Año de publicación (estreno): 1973
Valoración: Recomendable
Tengo la tonta costumbre de fijarme siempre en los títulos, y no me dirán que este de Anillos para una dama suena rancio a más no poder. Y si lo unimos a la muy peculiar sensibilidad que Antonio Gala ha ido exhibiendo en su generosa exposición mediática durante bastantes años, confieso que llevarme a las manos este libro me producía algún recelo. Pero lo cierto es que los rótulos muchas veces engañan, y los estereotipos mucho más. Les cuento.
Jimena (que quedó para la Historia como doña Jimena) es la viuda del Cid, ya saben, el héroe en la lucha contra el moro, cuyo solo nombre hacía temblar al enemigo y enardecía a las tropas cristianas, que fue llevado a la batalla ya cadáver y todas esas cosas que ustedes ya saben. Han pasado dos años desde que Rodrigo Díaz pasó a mejor vida, y Jimena siente ya el momento de liberarse del luto. Es una mujer profundamente insatisfecha, que fue colocada como objeto decorativo junto al gran guerrero y ha soportado durante más de veinte años ser la sombra de un mito, una figura necesaria con la que nadie cuenta pero que está obligada a desempeñar su papel.
Ahora Jimena ve que su juventud se ha consumido y decide cambiar de rumbo. Quiere vestir de forma más ligera, tomar sus propias decisiones y sobre todo catar qué cosa es eso del amor, justo lo que por lo visto no tuvo del legendario personaje. El amor lo tiene bien cercano, no es otro que Minaya, otro gran héroe que compartió glorias con el Cid, un tipo tan eficaz en la batalla como sumiso y fiel a las órdenes y a sus jefes. Tan bien las cumplía Minaya que, aun estando también enamorado de Jimena, cuidaba de ella cuando se le encomendaba tal misión, con mucho tiento para que sus sentimientos no se transparentasen lo más mínimo.
Así que Jimena está harta, le confiesa su inquietud a su fiel sirvienta Constanza, se enfrenta con su hija María (un poquito de guardiana juvenil de las esencias ¿y otro tanto de complejo de Electra?) y se encara con el propio rey Alfonso VI (que a su vez es su tío) reivindicando su libertad. Porque, claro, la razón de Estado está por encima de todo, hay que mantener al héroe en lo más alto del panteón y eso es incompatible con una viuda rehaciendo su vida enamorada de un mortal. Pero claro, no puedo contar más.
Tampoco nos asustemos por el escenario. Entiendo que el valor de la obra no es histórico, es una recreación en la que la época y los personajes pudieron haber sido otros cualesquiera, el corazón de lo que cuenta Gala es esa mujer cuya vida ha quedado reducida a ser pieza en un tablero. Ella lo sabe, es consciente de que en su desempeño se le ha ido escapando la vida, pero siente la fortaleza de haber cumplido su designio y por tanto merecer la oportunidad que ahora, aunque tarde, se le presenta:
‘Y yo creí que no era una heroína. Sí lo soy, esta es mi pobre heroicidad: ser para siempre el despojo de un héroe para que el héroe lo pueda seguir siendo. Sin Jimena no hay Cid’
Jimena es un pedazo de personaje, vital, profundamente honesto, valiente, y el tratamiento que le da Gala esquiva cualquier simpleza. Hay momentos en que adquiere vehemencia, pero es sobre todo natural, contenida y llamativamente irónica. En definitiva, de una riqueza de matices que espero que se haya sabido transmitir en las representaciones en el escenario (aunque algo me dice que la tentación del histrionismo y el desagarro pudo ser demasiado fuerte). Un personaje que, bien interpretado, puede ser de enorme brillantez.
Otro aspecto que puede resultar chocante son los anacronismos. Tengo entendido que Gala es buen conocedor de la Historia, pero cualquiera puede tener un patinazo. Hay algún que otro momento en que se deslizan expresiones que parecen fuera de época, incluso los sarcasmos de Jimena (en especial con su hija) se pueden considerar algo disonantes. Pero yo creo que hay que mirar un poco más allá. Como decía antes, el escenario histórico viene a ser solo un atrezzo, una estampa para situar los personajes y sus respectivos papeles. El mismo autor indica en sus notas iniciales que tanto el escenario como el vestuario no deben ser marcadamente de época, sino acrónicos, con solo sutiles referencias al entorno teórico de la obra. Y lo mismo apunta sobre el lenguaje, que debe ser, dice, decididamente actual y solo pretende tener un ligerísimo eco arcaico. De forma que no se puede de ninguna manera juzgar Anillos para una dama como un drama histórico, sino como una obra atemporal que solo toma de la Historia el pretexto de una situación.
