Idioma original: francés
Título original: Barbe bleue
Año de publicación: 2014
Traducción: Sergi Pàmies
Valoración: repugnante
Título original: Barbe bleue
Año de publicación: 2014
Traducción: Sergi Pàmies
Valoración: repugnante
Comprenderé perfectamente a quien critique que haya leído y reseñado este libro con plena consciencia y deliberación tanto de lo que iba a encontrarme como de lo que iba a escribir sobre él. Pero ya sabéis lo que organizamos sobre los NOOO! BEL y no están los tiempos ni para desperdiciar una reseña ni para no amortizar el tiempo empleado en leer un libro aportando algo de las sensaciones experimentadas al leerlo.
He dicho "tiempo empleado".
Quería decir "tiempo malgastado". Barba azul es la novela número 21 de la escritora belga. A uno por año desde 1991 hasta hoy, en que, me temo, Anagrama debe estar en el proceso de traducción de la del 2019 para sacarlo y seguir pringando su catálogo con la escritora más incomprensiblemente valorada de la historia.
He dicho "sensaciones experimentadas al leerlo".
Temo que aquí ya no voy a ser tan breve y objetivo. Barba Azul es una adaptación del cuento de Perrault, Nothomb ni se ha molestado en cambiarle el título, no nos compliquemos más la vida, pensaría, que con crear la novela ya he tenido bastante. El esfuerzo de todo un año, que es en promedio lo que le cuesta sacar estas novelas de menos de 150 páginas con su tipo de letra generoso, sus diálogos liberadores de peso en los párrrafos, sus capítulos que permiten despachar el libro en un par de horitas, y a devolver el libro a la biblioteca, vete a saber qué les puede pasar a mis tomos de Houellebecq o Bolaño, escritores de Anagrama que deben alucinar literalmente (uno desde cada mundo) preguntándose que hacen sus libros en el mismo catálogo que esta porquería.
Es predecible hasta lo exasperante. Los primeros párrafos ya nos muestran a una tal Saturnine sentada a la espera de ser entrevistada para tomar una habitación asequible en desproporción, pleno París, 500 euros por 40 m2 de ventajas inmobiliarias y la pobre Saturnine, pobrecita ella, única de las candidatas que esperan que ignora que el pretendido cuarto ha tenido ocho inquilinas previas de las cuales nada más se ha sabido (aquí ni hay policía ni detectives ni leyes ni familiares que indaguen ni nada, una licencia literaria como cualquier otra; total, estamos en el París del siglo XXI), a pesar de lo cual una de las candidatas ya ve en ella (y acertará) que será la agraciada con semejante ganga.
Así que Saturnine se instala en la habitación y pronto es agasajada con todo tipo de atenciones hasta que conoce a Don Elemirio Nibal y Mílcar, rico heredero propietario del inmueble, excéntrico caballero español que acumula todos los tópicos habidos y por haber, en el rancio sentido de la palabra. Un personaje esperpéntico, ya no una parodia o una caricatura o una ridiculización, sino un amontonamiento de figuras trasnochadas que emplea una jerga y unos razonamientos de la Edad Media, que lee sentencias de la Inquisición, que tiene dinero por un tubo - cómo no, Saturnine solo gasta champany del bueno y gustos caros, pero oiga, todo eso compensa de sobras el vivir con un asesino en modo pasivo, con un monstruo que se cree con derecho a los intentos de seducción basados en toda la ristra de estereotipos de clase, de género, de raza, de longitud de intestinos.
Y Nothomb pretende que nos traguemos este paquete, lo sitúa en un mundo real con internet y teléfonos móviles, con amigas con las que sales y a las que explicas cosas, lo adereza como diciendo que ya sé que todo esto es intragable e incoherente, pero que todo son licencias y al final me sacaré (del sombrero) la solución final vía soy una chica muy lista y las chicas listas nos empoderamos (pero antes nos enamoramos).
La historia repugna, los diálogos parecen escritos por estetas del siglo XII cargados de ácido, ni un personaje resulta creíble o extrapolable a otros tipos reales salvo a auténticos imbéciles. Haced otra cosa, dormid la siesta, mirad las musarañas, coged casi cualquier otro libro.
Una hora y media,solo, claro, por supuesto. De intensa tortura, por eso.
Totalmente de acuerdo contigo, Francesc. Ya lo insinué cuando reseñé "La juguetería mágica" de Angela Carter, homenaje al cuento de Perrault bien hecho: esta novelita es malísima. Además de sonrojantemente inverosímil, pretenciosa. Todos esos diálogos pomposos, esa elección de nombres... Horrible.
ResponderEliminarPues por mi parte, leyendo los primeros párrafos de varios de sus libros, la descartaba en la biblioteca. Igual insistía con ella (le daba otra oportunidad), porque tenía/tiene una pose de loca y la locura es mi tema. Ahora estoy convencida que la pose es solo eso:marketing.
ResponderEliminarHola, Francesc: de esta escritora solo he leído Estupor y temblores y me pareció graciosa. Ahora, al leerte siento remordimientos de conciencia: ¿ estaba yo mal ?, ¿estaba ella bien? No se...
ResponderEliminarGracias por avisar.
Saludos
hola, Francesc. Coincido bastante en tu opinión de la autora porque, aunque sólo he leído una novela suya ("Ni de Eva, ni de Adán") me pareció bastante floja.
ResponderEliminarSaludos
Marc
Hola:
ResponderEliminarCreo que he leído todo lo que ha publicado, menos la última o las dos últimas. Empecé a leer sus obras con avidez; cuando un autor me gusta, suelo devorarlo hasta que se acaban sus obras, me tomo un respiro o se acaba mi devoción. Empecé a leerla y me sorprendía ; era una voz nueva, cáustica, sorprendente; Ácido sulfúrico, Antichrista, Estupor y temblores, Metafísica de los tubos, Biografía del hambre, Ni de Eva ni de Adán, Diario de golondrina, etc.. No recuerdo a partir de qué libro empezó el declive, pero la gallina de los huevos de oro de Anagrama parece tener que seguir su hábito de publicación anual, al precio que sea. Barba Azul, Petronille, Riquete el del copete, Los crimenes del conde Neviile son infumables y La nostalgia feliz sin mayor interés.
El último libro que compré de ella lo di, me sentí estafada y eso que soy bastante benévola.
Me quedaría con algunos de sus libros, pero de los últimos 9 años o así, con ninguno.
Saludos
Las Catilinarias y Estupor y temblores estaban muy bien. Tenían gracia, sencillez y una picardía que permitía contar cosas serias desde el punto de vista de una chica un poco atolondrada. Tenían su encanto. Pero Amelia repitió la fórmula una y otra vez hasta que el pozo se acabó por secar. Brevedad y humor están bien cuando acompañan a otras cosas, son accesorios. Cuando no existen otras cualidades es como no leer nada. Amelia resulta intrascendente y repetitiva. Se puede dejar de lado.
ResponderEliminarA mí me parece que hay dos Amélies: una escritora de autoficción (como en Estupor y Temblores, para mí, sin ninguna duda, su mejor libro) y otra de ficción, que es bastante inferior.
ResponderEliminarUfff, coincido completamente con tu comentario: me parece sobrevaloradísima!! He leído un par a duras penas para ver de qué tanto hablaban, pero nada, no me ha convencido en lo absoluto.
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