Traducción: Ioana Sotuela
Publicación de este volumen: 2016
Valoración: Entre recomendable y está bien
Casas encantadas recopila veintiséis relatos de terror de Ambrose Bierce. Los hay de diversa extensión (algunos se podrían considerar novelas breves), de temáticas muy variadas y representantes de distintas gradaciones de horror. Obviamente, su calidad fluctúa entre aquellos más conseguidos y los que no aportan demasiado.
Es una opinión extendida que el Bierce terrorífico no le llega a la suela de los zapatos al Bierce satírico. Por tanto, el lector de este volumen no hallará aquí los mejores cuentos del escritor norteamericano. Y, aún así, no desaconsejo Casas encantadas, especialmente a los completistas del género.
A fin de cuentas, la pluma de Bierce nos transporta a otros tiempos. Tiempos que resulta la mar de agradable visitar. Tiempos algo ingenuos, en los que era más sencillo asustar a tu audiencia. Bastaba con que el formato de tus narraciones recordase a artículos periodísticos ("Una parra sobre una casa") o a lo que hoy día conocemos como leyendas urbanas ("Un telegrama"), antes que a textos literarios propiamente dichos. Bastaba con que la cita de un periódico o el testimonio de ciudadanos «serios» avalara tus historias. Bastaba con que recurrieses a las explicaciones materialistas para que los hechos se revistieran de una pátina de verosimilitud ("Con la ciencia por delante", "La alucinación de Staley Fleming"). Bastaba con aludir a elementos exóticos, ajenos a la experiencia del gran público, para sugestionar su imaginación ("El reino de lo irreal").
Para ser justos, hay que remarcar que en la segunda mitad de Casas encantadas podemos encontrar una serie de relatos de terror que no presentan las características listadas arriba. Son, a mi juicio, bastante más interesantes que sus predecesores, y se aproximan a lo que podríamos considerar narrativa de género moderna canónica. Porque estas piezas no se limitan a mostrar las herramientas que se empleaban en el pasado para meter miedo, sino que adelantan algunas que a día de hoy se siguen usando.
Para ser justos, hay que remarcar que en la segunda mitad de Casas encantadas podemos encontrar una serie de relatos de terror que no presentan las características listadas arriba. Son, a mi juicio, bastante más interesantes que sus predecesores, y se aproximan a lo que podríamos considerar narrativa de género moderna canónica. Porque estas piezas no se limitan a mostrar las herramientas que se empleaban en el pasado para meter miedo, sino que adelantan algunas que a día de hoy se siguen usando.
Por cierto, a esta edición de Eneida (vaya por delante que es preciosa) le podría una sola pega: la cubierta. A nivel gráfico me parece espectacular; no obstante, el título y la ilustración escogidos dan una idea completamente errónea del contenido del libro. Porque sí que aparecen textos sobre casas encantadas en estas páginas, pero también los hay, por ejemplo, sobre desapariciones misteriosas, presencias fantasmales o extrañas premoniciones. De modo que esta cubierta, por más que visualmente funcione, no está libre de reproches.
También de Ambrose Bierce en ULAD: El diccionario del diablo, El clan de los parricidas y otras historias macabras, Cuentos negros
Bierce era un tipo vitriólico proclive al horror, la sátira y el humor negro. Combatió en la guerra civil norteamericana y allí ambientó algunos de sus cuentos más crueles y feroces. En estos cuentos de soldados el horror es físico y directo (fusilados, ahorcados, mutilados, acuchillados, malheridos: la danza de la muerte), sin el menor elemento sobrenatural. Bierce narraba sus historias de manera fría y distanciada, con una punta de cinismo. Así lograba incrementar el horror hasta lo insoportable. Era también maestro a la hora de dar pinceladas rápidas y siniestras, como cuchilladas, de esas que quedan en la memoria del lector: un pie cortado, un pescuezo rebanado, sesos humanos desparramados en una ruina humeante, alguien sin mandíbula asusta a un niño sordomudo extraviado en un bosque cubierto de niebla o unos soldados exhaustos después de la batalla mueren ahogados al querer beber del agua de un río. Un horror gráfico y sanguinolento que se puede considerar antecedente del gore. Para Bierce "el amargo" la guerra era una sucesión de crímenes sin sentido que siempre destruye las vidas de los más inocentes. El patriotismo no era más que "basura combustible dispuesta a arder para iluminar la mansión de algún poderoso." El resto de su obra (fábulas satíricas, cuentos de humor e historias de fantasmas) es más liviana, aunque saturada de su característica misantropía y mala leche. Bierce tuvo un final digno de una de sus pesadillas: en 1913, ya de viejo, se largó a México para combatir con Pancho Villa. En el fragor de la revolución desapareció sin dejar ni rastro. La tradición oral cuenta que lo fusilaron en un cementerio. Pero nada se sabe a ciencia cierta.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Vaya, me ha gustado más el comentario que la reseña.
EliminarOriol, me hace mucha ilusión que hayas reseñado a Bierce porque justo ahora estoy en plena relectura (poco a poco, a pequeños sorbos, que me tiene que durar) de su "Diccionario del diablo", ese gran tratado sobre la estupidez humana, que tanto abunda...
ResponderEliminarGracias y un saludo.
Hola:
ResponderEliminarNo conocía a este autor y me ha sorprendido mucho; he leído varios cuentos suyos en la red y algo del diccionario del diablo.
Juan, supongo que lo conoces, pero el diccionario jeroglífico, de Juan Abarca, da para unas buenas risas también.
En fin, de lo poco que he leído, bastante macabro y retorcido. A mí la crueldad me sigue impactando- mucho-, pero yo debo ser de otra época. No digo que estén mal, sólo que con moderación.
Saludos