Lo leí hace unos años, después de tropezar con una entrevista donde Antonio Gala contaba que se inspiró en los amores de la viuda de América, Jacqueline Kennedy, con Onassis, y en la reacción escandalizada de mucha gente, para esta historia. La necesidad de libertad de Jimena y de quitarse la losa de ser viuda de un héroe parece que bebe de la experiencia, o de cómo se la imaginaba Antonio Gala, de Jackie. Quizás condicionada por esta información que de antemano tenía, me gustó mucho.
ResponderEliminarSi no recuerdo mal, Gala escribió también un soneto a María Asquerino, la actriz que protagonizó muchas veces el papel de Jimena sobre las tablas.
Según las crónicas, Gala era un dramaturgo de categoría que se desinfló cuando empezó a escribir best sellers.
ResponderEliminarNo olvidemos sus poemas de amor, Montuenga, ahí ya estaría deshinchado del todo.
ResponderEliminarNo he leído ninguna novela suya, solo esta obra teatral y algún que otro poema infumable.
Hola, Carlos. Nunca había leído una obra de Gala, me producía rechazo la persona que aparecía en televisión, culto pero almibarado, rebuscado y con una gran sensibilidad que yo no acertaba a interpretar. Sí que me gustaban muchísimo sus artículos y la finura con que definía la psicología de los animales y especialmente de los perros.
ResponderEliminarHoy he leído la obra que reseñas y me he sorprendido, jamás lo hubiera esperado de él. No me ha gustado, nada. Ese lenguaje moderno, desenfadado y a veces vulgar no cuadra nada a los personajes aunque Gala quisiera hacer una abstracción. Sólo salvo el último párrafo de Jimena, prescindiendo de la ironía.
Saludos.
Veo que mis reparos hacia el personaje de Gala no son solo una de mis manías, lo cual agradezco de veras. Sin embargo, en lo que respecto a esta obra me los he tenido que tragar, porque me parece que realmente merece la pena. El retrato de Jimena me parece impecable y el texto es todo equilibrio e inteligencia. Así que tengo que discrepar completamente con Beatriz. Precisamente el lenguaje más o menos actual (y se sobreentiende que también la escenografía) aleja a la obra de un carácter histórico que en mi opinión la hubiese empobrecido, y la convierte en universal y atemporal. Es un recurso audaz y manejado con mucha destreza que me ha sorprendido.
ResponderEliminarPero, claro, la charla es mucho más interesante si confrontamos las ideas, no?
Gracias a todas por los comentarios.
Estupenda reseña. Carlos.. Gracias por vuestro blog.. Kempes
ResponderEliminarGracias a ti por visitarnos, Kempes.
ResponderEliminarCarlos, leyendo tu comentarrio tengo que darte la razón: el planteaminto es audaz y si se tratara como Historia sería pobre y manida. Creo que lo que me ha sorprendido es que ese texto correspondiese a Gala. Estereotipos que crea la televisión. Hace unos cuantos años todos los televidentes españoles, aunque no supieran leer, conocían a Cela y a Dalí. A lo mejor solo porque hacían reir.
ResponderEliminarCarlos, una vez más me haces viajar por el túnel del tiempo...
ResponderEliminarAntonio Gala era un asiduo visitante de la Argentina. Diría que era un proto personaje mediático, un adelantado, permanente comensal en la mesa de la diva argentina Mirtha Legrand, donde hacía despliegue de su cultura y encanto. Yo era muy chico, pero lo recuerdo perfectamente. Y Anillos para una dama se representó con muchísimo éxito en Buenos Aires, protagonizada por vuestra Naty Mistral y un grandioso e inolvidable actor argentino, Ernesto Bianco (cuyo Cyrano de Bergerac se recuerda aún hoy, décadas después de su fallecimiento).
Como siempre, un placer leerte!
El Puma
Gracias, Puma. No he visto esta obra representada, pero algo me dice que no será fácil que me convenza, porque al leerla me ha hecho mi propia interpretación, y dudo que coincida con lo que se ha podido llevar a los escenarios. Me da que la tentación de una imagen demasiado clásica ha tenido que ser muy fuerte, y creo que no es lo que puede hacer brillar al texto. Pero bueno, es una opinión personal, nada más.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tu compañía.