Título original: Cat on a hot tin roof
Año de publicación: 1947
Traducción: Amado Diéguez
Valoración: Imprescindible
Todavía me sorprende que una obra escrita a mediados del siglo pasado sea capaz de exponer con tanta franqueza y verosimilitud cuestiones que a día de hoy —en estos tiempos de buenismo, corrección y postureo— solo se prodigan bajo el velo de la superficialidad y el tabú. Y es que la frustración sexual o la homosexualidad no son cuestiones sobre las que conviene reflexionar demasiado que, a lo mejor, acaba una con un póster de Lady Gaga en la pared del dormitorio.
Afortunadamente para nosotros, Tennessee Williams no tenía problema en retratar a sus criaturas en toda su desoladora miseria y, gracias a eso, hoy podemos disfrutar de unas historias de gran calado e intensidad sostenidas por personajes cargados de humanidad.
Resumen resumido: Brick y Margaret están alojados en la mansión familiar de Brick con motivo del cumpleaños de su padre. La casa, en medio de una inmensa plantación algodonera, se convierte en una jaula para el joven matrimonio en crisis, donde también confluyen una serie de secretos y traiciones a punto de estallar a causa de la enfermedad terminal que padece el patriarca. Sin embargo, Maggie está dispuesta a pelear —como una gata— para sacar a Brick de la apatía en la que el alcohol lo tiene sumido y conseguir que afronte sus responsabilidades como marido y como hijo.
Una gata sobre el tejado de zinc ganó el premio Pulitzer de Drama en 1955, es una de las obras más conocidas de Tennessee Williams y, por lo visto, también su preferida. El dato me resulta de lo más interesante teniendo en cuenta el esfuerzo titánico que hace el autor para transmitir con verosimilitud y emoción los conflictos de sus personajes; me refiero a la cantidad y concreción de las indicaciones que siembra por todo el texto para garantizar que los personajes no pierdan el rumbo en escena. Porque si Una gata sobre el tejado de zinc fuera una novela en lugar de una obra de teatro, sin duda dispondría de más recursos para facilitar toda esa información de lo no dicho. Y por eso creo que Tennessee Williams valora especialmente esta obra, porque era muy consciente del reto que se había puesto a sí mismo y logró superarlo con éxito.
Sobre la dificultad para expresar los conflictos de los personajes reitero, como ya dije en Un tranvía llamado Deseo, la universalidad de los conflictos que Tennessee Williams explora en sus obras. Solo que en el caso de Una gata sobre el tejado de zinc no vamos a presenciar a dónde conducen dichos conflictos (como sucede con Blanche y Stanley) si no cómo se gestaron, sin que por ello se deba llegar a ningún tipo de solución reveladora, tal como expone el propio autor en una de sus meticulosas acotaciones:
«(…) El pájaro que espero atrapar con la red de esta obra no es la solución al problema psicológico de un hombre. Intento atrapar la verdadera naturaleza de la experiencia en un grupo de personas, ese intercambio turbio, tembloroso, evanescente —¡tan fieramente cargado!— de los seres humanos en la tormenta de una crisis corriente. En una obra hay que dejar cierto misterio y no revelar a los personajes por entero, de igual modo que, en la vida, las personas no se revelan por entero y reservan cierto margen de misterio incluso para sí mismas. Esto no exime al dramaturgo de su deber de observar e investigar tan clara y profundamente como legítimamente pueda, pero sí debería evitar que se quedara en esas conclusiones “fáciles”, en esas definiciones simples que hacen que una obra no sea más que una obra y no una trampa para atrapar la verdad de la naturaleza humana.»
Por todo lo dicho, los papeles principales, de Maggie y Brick, exigen un ejercicio de contención sublime e imagino que deben ser todo un regalo y un reto para cualquier actriz o actor, al tiempo que un grandísimo quebradero de cabeza.
El título, Una gata sobre el tejado de zinc está bastante logrado y además queda totalmente justificado a lo largo del texto de la obra: porque Maggie de soltera era conocida como Maggie la gata, porque Maggie se halla en la encrucijada de abrasarse en el tejado (permanecer allí donde se siente infelizmente privilegiada) o saltar del tejado (sin sentir nada y sin privilegios), y porque, dejémonos de hipocresías, Maggie está que arde y Brick la ignora como a un pez de colores.
Por otra parte, las adaptaciones teatrales son más que numerosas mientras que, en lo que se refiere al cine, tan solo conozco una adaptación, aunque mítica, con Elizabeth Taylor y Paul Newman. Pero por muy buena que sea la película ¿por qué no leer primero la obra?
