Año de publicación: 1972
Valoración: Se deja leer (interesante)
Con este título nadie podrá ya decir que no leo libros divertidos, a que no? Pues echen un vistazo a lo que sigue: durante la Segunda Guerra mundial, creo que en la batalla de Smolensk, el soldado ruso Zasetski recibió un balazo en la cabeza. A consecuencia de ello su cerebro se vio afectado de diversas formas que luego comentaré y, tras un periplo por distintos hospitales, pasó a ser atendido por el neuropsicólogo y médico Alexander R. Luria. Este señor, que figura como autor del libro, era por lo visto toda una autoridad en esos extraños campos que estudian el cerebro humano, y publicó un montón de libros al respecto, todos relacionados con distintos tipos de afecciones y sus consecuencias sobre la actividad humana.
Luria tuvo a Zasetski como paciente durante veinticinco años y examinó con detalle las secuelas de su dolencia, lo que sin duda sirvió para profundizar en sus conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro, y los efectos de las posibles lesiones. En este sentido, el soldado debió ser un ejemplo vivo de inestimable valor para ser estudiado, porque el pobre hombre reunía todo tipo de espantos imaginables. Algunos que nos son más o menos conocidos, como la pérdida de memoria a distintos niveles: imposibilidad de retener ideas, nombre de los familiares o del lugar donde vive, utilidad de los objetos cotidianos. Pero también incapacidad para entender preguntas sencillas, pérdida de gran parte del campo de visión y percepción disgregada de las cosas, además de terribles dolores de cabeza, vértigos y sensación de irrealidad. Zasetski ve el mundo fragmentado, distingue las partes de un objeto pero no es capaz de percibir el conjunto y no consigue ubicar las cosas en su lugar, ni siquiera su propio cuerpo: a veces siente que le ha desaparecido la mitad, otras percibe sus extremidades colocadas en formas inverosímiles o en dimensiones desproporcionadas. En ocasiones una nube de fragmentos de algo invade el espacio y hace que desaparezca lo poco que está viendo.
Luria describe la vida de Zasetski como una pesadilla permanente, y su consciencia como una interminable serie de laberintos conectados entre sí. El relato es aterrador por momentos, y las explicaciones técnicas del autor (no demasiadas, algunas con gráficos bastante rudimentarios) sobre las funciones de las distintas partes del cerebro que han resultado afectadas producen una sensación extraña, porque uno acaba pensando si todo lo que consideramos normal (formas, sonidos, relaciones espaciales), nuestras certezas sobre el mundo exterior, no serán a fin de cuentas más que el efecto estándar de un determinado funcionamiento de nuestro cerebro. Si, en definitiva, todo lo que nos rodea será realmente como creemos que es. Pero en fin, quizá no sea más que una elucubración boba bajo la influencia de una lectura perturbadora.
Decía arriba que Luria figura como autor, porque en realidad el libro es en gran parte una especie de diario escrito por el paciente, aunque el científico intercala numerosas anotaciones y, como también he indicado, algunas explicaciones sobre aspectos de la lesión de Zasetski. Resulta también llamativo que una persona con semejante combinación de dolencias cerebrales pudiera escribir algo así. Pero parece ser que este tipo de daños afectan a distintas áreas de una forma muy singular. El hombre era incapaz de leer, apenas identificaba las letras y su vista no le permitía abarcar ni siquiera una palabra entera. Pero por el contrario no había perdido la capacidad de escribir, digamos de forma automática, así que se ejercitaba de esta forma, en parte como terapia, como quien escribe en la oscuridad: no podemos ver lo que escribimos pero la mano es capaz de moverse de forma mecánica para dar forma a lo que pensamos. Así, con un enorme esfuerzo, el soldado fue llenando horas interminables durante veinticinco años hasta llenar ¡tres mil páginas de diario!, de las que afortunadamente apenas solo unas decenas han sido incorporadas al libro.
