Páginas

domingo, 15 de marzo de 2020

Gonzalo Torrente Ballester: Filomeno, a mi pesar

Idioma original: castellano
Año de publicación: 1988
Valoración: Entre Recomendable y Está bien

Cuando un escritor digamos bien considerado se presenta al premio Planeta ocurren cosas extrañas. Como que se oculte tras un (casi siempre ridículo) pseudónimo para ocultar su personalidad y evitar que el jurado valore la obra ad hominem, cuando todo el mundo sabe (no los entendidos, lo publican los medios) quién es el autor. Conste que esto no lo hizo don Gonzalo Torrente Ballester cuando presentó este libro en 1988, como tampoco lo había hecho Juan Benet ocho años antes, pero sí Bryce Echenique, por poner un ejemplo. Otra cosa que parece inevitable es que esa novela candidata cuente con una especie de sesgo Planeta, que, sea cual sea la trayectoria del autor, venga adaptada a un estilo determinado, esquivando riesgos e innovación, refugiándose en un modelo confortable que a nadie incomode. Benet –que encima no ganó- lo hizo con una especie de versión descafeinada de sus complejas narraciones anteriores. ¿Se apuntó también el gran Torrente Ballester a esta metamorfosis mercantil?

La historia de Filomeno resulta un tanto desconcertante. Su propio nombre, además de suscitar a su portador un rechazo bastante comprensible, se diría además que está dibujando la dicotomía de su origen familiar. Frente al Filomeno impuesto por el padre (un intelectual gallego sin pedigrí), el joven adopta en ocasiones el Ademar procedente de la rama materna, entroncada con la alta alcurnia portuguesa. La dualidad se materializa también en dos propiedades inmobiliarias diferenciadas, una a cada lado del Miño: una buena casa en un pueblo gallego, un soberbio pazo en el lado portugués. Cada ámbito tiene también su propia atmósfera: la tradicional y aristocrática al sur, la burguesa y diríamos más progresista al norte. Las dos vertientes tienen sin embargo zonas comunes que convergen en Filomeno, la afición por el sexo femenino y cierta vocación literaria.

No hay propiamente confrontación entre esos dos mundos (estéticamente no muy diferentes), sino algo así como una fluctuación, la oscilación entre dos imanes. El problema –y aquí surge el primer desconcierto- es que la cuestión solo queda apuntada al principio del libro, pero casi nada sabremos de ella hasta el final. Lo que pronto cobra vida es una novela de formación casi canónica, que va llevando a Filomeno por Madrid, Londres y París, y vuelta al terruño familiar, como estudiante o desempeñando distintos oficios, pero siempre con algún personaje femenino que concentra la atención. Ninguna imagen más atinada que la de una novia en cada puerto. Todo lo cual se sigue con interés al principio pero, visto desde la página trescientos y pico, aumenta el estupor del lector. ¿Es esta sucesión de aventuras amorosas todo lo que ha venido a contarnos don Gonzalo?

Sensaciones contradictorias, porque la prosa de Torrente es tan sabia, fluye con tanta naturalidad siempre teñida de ironía, que hace que la lectura siga siendo un placer aunque con muchas páginas avanzadas tengamos la sensación de que el argumento suena a hueco. Y aún descubrimos más virtudes, porque de tanto en tanto asistimos a momentos deslumbrantes, como la inigualable caracterización de un viejo militar inglés, refugiado en sus pequeñas extravagancias y en el confort de su exclusivo club londinense; o la estremecedora historia de Ursula, en la que el terror no nace en una mente criminal sino en un bucle de dolor y locura. Unos cuantos episodios que se desarrollan poco antes y durante los primeros compases de la Segunda Guerra mundial son también una buena crónica del momento histórico, narrada desde el punto de vista de un outsider, perplejo ante un mundo que estalla sin entender muy bien por qué.

No es fácil entonces saber a qué carta quedarse porque, como decía, esto está impecablemente escrito, con un ritmo narrativo impecable, pero si miramos bien, este itinerario de Filomeno podría muy bien constituir una serie de relatos independientes, autoconclusivos, con poca más hilazón que su único protagonista, ese chico salido de las nieblas galaico-portuguesas por el que los años van pasando, pero del que no terminamos de saber si está madurando o cómo está cambiando, si es que lo está haciendo.

