Título original: Omensetter´s luck
Traducción: Ce Santiago
Año de publicación: 1966
Valoración: Muy recomendable
La publicación en España de la obra de William Gass ha sido un tanto “guadianesca”. Publicado por primera (y efímera) vez por Alfaguara en el año 1985, han tenido que pasar más de treinta años para que podamos ver de nuevo, gracias a La Navaja Suiza, su obra en nuestras estanterías. Así, ya son tres la referencias de William Gass en su joven catálogo: “En el corazón del corazón del país”, “Sobre lo azul” y este “La suerte de Omensetter”.
Quizá no haya que romperse
demasiado la cabeza buscando los posibles motivos de esa larga espera. Gass es
un escritor “complicado” que requiere un cierto esfuerzo por parte del lector y
que difícilmente figurará en las listas de “Lo más vendido”, pero su indudable
calidad literaria compensa con creces cualquier otra consideración.
Me centro. “La suerte de
Omensetter” fue la primera novela de Gass (ojo a la novelesca historia de su
reescritura, explicada por el propio autor en una apostilla final) y trae ecos
de Faulkner (¡cómo me recuerda este libro a “El ruido y la furia”!) o de Joyce.
Y es que Gass es uno de esos autores en los que la forma es casi tan importante
como el fondo.
El fondo es la llegada de
Brackett Omensetter y su familia a la localidad de Gilean en la última década
del siglo XIX. Es, resumiendo muy mucho, la narración de los efectos que la
llegada de un elemento extraño y las acciones que este realiza provocan en la
comunidad. Elemento extraño en un doble sentido: el de persona venida de lejos
sin que se conozca nada de su pasado y el de persona fuera de los usos y
costumbres de la comunidad, hasta el punto de que Omensetter puede ser
considerado, al mismo tiempo, un nuevo profeta o un brujo, un ser puro, un
idiota o un cabrón, un contemplativo, un
ser confiado en su destino, un ser sin conciencia o un indiferente. Clave en
esta parte son las referencias religiosas: desde el propio apellido del
protagonista (Omensetter = el que fija los presagios) hasta las continuas
referencias al paraíso, pasando por los incendiarios sermones y reflexiones de
Jethro Furber.
La forma, tan importante como el
fondo, se puede resumir en el uso de tres personajes / narradores, además de un
narrador “externo”. Curiosa resulta la elección de los tres personajes /
narradores por parte del autor. Ninguno de ellos es el propio Omensetter, al
contrario de lo que podría sugerir el título de la obra. La visión que de él
tenemos es la que nos ofrecen tres narradores que tienen una credibilidad
digamos que limitada.
El primero de los narradores es
Israbestis Tott. Pese a ser testigo y en parte protagonista de los
acontecimientos, la visión que nos ofrece se aleja en el tiempo de los mismos.
Se trata de una visión marcada por la vejez, la enfermedad y las figuraciones y
es utilizada por el autor para presentar a algunos de los personajes clave de
la novela.
El segundo de los narradores es
Henry Pimber. Su entrada en contacto con ese ser extraño y peculiar que es
Omensetter le pondrá frente a un espejo en el que resultará terrible mirarse,
lo que dará pie a uno de los hechos fundamentales de la novela.
El tercer y principal narrador y
protagonista de la novela será el reverendo Jethro Furber. La llegada de
Omensetter y el miedo a lo diferente le harán entrar en una espiral obsesiva en
la que la culpa, el sexo y un fuerte sentimiento de extrañeidad o exilio
interior jugarán un papel preponderante.
Fruto de los estados mentales de
los tres narradores será la propia estructura de la novela. Así, estamos ante
una narración fragmentaria y confusa en la que la voz narrativa y los tiempos
se alternan sin aparente orden ni concierto y en la que diálogos,
descripciones, deslavazados monólogos interiores (el Benjy de "El ruido y la furia" parece sobrevolar el texto), realidad y visiones, terrible lucidez y absoluta
enajenación mental hacen que el lector haya de permanecer atento.
Como podéis imaginar, esta no es
una novela fácil ni “tradicional”. La ausencia de linealidad, las diferentes
voces narrativas utilizadas, el continuado uso de metáforas y la multiplicidad
de posibles lecturas (por momentos hasta me venía a la cabeza la tremenda “La
cinta blanca” de Michael Haneke) ligan el texto a la vanguardia y a la
experimentación. Eso sí, más allá de las innovadoras formas, el fondo es
absolutamente universal y atemporal. Ahí reside su principal valor.
También de William Gass en ULAD: En el corazón del corazón del país
Gran reseña Koldo. Cuando leí Gass no tuve dudas que era tuya.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, amigo. Ahora a ver si se animan a publicar "The tunnel" y tardan menos de lo que tardó Gass en escribirla.
ResponderEliminarAbrazo!
Gracias koldo por la reseña. Mayor Thompson
ResponderEliminarJusto lo acabo de terminar, animado precisamente para su lectura por la entrada de este blog (soy un apasionado de Faulkner y la simple referencia del ruido y la furia no me hizo dudar).
ResponderEliminarEs cierto que se nota muchisimo la influencia, aunque al contrario que Faulkner, en mi opinión, Gass no logra captar la esencia del territorio y los dramas que arrastran los personajes con tanta precisión.
Eso por supuesto no impide que la obra sea de un nivel literario altísimo, y sobretodo, una obra para nada convencional, que en muchos momentos exige esfuerzo e incluso alguna reelectura.
Destacaría sobretodo el lenguaje en muchos momentos crudo e incluso desagradable, presente especialmente en la parte de Furber (me ha recordado un poco a Céline).
En definitiva, un autor poco conocido en nuestro país, pero que merece la pena abordar.
Muchas gracias por la recomendación y enhorabuena por el blog!
Pues muchas gracias a ti, Caesar, por varios leernos y comentar y por hacer caso de nuestras recomendaciones (y encima si el libro te ha gustado...).
ResponderEliminarEn cuanto a lo que comentas de Faulkner, quizá se debiera a que poco antes de leer "La suerte de Omensetter" leí "El ruido y la furia". No lo sé.
Y la parte de Furber, es verdad. Qué desagradable llega a ser el cabrón!
Nada, un abrazo y seguimos leyendo!