Título original: Sabrina
Año del publicación: 2018
Traducción: Carlos Mayor
Valoración: recomendable (creo)
Supongo que no hace falta la aclaración, pero por si acaso, ahí va: este libro no tiene nada que ver (pero NADA) ni con la joven bruja adolescente llamada Sabrina ni con la joven no menos pizpireta que interpretó Audrey Hepburn en la película del mismo título. Repito: NADA DE NADA. Esta Sabrina es, sin embargo, la novela gráfica para adultos (no es para niños, en cualquier caso) que más elogios y parabienes ha recibido en el último año, e incluso siendo el primer libro de estas características finalista en el Man Booker Prize. Tal vez la unánime buena acogida se deba a que cumple varios requisitos que se aprecian en las novelas gráficas de este tipo:
1- Dibujo sencillito, aunque prolijo, con un estilo que recuerda un poco al de los libros didácticos para niños -no es broma: hay incluso un par de páginas, que recrean uno de esos libros y resultan perfectamente integradas-; abundancia de viñetas con paisajes desiertos, calles desiertas, habitaciones desiertas...
2- Personajes estáticos, aplatanados, incluso; no esperéis encontrar aquí musculosos superhéroes en abarrocadas composiciones. Incluso un tío en calzoncillos acechando a alguien con un cuchillo en la mano, por ejemplo, parece un simpático muñequito con el que aprender las partes del cuerpo humano (menos la pilila, claro).
3- Poco diálogo y el que hay oscila entre lo átono y lo desesperado, la banalidad y la angustia... Quizá en compensación, se emplea con bastante soltura elementos narrativos "novedosos" -bueno, estamos ya en pleno siglo XXI, caramba-, como los e-mails o las redes sociales. Algo que, en este caso, no se debe sólo a una cuestión estilística, sino que constituye un elemento central de la trama e incluso uno de los temas importantes del libro.
Ya digo que esta trama es de todo menos festiva: la Sabrina del título es una joven de Illinois cuya desaparición un buen día, cerca de su casa, sume en el estupor y la consternación a su familia y allegados, que temen pueda haber sido víctima de algún maníaco secuestrador o asesino. Su novio Teddy, por su parte, preso de una profunda depresión, acaba por refugiarse en casa de su amigo Calvin, que sirve como soldado en una base del ejército en Colorado y que, a su vez, está viviendo su propia crisis al ser abandonado por su mujer e hijita; no tiene nada claro que va a hacer con su futuro, pero asume la tarea de cuidar de Teddy. En fin, no quiero ser más explícito pero aviso que la trama se va enredadando y en ella tienen un lugar importante, como he mencionado, internet y las redes sociales, que exacerban esa percepción tan común hoy en día de que no podemos preservar nuestra intimidad en un mundo en el que, sin embargo, nos conocemos cada vez menos unos a otros.
El libro deja una sensación bastante desoladora, o al menos un amargo sabor de boca -más aún si tenemos en cuenta que su autor apenas tiene treinta años-: no pretendo asegurar que no hay en él cierto lugar para la esperanza, pero éste resulta más un reducto fortificado, a modo de santuario privado para las personas de buena voluntad, que han de conformarse con sus pequeños refugios libres de odio, que un espacio abierto en el que poder vivir en confianza con nuestro prójimo y, sobre todo, sin tener miedo -que es, creo, el gran tema del libro- a los demás. Pero bueno, quizás sea que es éste el signo de los tiempos, no lo sé...
3- Poco diálogo y el que hay oscila entre lo átono y lo desesperado, la banalidad y la angustia... Quizá en compensación, se emplea con bastante soltura elementos narrativos "novedosos" -bueno, estamos ya en pleno siglo XXI, caramba-, como los e-mails o las redes sociales. Algo que, en este caso, no se debe sólo a una cuestión estilística, sino que constituye un elemento central de la trama e incluso uno de los temas importantes del libro.
Ya digo que esta trama es de todo menos festiva: la Sabrina del título es una joven de Illinois cuya desaparición un buen día, cerca de su casa, sume en el estupor y la consternación a su familia y allegados, que temen pueda haber sido víctima de algún maníaco secuestrador o asesino. Su novio Teddy, por su parte, preso de una profunda depresión, acaba por refugiarse en casa de su amigo Calvin, que sirve como soldado en una base del ejército en Colorado y que, a su vez, está viviendo su propia crisis al ser abandonado por su mujer e hijita; no tiene nada claro que va a hacer con su futuro, pero asume la tarea de cuidar de Teddy. En fin, no quiero ser más explícito pero aviso que la trama se va enredadando y en ella tienen un lugar importante, como he mencionado, internet y las redes sociales, que exacerban esa percepción tan común hoy en día de que no podemos preservar nuestra intimidad en un mundo en el que, sin embargo, nos conocemos cada vez menos unos a otros.
