sido las mujeres que he elegido, y así han sido las mujeres que me han elegido a mí.’ Hay bastantes más perlas como esta, pero no voy a cansar con repeticiones. Ahí están los condones.

Y así nos encontramos El libro de las aguas, escrito en su mayor parte en prisión en 2002, y que es una especie de autobiografía. O más bien una enorme exhibición del gran Limónov para admiración de las generaciones presentes y futuras, anhelo de las mujeres y envidia de los hombres. Se diría que este caballero protagonizó su propia película, o vivió como vivió justamente para poder contarlo en sus libros, de parecida forma a como por lo visto Julio César invadió la Galia desechando otras opciones solo para ambientar adecuadamente su conocido y soporífero libro. Así que Eduard defiende abiertamente el género biográfico, que al parecer ha explotado de forma reiterada: 'Mis libros son mi biografía, todos de la serie ‘Vidas ilustres de grandes personajes’, dice el tío.

Es desde luego una biografía peculiar, porque se trata de fragmentos que se ensartan de forma más o menos aleatoria sobre el hilo conductor de las aguas (mares, ríos, fuentes, baños) presentes en los muy diversos escenarios en los que Limónov desarrolla sus aventuras. Ese vínculo –el de las aguas- es tan elegante y sutil que hasta me parece impropio del autor, y es en mi opinión el mayor acierto del libro, el que lo dignifica y hace posible el hermoso título. El libro arranca con un tono que recuerda a otro texto de parecida naturaleza, el de aquel Blaise Cendrars que rescataba imágenes de su vida (y una dosis desconocida de autoficción, tal vez) para transmitir su entusiasmo por disfrutar de los placeres del momento. Ese aire de bon-vivant, de tipo viajado y conocedor de lo bueno, lo refleja también Limónov en las orillas del Adriático o del Sena, con sus milicianos o con su acompañante rusa de turno.

El problema es que, despachadas las primeras ochenta o cien páginas, el repertorio parece irse agotando. Poco a poco va siendo más de lo mismo, algunas peleas, múltiples polvos y broncas de pareja, escaramuzas armadas, choques de personalidad con correligionarios, abundantes borracheras. Y el lector, o sea, servidor, empieza a aburrirse. Puede que a alguien le atraiga esa prosa directa, desinhibida y altiva, y se entiende que, habiendo escrito el libro en una celda, el autor destilase buenas dosis de mala leche y deseos de reivindicarse. No se le puede negar incluso cierta capacidad para describir determinadas atmósferas de distintos lugares, pero si nos detenemos a pensar encontramos cada vez menos novedades. Limónov trabajó como mayordomo en Nueva York, tenía ya un buen número de título publicados, se había enfangado en la complicada política de la Rusia post-soviética… vamos, que no le faltaban cosas que contar. Y sin embargo, se queda en el anecdotario, en el permanente reclamo de soy-un-ruso-de-una-pieza-un-tipo-con-huevos-y-encima-guapo-y-musculoso-que-deja-huella-allá-por-donde-va.

También es cierto que, si nos abstraemos un momento de todo ese exhibicionismo, podemos encontrar a un individuo algo menos salvaje de lo que se suponía, y que en el fondo se enamora de verdad de varias de esas sus mujeres, que a lo mejor tampoco son todas tan despampanantes como a veces dice. El hombre es o quiere ser tan intenso en todo que se lanza a coleccionar emociones y a contarlas todas, sin caer en la cuenta de que esa exhaustividad puede acabar descubriendo debilidades en la imagen granítica que con tanto ahínco pretende mostrar.

Así que lástima, demasiada testosterona, quizá algo de inmadurez, y un talento literario que, al menos en este libro, resulta algo discutible.

P.S. El interesante apéndice que firma la traductora Tania Mikhelson retrata al personaje tal vez mejor que él mismo.

También de Eduard Limónov en ULAD: Soy yo, ÉdichkaHistoria de un servidor

Y su biografía por Emmanuel Carrère: aquí


4 comentarios:

  1. Buena reseña de un libro que tal vez solo sea una extensión de ese extraño personaje que tan bien describió Carrére.
    No se si lo leeré, pero me tienta esa comparación con Cendrars; un escrito poco conocido y cuya lectura siemnpre me ha fascinado.
    Un saludo.

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  2. Interesante reseña del Libro del Agua. Pero la personalidad de Eduard Limónov se cuenta de manera desinformada.
    Fue un hombre de extraordinaria inteligencia, de gran cultura y sensibilidad. Sus referencias: Che Guevara, Pasolini, Mishima, Burroughs, Jean Genet, Guy Debord.
    Escribió 80 libros, incluidos 8 mientras estaba en prisión, de 2001 a 2003. Fue procesado por "intento de golpe de Estado en Kazajstán".
    Quería conquistar las regiones rusas en el norte de Kazajstán con sus seguidores.Regiones que fueron brutalmente "kazakizadas" por el dictador Nazarbéyev después de la caída de la URSS.(Nazarbéyev, el que supuestamente regaló 5 millones de euros a Juan Carlos).
    Aquí, un sito web independiente con mucha información reciente sobre Eduard Limónov que no está en el libro de Emmanuel Carrère, escrito hace 10 años:
    http://www.tout-sur-limonov.fr/334947290

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  3. Al Anónimo-1 le tengo que decir que mi comentario sobre Cendrars necesita una aclaración. Lo que he querido decir es que los primeros compases del libro me recuerdan un poco al tono del Cendrars de 'El hombre fulminado', reseñado aquí, en tanto que individuo aparentemente satisfecho consigo mismo y encantado de vivir la vida con intensidad. Por lo demás, las andanzas de uno y otro no tienen que ver nada en absoluto.

    Kempes, lo de buen escritor no sería capaz de asegurarlo o negarlo, porque solo conozco este libro de Limónov y ciñéndome a este tampoco le veo cualidades literarias muy sobresalientes. Tal vez en otros, no sé.

    Sobre las informaciones del último Anónimo, creo bastantes acertadas las que se refieren a la vocación militarista y pan-rusa del autor. También es cierto que es un escritor prolífico, pero no sé a qué te refieres con lo de 'de manera desinformada'. Limónov es un tipo de personalidad muy controvertida, de carácter más bien violento, que cuenta en el propio libro cómo da una paliza brutal a una de 'sus mujeres', y hasta hay algún atisbo de pederastia que no podría confirmar plenamente pero tampoco desde luego desmentir. Hay gente que lo rechaza directamente por sus posiciones políticas totalitarias o sus veleidades milicianas, y también quien reclama leerlo 'con la nariz tapada', como a ciertos autores de cariz fascista. El ejemplo clásico sería Céline, pero desde el punto de vista literario me parece que Limónov no le llega a la suela del zapato.

    Muchas gracias a los tres por vuestras opiniones.

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