Idioma original: español
Año de publicación: 2019
Valoración: Solo para mitómanos
El cine es
técnica y arte, pero también brillo, espectáculo, y a veces una máquina
insaciable que consume ilusiones y hasta vidas, mientras amasa fortunas
gigantescas. De este volumen, recién salido del horno, me interesó sobre todo
el subtítulo. Que cuatro de las actrices más emblemáticas de Hollywood hayan
sido retratadas “más allá del glamour”,
es decir en su aspecto más humano, sonaba bastante tentador. Pero las expectativas
se cumplen o no dependiendo de cómo sean de altas. Yo, lo confieso, esperaba
algo más.
Cuatro
vidas. Narradas con objetividad, ciñéndose a la documentación disponible sin
especulaciones ni concesiones a la ficción. Algo que se agradece, pero quizá toda
esa información podría haberse enriquecido con reflexiones propias y ajenas y
con un panorama sociológico que sirviese de telón de fondo a un conglomerado de
datos, más o menos interesantes, pero como colgados en una especie de vacío,
sin base que los sustente más allá de la que cada uno pueda fabricarse a partir
de sus conocimientos históricos. Se me ocurre que tampoco hubiese sido mala
idea entrecruzar las vidas de las cuatro elegidas, que coincidieron en tiempo y
lugar pero que, excepto alguna alusión aislada, parecen compartimentos estancos.
Con esto pueden imaginar que si el texto no se reduce a una colección de
sabrosos cotilleos es porque –como es de suponer– los lectores, en lugar de
quedarse en la superficie, leerán entre líneas, relacionarán datos y sacarán
sus particulares conclusiones.
La más evidente, tras leer las dos primeras biografías –Ava Gardner y
Rita Hayworth– es que, contra lo que pueda parecer, el mundo no estaba a sus
pies sino que eran ellas quienes rodaban por un suelo resbaladizo formado por
la codicia de unos y la fantasía de los otros. Si a la primera se la conocía como
el animal más bello del mundo, a Hayworth
alguien la definió como “un animal de
adorno”. Aunque algunas consiguieron zafarse de la tiranía de los
productores y lograron imponer sus condiciones a los estudios, era difícil que
estos renunciaran a controlar sus vidas, espiándolas y prohibiéndoles todo lo
que consideraban perjudicial para los intereses de la casa. Como pueden
imaginar, las joyas, ropa cara, fiestas y mansiones impresionantes no las convertían en autónomas, eran solo el envoltorio de lo que realmente estaban
vendiendo: pura carne. A pesar de todo, Gardner acabó siendo lo que quiso: “Si tuviera que volver a vivir mi vida, la
viviría exactamente igual. (…) Porque
la verdad, encanto, es que he disfrutado de mi vida. Me lo he pasado en grande”.
Los excesos,
la falta de estabilidad personal, la exposición continuada, la ambición desmedida las mantenían en constante ebullición, y probablemente tiene mucho más
interés la zona oculta de esas vidas que las películas que llegaron a
interpretar. En palabras de Kelly: “…aprendí
mucho. Pero también encontré mucho miedo en Hollywood, miedo de triunfar y
luego dejar de tener éxito. He dicho a menudo que era un lugar despiadado lleno
de gente angustiada. Allí, la tristeza era como una espesa bruma que lo cubría
todo”. Porque, maticemos, eran decisivos, tanto la extracción social como el
temperamento y la capacidad de rebelarse. No es lo mismo proceder de un
ambiente mísero, incluso haber sido maltratada, y encontrar la tabla de
salvación en una industria que valora el físico por encima de todo, que tener
verdadera vocación y luchar contra viento y marea, pero con el respaldo de un
ambiente acomodado, para hacerse un hueco en la cúspide. Ese fue el caso de
Grace Kelly y Liz Taylor, aunque tampoco ellas pudieron eludir el drama. Grace
luchó toda su vida por conseguir la admiración de su familia, a Liz, su madre la
convirtió en una diva infantil y fue víctima de su propio histrionismo, pero de
algún modo ambas se salieron con la suya.
La
caprichosa Liz, la desgraciada Rita, la indómita Ava, la convencional Grace.
Vidas subordinadas a los hombres que amaron y a los dueños de los estudios.
Siempre insatisfechas, obligadas a rivalizar, ambiciosas a pesar de ellas
mismas. Eso es lo que transmiten estos más de cinco centenares de páginas,
escritas sin nervio, en las que la huella personal de la periodista brilla por
su ausencia. Así que, háganme caso, envuelvan el libro en papel de colores y
regálenselo a su mitómano favorito. Seguro que se lo agradece eternamente.
De Ava Gardner se cuenta una anécdota descacharrante (aunque no sé si en este libro). Resulta que en los años 50 el animal más bello del mundo vivía en Madrid, dedicada a sus pequeñas orgías con mucho alcohol y bastante escándalo. El franquismo siempre trató bien al amigo americano. No decía nada del desenfreno etílico de Ava. Lo de la reserva espiritual de Occidente no iba con ella. Pues bien: en Madrid la Gardner vivía en el mismo edificio que el exiliado general Perón, prócer argentino. Al parecer, los follones no paraban. El pobre Perón se quejaba de las fiestas de Ava porque no le dejaban descansar ni preparar sus discursos. Pidió explicaciones educadamente a la diosa. Un caballero. Y Ava le respondió a voces: maricón. Se enteró toda la calle. Hubo denuncia. Perón acabó por mudarse. Por esas fechas, un señor muy franquista se presentó en casa de Ava, no se sabe si con un requerimiento judicial o para quejarse de los escándalos de la diva. Era nada menos que Blas Piñar, centinela de Occidente. Blas era más franquista que Franco. El caso es que Ava le recibió, dice la leyenda, desnuda, borracha y colocada. Hubo una trifulca tremenda: alaridos, carreras y bofetadas. Don Blas salió de casa de Ava echando humo por las orejas. Acabó antiyanqui fanático. No es de extrañar. La pequeña historia tiene capítulos divertidos.