El libro deja una sensación bastante desoladora, o al menos un amargo sabor de boca -más aún si tenemos en cuenta que su autor apenas tiene treinta años-: no pretendo asegurar que no hay en él cierto lugar para la esperanza, pero éste resulta más un reducto fortificado, a modo de santuario privado para las personas de buena voluntad, que han de conformarse con sus pequeños refugios libres de odio, que un espacio abierto en el que poder vivir en confianza con nuestro prójimo y, sobre todo, sin tener miedo -que es, creo, el gran tema del libro- a los demás. Pero bueno, quizás sea que es éste el signo de los tiempos, no lo sé...
Hola Juan, excelente reseña. Pero entonces ¿tampoco va sobre la Sabrina italiana que nos conmocionó en los 80?. Bueno bromas aparte. Tengo el libro esperando para hincarle el diente, todo el mundo habla de él, y bueno me crea cierto escepticismo. Como bien dices el estilo de Drnaso (pronounced “dur-nass-oh”) es casi infantil, minimalista y común esa paleta de tonos pastel, pero tiene una enorme capacidad para trasmitir esas emociones agridulces que señalas. A mi esas sensaciones no diré que me agradan pero me dejan como absorto, con una mezcla de sorpresa y desconsuelo. Me paso con Beverly por ejemplo. Y me pasa con obras de Bastien Vivès: La blusa, El gusto del cloro.
ResponderEliminarTe dejo un enlace al artículo que le dedico el New Yorker, a la gestación y elaboración de la obra, interesante.
ResponderEliminarThe Bleak Brilliance of Nick Drnaso’s Graphic Novels
https://www.newyorker.com/magazine/2019/01/21/the-bleak-brilliance-of-nick-drnasos-graphic-novels
¡Maldita sea, se me olvidó la Sabrina más importante de todas! Estoy tentado a volver a escribir la reseña y lo digo en serio...
ResponderEliminarEn fin, dejémosla así... Sir Robin, me alegro de que estés de acuetdo con mi reseña, porque yo también estoy de qcuerdo con tus comentarios. El caso es que este libro me ha dejado una sensación ambivalente, agridulce, como dices tú: por una parte, me patece que tiene una gran honduta dramática y muchas posibilidadespenserarias (no he dejado de pensar que con este argumento Franzen, por ejemplo, sacaría una novela de 500 páginas); por otro, me resulta demasiado desoladora. Incluso sospecho que el resquicio que deja para la esperanza es, en alguna medida, una concesión al gusto o sentir general, más que otra cosa...
Por otro lado, no he leído nada más de este autor, así que puedo comparar si siempre es así de cascabelero (sospecho que no).
En todo caso, gracias por el conentario y el enlace, Sir Robin. Un saludo.
Tiene muy buena pinta, me lo apunto. ¡Gracias Juan!
ResponderEliminarGracias a ti Juan, yo me apunto lo de cascabelero. Me temo que sí que lo es. Y muy buena la idea de la novela de Franzen, je, jje. El estilo de Drnaso me recuerda al de Richard Ford o Richard Yates, en ese regusto del que hablamos al terminar la lectura. Salud.
ResponderEliminarHola, Juan y a todos:
ResponderEliminarClaro que es el tiempo que vivimos así, buscando un refugio donde preservar la intimidad, defendernos de un entorno amenazador y de tanta sensación de prisa y ansiedad. Lo que también tengo claro que lo que triunfa es lo pesimista (asociando el pesimismo a la lucidez) o el buenismo tonto de autoayuda. ¿No hay historias bonitas y optimistas que sean buenas? Necesitamos un equilibrio y un resquicio a la esperanza. Digo esto porque todo lo que leo últimamente y que se considera “de calidad” es terriblemente desolador: Houllebecq, Chirbes, Lamaitre, etc..Por el contrario, cuando un libro es alentador, esperanzado y “bonito” (en el sentido clásico) es tildado de ingenuo y falto de realidad. A ver..ambas visiones de la realidad deberían ser consideradas igual, ¿no?
Dejando esa cuestión de lado, soy una fanática del cómic, y supongo que este caerá, pero este verano me han
prestado..¡la colección entera de Spirou desde los años 50! Encima me he comprado varios ejemplares deTBO de tapa dura..
El amigo Juan entenderá que esto tiene prioridad..
Saludos tebeisticos
¡Madre mía, el TBO, cómo me gustaba el profesor Franz de Copenhague! (Y eso que yo era acérrimo de Bruguera)
ResponderEliminarLo cierto es que leyendo esta novelaehe sentido algo o mucho, de esa desazón que comentas tú. Supogo que además, en este caso, acentuada por ese contraste entre la historia tremenda que cuenta y el dibujo, con un aire tan naïf... Ahora bien, por la calidad literaria del libro, no puedo por menos que recomendarlo.
Otro saludo y gracias por el conentario.