Hola Beatriz: dos reseñas de T. Williams con calificación de imprescindible, no será mucho? 😉 En fin, veo que te ha deslumbrado.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Saludos
Gabriel:
ResponderEliminarSí, sí, sí. Siendo dos obras del mismo autor y con conflictos de naturaleza similar, ambas deben ser leídas y degustadas indistintamente. Aunque tu observación me parece muy acertada y tengo que decir que en ambos casos lo de "imprescindible" va también ligado a lo necesarias que me parecen este tipo de obras en estos momentos de buenismo y postureo (e ignorancia y deshumanización) que estamos viviendo.
Gracias por comentar!
Hola Beatriz. Hay otra adaptación a la TV que cuenta con las actuaciones de Tommy Lee Jones y la gran Jessica Lange. Beso.
ResponderEliminarHola compañera:
ResponderEliminarSi se me permite un comentario en mi tono pedantuelo habitual, yo había leído que la supresión del adjetivo "caliente" del título en España (en Hispanoamerica se mantuvo, según parece) fue una de esas simpáticas cosillas que tenía la censura franquista, pero pensaba que había sólo en el caso de la película no de la obra teatral (o el libro). Te iba a preguntar si sabías algo, pero antes he consultado santa Wikipedia y, si hemos de fiarnos, parece que la peli es del año 1958, mientras que en España no se representó en teatro hasta el año siguiente (por mor del éxito de la película, supongo), luego tampoco se publicaría antes de esa fecha, supongo también.
También sería interesante saber si la traducción de "tin" por zinc, en vez de estaño u hojalata o incluso "chapa", de forma más genérica, se debe a que entonces todo tejado metálico en España se fabricaba con zinc o a que se pretendía evitar otras asociaciones turbadoras (sobre todo la palabra "chapa", que por aquel entonces conservaba un significado sexual, en argot).
Vale, ya lo dejo. Muy buena reseña, por cierto; nos hacen falta más de obras de teatro, sin duda. Saludos.
Se me hace difícil leer teatro porque no se escribió para ser leído, sino representado. Es penoso que las grandes obras teatrales "de culto" apenas se representen en España, y cuando se hace es mediante absurdas "actualizaciones" o versiones (en realidad per-versiones) de un disparatado adaptador, que creyéndose un genio destroza su esencia. Queremos ver las obras de teatro tal como salieron -auténtica, originalmente- de la mente de su verdadero autor.
ResponderEliminarSandra Suárez
Richard:
ResponderEliminarPues no me parece un mal tándem, mira tú por dónde. Ahora voy a tener que verla, maldito seas.
Un saludo.
Juan:
A saber. Lo cierto es que dan ganas de inaugurar una nueva serie en el blog que se llame "Malditos títulos" y este en concreto podría inaugurarla porque tiene para mucho. Siempre me ha parecido un título sugerente y a la vez intrincado y sí creo que la traducción no sabe traer toda su esencia pero la obra es tan buena que me vale.
Gracias por comentar.
Sandra:
Ya imaginas que no comparto la primera parte de tu comentario (el tema de leer teatro o no no es nuevo en este blog) pero sin embargo estoy al 100% con la segunda parte. Menos inventos y más confianza en el espectador ¿no?
Un saludo.
Ja ja. Saludos!
ResponderEliminarHola, Beatriz:
ResponderEliminarAy, qué acumulación de pendientes tenemos. No he leído la obra ni visto la película entera, quizás sea porque sólo veía a Paul Newman y no me enteraba de nada. Respecto al debate entre las chicas: teatro representado antes que leído sin duda y las adaptaciones no me parecen mal, aunque me encanta el teatro clásico. Y de una obra llevada al cine, me quedo con "El perro del hortelano", que encima está en verso.
Saludos y cuidado con quien vais.
Hola, Beatriz:
ResponderEliminarIgnoro, aunque pienso que sí, si las películas estupendas añaden grandeza a estupendas obras literarias como las de Tennesse Williams.
Me refiero a Un tranvía llamado deseo, Dulcepájaro de juventud, De repente el último verano, La noche de la iguana o La gata sobre el tejado de zinc. Películas maravillosas, con fidelidad a la obra literaria, con extraordinarias interpretaciones. Para mí, el ambiente ligeramente vulgar de la burguesía americana se aprecia mejor en esas extraordinarias películas que en la obra teatral.
Saludos.
Beatriz:
ResponderEliminarDesde luego que no hay que despreciar en absoluto algunas de esas grandes producciones que señalas. Como poco, acercan la obra al gran público.
Gracias por comentar.
Lupita:
ResponderEliminarLo de Paul Newman es inevitable.
Conste que no digo que sea mejor LEER teatro que PRESENCIARLO. Eso sería una sinrazón. Lo que vengo defendiendo desde hace varios post es que la lectura de teatro es otra forma de degustarlo que puede aportar tantas satisfacciones (o más) que la lectura de cualquier novela de ficción.
En cuanto a "El perro del hortelano", me gustó pero me pareció algo encarcarada. Quizá fuera la cuestión del verso o las interpretaciones. Hace muchos años ya. Tal vez toque revisión.
Gracias por comentar!