ResponderEliminarYa hace falta ser un facha idiota para qye te salga Ava Gardner desnuda y todavía marcharte enfadado...; )
EliminarHe leído bastante sobre estas cuatro divas que vivieron sus vidas con enorme intensidad. Mi interés no es suficiente como para abordar un libro de 500 páginas sobre ellas.
ResponderEliminarUna breve disgresión sobre el comentario anterior. Más allá de la verosimilitud de la anécdota. Me resulta curioso que un señor cuyo nick es 1984 (alegato cumbre contra los totalitarismos del Siglo XX) señale a Perón como prócer argentino. Alojado amablemente por el Generalísimo y declarado admirador de Mussolini, el general Perón cuenta con un 40% de admiradores incondicionales, un 40% de detractores furiosos (los llamados gorilas) y un 20% de almas nobles que oscilan en su ponderación hacia él según el momento económico que se viva en Argentina. Los números pueden variar un poco de acuerdo a la fuente. En Argentina próceres son San Martin y Belgrano. Indiscutibles. Es solamente mi humilde opinión.
El Puma
Bueno, Mil novecientos ochenta y cuatro, a Ava Gardner vamos a mencionarla como una mujer bellísima, lo del animal ya hace tiempo que suena a falta de respeto. Incluso si dejamos aparte lo de "animal" como insulto, pues consideramos que se utiliza como sinónimo de "ser humano", tendrás que reconocer que la perspectiva es completamente androcéntrica. Para las mujeres, incluso para algunos hombres, el ser humano más bello del mundo podría ser Brad Pitt. Y, aunque ella me cae especialmente bien, no la veo mucho más guapa que otros paradigmas de belleza femeninos. Desde mi óptica, la más guapa de las cuatro, ya ni hablamos del mundo, me parece Rita Hayworth.
ResponderEliminarCreo que en el libro no se menciona a Blas Piñar -supongo que lo recordaría, aunque nunca se sabe porque esta cuajadito de anécdotas- lo que sí cuenta es una versión del episodio de Perón. Al principio, parece que se llevaban bien, cuando el otro empezó a protestar la convivencia se agrió. Cuenta la leyenda que a Ava también le molestaba algo: los ladridos de sus dos caniches y cuando salía al balcón a ensayar sus discursos ante una multitud virtual, la criada y ella salían a reírse y le gritaban; "Perón, maricón".
Lo que sí me ha quedado claro es que la actriz llegó a los estudios de rebote, siendo una chica de campo iletrada y tímida, pero era muy lista y con el tiempo aprendió que si imponerse en el negocio era una cuestión de gónadas, ella también las tenía, y mucho más grandes que muchos. ¡Bien por ella!
Hola compañero. Yo también he buscado un poco y creo que la desnudez en ese momento era lo menos relevante, porque no la exhibía a la mayor gloria de don Blas sino que pasaba de él, insultaba y estaba completamente fuera de control. Debía ser la primera mujer que no le demostró miedo, incluso la primera persona, cuando el tipo tenía a todo el país en un puño. Eso, los ególatras no lo perdonan en la vida. No sé si has visto lo mal que sientan las chicas de Femen a ciertos sectores de opinión, porque van a lo suyo y no dirigen su desnudez a la líbido de nadie sino que la utilizan para sus propios objetivos, que para eso es suya. Pues algo similar.
Jaja, Puma. Mi interés tampoco era suficiente para leer las, exactamente, 560 páginas que tiene el librito. Pero hay otros motivos más excelsos.
Lo que me extraña -y muchísimo- es que te parezca mal que alguien llame procer a Perón (que lo entiendo) y tú trates a la paca de generalísima y encima con mayúsculas. Puestos a respetar sensibilidades, reciprocidad, por favor.
Saludos a todos.
Lo del animal más bello del mundo lo acuñó al parecer Frank Sinatra (el cantante y actor amigo de todos los padrinos de la Cosa Nostra). No era del gusto de Ava.
ResponderEliminarDificil transmitir la ironía en un comentario, Montuenga. Creeme que siento por el generalísimo (así, con minúsculas) el mismo respeto que por Hitler, Mussolini o Stalin. Cero.
ResponderEliminarEs que he crecido con el humor de un comediante que imitaba a su hermana, Pilar Franco, de una manera caricaturesca y desopilante...
Y pido perdón si he herido alguna susceptibilidad. En el caso de Perón, por lo menos en mí el llamarlo procer no causa ninguna herida. Simplemente, creo que está lejos de alcanzar dicha estatura
En absoluto, Puma, no has herido nada. Mi contundencia no era enfado, solo quería que me entendieras sin alargarme mucho, también quería neutralizar la palabreja, que no se quedase ahí sin más. Aquí solo se usa en contextos muy concretos y muy poco democráticos.
ResponderEliminarDisculpa tú por no haberme explicado mejor.
Las fricciones de Ava Gardner con Perón y las autoridades de la época salen en la serie Arde Madrid. Es bastante divertida.
ResponderEliminarCualquiera sabe que es lo que pasó de verdad, y si hay fuentes fiables o la mayor parte es chismorreo urbano.
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