La verdad es que el carácter espeluznante de las primeras páginas del libro va quedando poco a poco algo diluido. Zasetski insiste una y otra vez sobre sus dificultades para comprender, para expresar ideas o reconocer objetos, se repite bastante, y a Luria los datos que ofrece le deben parecer muy interesantes, pero a nivel del lector profano el texto –aunque bastante breve- pierde parte de la tensión anterior (esto puede entenderse como un comentario morboso, pero es mi opinión como lector).
En todo caso, es la exposición de una experiencia devastadora, la forma en que un hombre ha visto desaparecer el mundo que conocía de un día para otro, aplastado por una realidad incomprensible y, lo que es quizá peor, perfectamente consciente de todo ello. La vida reducida a ruinas desconcertantes, un día tras otro a lo largo de años y más años. Zasetski tampoco vio mermada su capacidad para luchar contra sus nuevas limitaciones, se esforzó hasta el límite para mantener su conexión con la realidad que le había abandonado, y su diario es un testimonio contundente. Pero el daño lo llevaría consigo siempre. Esta vez fue la guerra, contra la que Luria levanta la voz al final del libro, y que tantos otros millones de víctimas de distintos tipos ha dejado a lo largo de la Historia.
P.S: Parece ser que el libro ha vuelto a ser editado en 2010 con el título de Mundo perdido y recuperado. Aun sin conocer esta última versión, y no obstante su cuestionable título, no dudo en recomendarla por encima de la que yo he leído, una edición argentina cutre de letra minúscula que no me ha puesto las cosas nada fáciles.
Hola, compañero:
ResponderEliminarVaya tela con esta historia... Me ha tecordado la de aquel obrero norteamericano del siglo XIX que a causa de un accidente de trabajo se encontró con una barra de hierra atravesándole la cabeza, y aunque consiguieron extraérsela y se recuperó, su personalidad y comportamiento habían cambiado drásticamente (tal vez su caso se mencione en este libro).
En todo caso, como sabe cualquiera que haya tratado con personas que sufran algún trastorno mental, nuestro cerebro viene a ser una papilla bioquímica de la que tenemos menos control del que pensamos...
Un saludo.
Es quizá la sensación más potente que me deja el libro, que muchas, o bastantes, o todas las cosas que conocemos, y la forma en que las conocemos, parece que dependan de elementos tan vulnerables no ya a un balazo o una barra de hierro, sino a un mal golpe, una enfermedad o algún tipo de lesión. Yo creo que todos entendemos que así se pueda perder la vista, o el habla, o la capacidad de moverse, que ya es bastante, pero todas esas sensaciones extrañas que se describen en el libro, la distorsión en la percepción espacial, la incapacidad para identificar categorías de conceptos, el bloqueo ante una pregunta cuya respuesta se conoce... son cosas aún más aterradoras -creo yo- que perder o ver limitado alguno de los sentidos.
ResponderEliminarPero en fin, que tampoco vayamos a amargarnos lo que nos queda de domingo, colega. Y gracias por tu visita!
Se conocen casos de personas normales que de la noche a la mañana se han convertido en asesinos o depredadores sexuales, debido a un tumor. Una lesión en el cerebro puede afectar incluso a quiénes somos.
ResponderEliminarA eso me refería un poco en la reseña, hasta qué punto somos lo que somos en función de un lesión, un coágulo, una insuficiencia de algún tipo. Es inquietante, me parece a mí.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por participar.
Interesante carlos muy buena reseña. Gracias kempes
ResponderEliminarGracias a ti, Kempes, un saludo.
ResponderEliminarHola, acabo de leer tu reseña después de leerme el libro y debo decir que además de ser un gran resumen (creo que más interesante que el propio libro) haces algunas observaciones muy perspicaces que me ha llevado a atreverme a comentarlas.
ResponderEliminar"uno acaba pensando si todo lo que consideramos normal (formas, sonidos, relaciones espaciales), nuestras certezas sobre el mundo exterior, no serán a fin de cuentas más que el efecto estándar de un determinado funcionamiento de nuestro cerebro. Si, en definitiva, todo lo que nos rodea será realmente como creemos que es."