Esta impresión se acentúa si cabe en el último tramo, que podríamos definir como de vuelta a los orígenes, donde encontramos de nuevo cosas contradictorias: por una parte, instalada la historia en la postguerra española, don Gonzalo se despacha a gusto con las fuerzas vivas del franquismo. Naturalmente, no es una crítica social o política, sino la visión mordaz del entorno caciquil en que los vencedores han instalado a sus peones más cutres (cierto es que el libro se publicó en 1988, o sea, en un momento ya nada comprometido, pero aun así puede servir para despejar dudas sobre las inclinaciones políticas del autor o su supuesta tibieza anterior). En este contexto encontramos también la que quizá es la escena más inolvidable del libro, un memorable entierro que no vale contar, hay que leerlo. 

Pero tampoco se queda uno del todo conforme. El relato parece haberse instalado es una especie de costumbrismo mordaz (muy gallego), divertido, con buen dibujo de personajes, pero que igual se nos queda un poco chato. Y nuestro Filomeno, hasta entonces más o menos interesante en su constante indefinición, parece experimentar, en su verbo, en sus actitudes, una transformación imprevista y no explicada, que resulta poco convincente.

En general, el libro tiene un cierto aire a Los gozos y las sombras, se mueve en el campo del realismo, en las atmósferas lluviosas y sombrías del noroeste peninsular, poblado con generosidad por los lances amorosos, aunque menos intensos que en la famosa trilogía. Pero desde mi punto de vista, quizá demasiado condicionado, tiene seguramente un lastre fundamental: venir de la misma pluma que escribió La saga/fuga de J.B. ¿Dónde ha quedado la fantasía, el riesgo, la transgresión, que dieron lugar a semejante desparrame literario? Es lo que tiene haber escrito una obra maestra: que cualquier otra cosa que se haga, aunque sea digna –y esta lo es- palidece quizá en exceso. ¿O es tal vez el sesgo Planeta?


5 comentarios:

  1. Lo leí hace muchísimo tiempo y, salvo algunos rasgos del personaje y que me gustó, poco más recuerdo del libro. Cada vez que de tarde en tarde tropiezo con él en la estantería me digo que debería leerlo de nuevo, pero entre que soy poco o nada de releer y que el autor tiene mejores obras, ... Muchos libros y cada vez menos tiempo ... Salud.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta todo lo de torrente ballester kempes 19

    ResponderEliminar
  3. Pues es una novela que no está nada mal, la mano de Torrente Ballester hace que la lectura sea un placer, y tiene momentos muy muy notables. Por eso las dudas que expresaba en la reseña, porque por otra parte la historia me parece algo endeble. Así que diría que el libro es recomendable para cualquier lector, pero quizá nos quedamos un poco a medias los que esperábamos algo realmente digno de la genialidad del autor. Será el Planeta, no sé.

    Saludos y gracias a los dos. Cuidaos mucho.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, han pasado años, pero quizá alguien lea esta respuesta. "Filomeno a mi pesar" es una obra que respende a la tipología de "Novelas de crecimiento". Es un prototipo y, además ejemplar y modélica de ese tipo de relatos, vamos, que como tal, muy buena. Lo que sucede es que una novela de crecimiento, como las de viaje, es muy fácil de trazar para un escritor experimentado. ¿Qué quiere decir esto?, nada especial, el Quijote era una novela de viajes, fácil, de trama subsumida en el camino, y no creo que a don Miguel le costase mucho escribirla, y ya vemos el resultado de extrema calidad. Lo cierto es que las novelas de viajes, de crecimiento o las bizantinas no sólo son fáciles de escribir, sino también de leer, y para el Planeta,se diría don Gonzalo, más que suficiente. Por otra parte, como diría Torrente, una novela como la Saga Fuga sólo se escribe una vez en la vida.

    ResponderEliminar
  5. Pues sí, novela de crecimiento o de aprendizaje, como queramos llamarla. Pero no creo que este subgénero sea necesariamente más fácil de escribir que cualquier otro. Escribirlo con altura, quiero decir. Para don Gonzalo desde luego debió ser más sencillo que unas cuantas de sus otras obras, por supuesto que la Saga/fuga, pero el resultado pudo o debió ser más brillante atendiendo al talento del autor. Como decía en la reseña, la prosa siempre será impecable viniendo de quien viene, pero el conjunto me parece algo así como una obra menor. Aseada, digna, pero con mucho margen de mejora.

    Y casi te diría que apetece más ver comentarios a reseñas publicadas hace tiempo, así que gracias por dejarnos tu opinión.

    ResponderEliminar

Deja a continuación tu comentario. Los comentarios serán moderados y solo serán visibles si los aprueba un miembro del equipo.