Idioma original: inglés
Título original: Country dark
Año de publicación: 2020
Traducción: Javier Lucini
Valoración: muy recomendable
Noche cerrada es una novela social. Ni Dickens ni Dostoievsky, por supuesto. Simplemente un novelista norteamericano tomando fragmentos de la realidad del período de la historia ya no tan reciente donde, en el marco de la dominación de bandos, Estados Unidos intervenía, de forma abierta o encubierta (o sea, como hoy) en los conflictos que podían afectar al equilibrio de bloques. Y Tucker, protagonista de rasgos comunes a cierta escuela literaria que abarcaría a McCarthy o a Ray Pollock, es un veterano de Corea ya a sus dieciocho años, de regreso a su país con su liquidación de soldado en el bolsillo, un cuchillo de esos de monte (consultada marca y modelo, puedes hacerte por unos 25 euros con uno por Amazon: ni te preguntarán si vas a usarlos para cortar el queso o para abrirle las tripas al primer incauto que te discuta cualquier chorradilla), y un enorme futuro por delante lleno de miseria e incerteza. Mientras sus compañeros de generación estudiaban, él defendía las barras y las estrellas y se cargaba coreanos.
Así que vuelve a su país, no a su casa, no a su hogar, el desarraigo le hizo mentir para alistarse, y el destino pone en su camino a Rhonda, aún más joven que él y en aprietos cuando Tío Boot se dispone a abusar de ella. Huyen juntos en el estado de Kentucky y habrán de buscarse la vida, para lo cual Tucker no tendrá más remedio que acudir a trabajos al margen de la ley. En un chamizo entre bosques procrearán, formarán una familia donde los hijos irán presentándose cuando Dios quiera y ninguno de ellos va a ser un hijo con buena salud: el mayor, Willy, padece hidrocefalia y requiere de cuidados especiales que la familia no puede asumir. Llaman la atención de los servicios sociales y todo va a a peor.
Noche cerrada se inscribe en la tradición norteamericana de la novela extrema, de lo que pasa en los años 50 y 60 en los estados alejados del glamour de NY y la Costa Oeste. De un país donde los coches cambian de amo por un puñado de billetes y donde es mejor no buscarse problemas. Está escrita en un estilo ágil, directo, apenas unas pocas descripciones de escenarios, matojos y vegetación rellenan los resquicios por donde supura la violencia, la desesperación, la falta de oportunidades y la necesidad de buscarse la vida. No diría que es una novela antibelicista, Tucker podría volver de Corea o ser un hijo más de una familia hundida en la miseria. No sé tampoco si es anticapitalista, Tucker se aferra a su irregular trabajo con la intención de ir tirando y asimila y sopesa cada sacrificio que este le requiere. Obviamente el papel de la mujer en esa época queda reflejado: Rhonda apenas es una mujer joven y atractiva que ha optado por el mal menor.
Un ritmo frenético, una estructura que parece querer desubicarnos a cada parte que se inicia con el año en que se sitúa la acción, donde aparecen nuevos personajes hasta que comprendemos que el autor está engarzando eslabones y poniéndonos en contexto. Personajes siempre al borde de la locura, de la tragedia, de cualquier giro caprichoso del destino. Muy acorde con lo que Sajalín, editorial siempre atenta a las novelas en las fronteras de la ley y en los límites de la condición humana, suele publicar, lo que ya se constituye en etiqueta o distintivo, y, en este caso, en garantía. Un gancho en el mentón.
La verdad es que la temática no me gusta mucho: demasiada realidad, tal vez. Lo que sí me ha gustado, y mucho, ha sido tu reseña. :)
ResponderEliminarPor cierto, la curiosidad me ha llevado a mirar lo de los cuchillos de monte. Es verdad que un cuchillo así no debería poder usarlo cualquiera...
¡Besos!
Uno de los libros del año, sin duda, más allá de la novela negra al uso esta novela tiene todos los mimbres para convertirse en todo un clásico de culto, justo ayer me enteré que lanzan la 2ª edición y eso que apareció como novedad coincidiendo con los inicios de la puta pandemia. De hecho, si algún productor de cine avispado decidiera comprar los derechos pertinentes sería todo un pelotazo, es muy cinematográfica...
ResponderEliminarEspero que esta buena reseña pueda seducir al lector interesado, porque la novela es mucho más que recomendable.
*Pequeña corrección, a tiro de editor de blogspot: el hijo mayor, el de la hidrocefalia, no se llama Willy, su nombre es Big Billy... algunos de los pasajes que comparte con Tucker son sencillamente memorables.
Tiene buena pinta.
ResponderEliminarMe atraen todos estos escritores salidos de pueblos inmundos de la Norteamérica profunda, como Ray Pollock.
Hay una entrevista interesante en El Periódico, que lo describe como el novelista "red neck" de los Apalaches, en la que habla más que nada de su padre, escritor de novelas porno.
Yo oigo redneck y apalaches, y me ciego... Sé que caerá
ResponderEliminarGracias por los comentarios y espero que disculpéis que últimamente esté más reseñador que comentador.
ResponderEliminarEl caso es que la novela, sin tener pretensiones, cala. Personajes bien definidos, trama sin más aderezos que sus posibilidades de partir e situaciones reales. Como si mañana fueran a rodarla Jim Jarmusch o los hermanos Coen, vamos.
Un libro entretenido y bien hilado. Esperaba más profundidad pero para ello, y con temas que podrían ser similares,ya tenemos a McCarthy o Faulkner. Me he hecho con el resto de sus libros, eso sí.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarMe ha parecido un libro buenísimo. El autor escribe tan bien que llega a sorprenderte que haya sido escrito en el 2018 y no en la época que narra (60s)
Describe un nivel de probreza en paralelo a un amor por pareja e hijos, francamente difícil de asumir.
De aquellos libros que se leen solos, y en tu cabeza se van sucediendo las imágenes de lo que explica sin ninguna dificultad
Otro acierto de Sajalín y su colección al margen. Lo están bordando
Después pillé su libro de cuentos Kentucky seco. El estilo es el mismo, pero igual me ha gustado un pelín menos.
Saludos
Gerónimo