Bueno, es que esa es la teoría que defienden los psicólogos actualmente, que nosotros no sentimos el mundo tal cual es, sino que nuestro cerebro hace una representación del mundo y eso es lo que vemos-sentimos. ¿Te imaginas cómo "verá" el mundo el murciélago, que en vez de verlo con sus retinas lo conoce por un sistema de ultrasonidos y ecos que rebotan en los objetos? Imposible saberlo.
"Resulta también llamativo que una persona con semejante combinación de dolencias cerebrales pudiera escribir algo así."
No solo es llamativo sino que yo directamente no me lo creo. En muchos párrafos apostaría a que Luria, como un traductor que intenta embellecer un texto que considera mediocre, puso bastante de su cosecha. Recuerdo alguna frase como "Me es muy díficil entender y retener ideas, conceptos, relaciones y razonamientos abstractos". Hombre, si le costaba retener y entender conceptos ¿cómo puede retener la idea (y escribirla) de que no es capaz de retener conceptos?. Supongo que el libro es tan repetitivo (no solo por parte del paciente, que el pobre dada su dolencia no podía hacerlo de otra forma, sino por parte del propio Luria) que el autor quiso darle un poco más de contenido.
"Zasetski insiste una y otra vez sobre sus dificultades para comprender, para expresar ideas o reconocer objetos, se repite bastante"
Y lo peor del libro no es eso, que como decimos, Zasetski no tiene la culpa y bastante tenía con lo que tenía, sino que en un extraño caso de mimetismo, Luria consigue ser más repetitivo y plasta que su paciente. O que Luria, de tanto tratarle, llegó a pensar que también a un lector medio hay que repetirle constantemente las cosas.
"Esta vez fue la guerra, contra la que Luria levanta la voz al final del libro"
Bueno, las ultimas frases antibelicistas del libro son obra de Zasetski (es cierto que a veces no se sabe si el que habla es el paciente o el médico). De hecho Luria en este último capítulo lo único que hace es disculpar a su paciente por no haberse enterado de los "portentosos avances soviéticos" en el espacio.
Saludos!
En primer lugar, muchas gracias por el elogio a la reseña, y agradezco (y me abruma un tanto) esa disección que haces de varios de mis comentarios. Efectivamente, esas reflexiones acerca de la percepción que tenemos del mundo exterior son las que me suscitaba la lectura, e imagino que también a cualquiera que lo haya leído. Personalmente, son cosas que me marean un poco, y prefiero no profundizar mucho en ellas, la verdad.
ResponderEliminarTambién es interesante lo que apuntas sobre la autoría del diario del soldado. Cuesta creer que todo eso lo haya escrito él mismo, y no sé hasta qué punto Luria haya podido poner de su parte para adornarlo, pero sí que hay reflexiones que parece un poco increíble que haya expresado alguien con tales rémoras en su consciencia.
De nuevo gracias por tu aportación, y un cordial saludo.
Luria fue un prestigioso piscólogo soviético, el más conocido de esa época junto con Vigotski. En mi primer año de carrera de Pedagogía, en la Complu, el profesor de Fundamentos Biológicos nos citó este libro de Luria. La cuestión de fondo sigue siendo esta: ¿Qué/quienes somos? Imaginemos ahora, en tiempos de paz, lo que ocurre con muchos de nuestros mayores afectados de Alzeimer. Ya hace mucho tiempo que nos dijeron que somos nuestra mente, que es lo mismo que decir que somos algo muy frágil y voluble. Es normal que te/nos mareen estas cosas, nos tocan lo más profundo y, a la vez, superficial, de nuestro ser.
ResponderEliminarMuy interesante tu reflexión, José Luis. Si lo que realmente somos se reduce a cómo funcione lo que tenemos dentro del cráneo, es para cuestionarse muchas cosas acerca de nosotros mismos. Da un poco de vértigo y hasta resulta algo deprimente, la verdad.
ResponderEliminarGracias por leernos y por tu comentario.