Título original: Benediction
Traducción: Cruz Rodríguez Juiz (ed. en castellano) / Marta Pera Cucurell (ed. en catalán)
Año de publicación: 2013
Valoración: está bien
En este último volumen de la «trilogía de la llanura», iniciada por «Canción de la llanura» a la que sigue «Al final de la tarde», visitamos de nuevo Holt a manos de Kent Haruf, ese condado ficticio ubicado en Colorado, que el autor conoce perfectamente, pues recrea un pasaje ya vivido por él, en su propia infancia, en su propia vida. Esa familiaridad que conoce y contagia, que desgrana y muestra con sus claroscuros, pero siempre con una mirada tierna, con una complicidad que evita cargar plenamente las tintas sobre sus personajes, mostrándolos entrañables, a la vez que imperfectos y altamente reales.
El estilo de Haruf es inconfundible, de manera que justo al empezar «Bendición», y tras haber leído los dos primeros volúmenes de la trilogía, uno toma conciencia del impacto del conjunto de la obra en el lector; se reconoce de manera inexorable la repercusión de un autor cuando sus libros dejan huella, cuando nos depositan una serie de imágenes, un poso donde recuperar los recuerdos de agradables lecturas. Este impacto se hace evidente cuando ya en las primeras páginas nos vuelven todas las sensaciones que dejamos aparcadas al terminar la lectura del segundo volumen. Es abrir el libro y casi poder oler esos aromas a tierras conreadas, a rancho y naturaleza, al remanso de paz que proporcionan las pequeñas poblaciones de una Norteamérica profunda que avanza a un ritmo calmado, centrando la mirada en sus habitantes y dejando que el horizonte de sus vidas lo delimiten las llanuras.
El libro empieza de manera parecida a los demás de la trilogía, con la presentación paulatina de los personajes, a los que la narración de Haruf, lenta y pausada, va dando forma, consiguiendo que la imagen de los diferentes protagonistas se vaya formando en nuestras cabezas. Sin embargo, hay algo diferente en este último libro, pues parece como si algunos de los personajes no tengan el carisma de los anteriores libros, o al menos no el suficiente para soportar el peso de la narración. Parece como si el autor ya hubiera exprimido todo el jugo, y haya secado parte de su capacidad imaginativa. Cuesta encontrar un personaje al que engancharse, cuesta dar con una Victoria Roubideaux o en unos hermanos McPheron con los que identificarse, o al menos empatizar con ellos, comprenderlos, compartir sus sentimientos, pues los protagonistas principales de este tercer son un controvertido reverendo y un hombre de avanzada edad que se acerca a los últimos días de su vida y, lamentablemente, no tienen el magnetismo de los personajes de anteriores volúmenes. Además, hay muchos personajes de edad avanzada, y ese envejecimiento también se nota a nivel narrativo, falta ímpetu e intuyo cierto acomodamiento en la narración. Cabe decir, que este libro fue escrito por el autor poco antes de su última novela «Nosotros en la noche», escrita al final de los días del autor, y estilísticamente se le acerca bastante, incluso más que a los otros dos libros de la trilogía. La mirada que pone Haruf sobre los personajes es la de alguien ya mayor, que ve como los días se apagan mientras baja el sol por el horizonte de Holt, y es una mirada triste y melancólica, centrada principalmente en personajes de edad avanzada. Su voz suena a un final, no únicamente de la trilogía sino también de una vida, es una mirada al pasado, hacia la vida que expira, y es una mirada altamente triste, por lo que narra, pero también por el tono. Se entrevé en las líneas de cada página que el ritmo decae, que la historia se diluye, que se nos va de las manos. El autor mantiene el control, pero la sensación que nos deja es de un eterno e irremediable final, de la historia, y de la vida.
Que «Bendición», escrita en 2013, esté mucho más cerca cronológicamente de «Nosotros en la noche» (2015) que de «Al final de la tarde» (2004), segundo libro de la trilogía, es algo que se hace palpable habiendo leído su obra, pues los temas tratados, el ritmo y el enfoque, acercan más al autor a esta última obra que a las anteriores. Además, en este tercer libro no aparecen personajes de los libros precedentes, con lo cual rompe también la continuidad narrativa, cosa que no sucedía en el segundo libro. Por ello, da la sensación que, estando cerca el fin de sus días, el autor quisiera poner en el mismo marco anímico su propio estado con el de su obra, y formar también el mismo parte de ella. Holt podría ser su casa, él podría ser Dad, o alguno de los hermanos McPheron. Y esta historia podría ser también la suya.
A pesar de estos aspectos menos logrados, comparativamente, respecto a los otros dos volúmenes, se trata de un libro que se lee con agrado. Kent Haruf sabe escribir, eso es indudable, y este libro cierra la trama de manera coherente con su planteamiento. Es el final de la trilogía, el final de un camino, porque con este libro termina la historia. Las luces se apagan en el condado de Holt, la vida se apaga con ellas mientras vemos que las vidas de nuevos personajes seguirán, en un nuevo comienzo, un nuevo despertar, y el sol amaneciendo de nuevo en el ya añorado paisaje de tierras, campos y calma de la llanura. Porque el mensaje es claro, hay que disfrutar de los pequeños detalles de la vida, de «la preciosa vida ordinaria», como afirmaría el predicador Lyle. Amén.
El estilo de Haruf es inconfundible, de manera que justo al empezar «Bendición», y tras haber leído los dos primeros volúmenes de la trilogía, uno toma conciencia del impacto del conjunto de la obra en el lector; se reconoce de manera inexorable la repercusión de un autor cuando sus libros dejan huella, cuando nos depositan una serie de imágenes, un poso donde recuperar los recuerdos de agradables lecturas. Este impacto se hace evidente cuando ya en las primeras páginas nos vuelven todas las sensaciones que dejamos aparcadas al terminar la lectura del segundo volumen. Es abrir el libro y casi poder oler esos aromas a tierras conreadas, a rancho y naturaleza, al remanso de paz que proporcionan las pequeñas poblaciones de una Norteamérica profunda que avanza a un ritmo calmado, centrando la mirada en sus habitantes y dejando que el horizonte de sus vidas lo delimiten las llanuras.
El libro empieza de manera parecida a los demás de la trilogía, con la presentación paulatina de los personajes, a los que la narración de Haruf, lenta y pausada, va dando forma, consiguiendo que la imagen de los diferentes protagonistas se vaya formando en nuestras cabezas. Sin embargo, hay algo diferente en este último libro, pues parece como si algunos de los personajes no tengan el carisma de los anteriores libros, o al menos no el suficiente para soportar el peso de la narración. Parece como si el autor ya hubiera exprimido todo el jugo, y haya secado parte de su capacidad imaginativa. Cuesta encontrar un personaje al que engancharse, cuesta dar con una Victoria Roubideaux o en unos hermanos McPheron con los que identificarse, o al menos empatizar con ellos, comprenderlos, compartir sus sentimientos, pues los protagonistas principales de este tercer son un controvertido reverendo y un hombre de avanzada edad que se acerca a los últimos días de su vida y, lamentablemente, no tienen el magnetismo de los personajes de anteriores volúmenes. Además, hay muchos personajes de edad avanzada, y ese envejecimiento también se nota a nivel narrativo, falta ímpetu e intuyo cierto acomodamiento en la narración. Cabe decir, que este libro fue escrito por el autor poco antes de su última novela «Nosotros en la noche», escrita al final de los días del autor, y estilísticamente se le acerca bastante, incluso más que a los otros dos libros de la trilogía. La mirada que pone Haruf sobre los personajes es la de alguien ya mayor, que ve como los días se apagan mientras baja el sol por el horizonte de Holt, y es una mirada triste y melancólica, centrada principalmente en personajes de edad avanzada. Su voz suena a un final, no únicamente de la trilogía sino también de una vida, es una mirada al pasado, hacia la vida que expira, y es una mirada altamente triste, por lo que narra, pero también por el tono. Se entrevé en las líneas de cada página que el ritmo decae, que la historia se diluye, que se nos va de las manos. El autor mantiene el control, pero la sensación que nos deja es de un eterno e irremediable final, de la historia, y de la vida.
Que «Bendición», escrita en 2013, esté mucho más cerca cronológicamente de «Nosotros en la noche» (2015) que de «Al final de la tarde» (2004), segundo libro de la trilogía, es algo que se hace palpable habiendo leído su obra, pues los temas tratados, el ritmo y el enfoque, acercan más al autor a esta última obra que a las anteriores. Además, en este tercer libro no aparecen personajes de los libros precedentes, con lo cual rompe también la continuidad narrativa, cosa que no sucedía en el segundo libro. Por ello, da la sensación que, estando cerca el fin de sus días, el autor quisiera poner en el mismo marco anímico su propio estado con el de su obra, y formar también el mismo parte de ella. Holt podría ser su casa, él podría ser Dad, o alguno de los hermanos McPheron. Y esta historia podría ser también la suya.
A pesar de estos aspectos menos logrados, comparativamente, respecto a los otros dos volúmenes, se trata de un libro que se lee con agrado. Kent Haruf sabe escribir, eso es indudable, y este libro cierra la trama de manera coherente con su planteamiento. Es el final de la trilogía, el final de un camino, porque con este libro termina la historia. Las luces se apagan en el condado de Holt, la vida se apaga con ellas mientras vemos que las vidas de nuevos personajes seguirán, en un nuevo comienzo, un nuevo despertar, y el sol amaneciendo de nuevo en el ya añorado paisaje de tierras, campos y calma de la llanura. Porque el mensaje es claro, hay que disfrutar de los pequeños detalles de la vida, de «la preciosa vida ordinaria», como afirmaría el predicador Lyle. Amén.
Qué maravilla de reseña! Has conseguido que ese “está bien” no me impida querer leer la Trilogía ya mismo. Espero empezarla pronto y descubrir al fin a este escritor. Gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias, Irati!
ResponderEliminarLa verdad es que se trata de una interesante trilogía, especialmente los dos primeros volúmenes. El estilo de Haruf hace que les cojas cariño a los personajes y te vas impregnando de la historia, de sus vidas, de sus problemas. Un autor a tener en cuenta.
Saludos, y gracias por tus elogios y por comentar la entrada.
Marc
Hola Marc, me sumo al comentario de Irati. Magnifica reseña, estupendamente escrita.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Gabriel. Te lo agradezco :-)
ResponderEliminarSiempre animan estos comentarios, es un honor
Saludos
Marc
Muy buena reseña. La trilogía es estupenda, sobre todo porque el estilo del autor te atrapa desde el principio pero coincido con Marc en que los dos primeros son mejores y este último es excesivamente triste y merece la pena leerlo si has leído los anteriores pero no tanto de forma aislada.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo, por tus elogios a la reseña.
ResponderEliminarCelebro que hayamos coincidido con la valoración.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc