Idioma: español
Año de publicación: 2018
Valoración: está bien
Me habían recomendado con entusiasmo a esta escritora, y, a falta de leer su anterior obra, El nervio óptico (tranquis: próximamente en Un Libro Al Día), me puse con la última que ha publicado, de no menos sugestivo título, La luz negra. ¿Dictamen al respecto? Pues regulinchi, amigos de ULAD, lo que no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario... Me explico:
La novela está compuesta como una carrera de relevos entre cuatro personajes femeninos bastante intensitos -sale también algún que otro hombre, pero pintan poco... en este caso, de forma literal- o que, si se prefiere, conforman una especie de partida de póker, o de bridge, o de parchís, qué más da... de lo que sea que las obligue a mantener en tensión los hilos trazados entre ellas para sostener la narración. Ésta, contada en primera persona, corre a cargo de una joven sin oficio ni vocación que entra a trabajar en el departamento de autenticación y valoración de obras de arte de un importante banco, donde tiene como mentora a la legendaria Enriqueta Macedo, que la inicia no sólo en los secretos de su profesión, sino también en otros asuntos más turbios que la rodean. A partir de esta relación y una vez establecida en el mundo del arte, la protagonista-narradora se centra hasta la obsesión en otras dos figuras de mujer: la pintora de origen austríaco Marietta Lydis -personaje real, hay que decir- y su contrapartida o complemetaria, La Negra, mítica falsificadora y protagonista del ambiente artístico y alternativo argentino de los años 60.
Como se ve, la ambientación -los entresijos artísticos, las falsificaciones, el underground porteño- resulta bastante sugerente, los personajes interesantes y de gran presencia, y el tema de fondo -la búsqueda de un modelo a imitar o al menos de referencia, incluso una figura materna, por parte de una joven- puede dar bastante juego... ¿por qué he escrito antes, entonces, que el resultado de todo esto es más bien regulero? En mi opinión, lo que falla es la tensión que ya he mencionado; no sé si por falta de la misma o por un exceso de ella, porque la escritora ha apretado demasiado las clavijas. Pero el caso es que la dialéctica (si se me permite el palabro) entre fondo y forma que condiciona toda narración se ve aquí descompensada, como la cuerda de un instrumento mal afinada o un manzana de apariencia perfecta que resulta, al ser mordida, estar fofa... Quizás el problema se encuentre en el formato o extensión del libro: se trata de una novela corta, que busca la condensación narrativa, cuando la historia que cuenta, o al menos en algunos momentos, lo que pide es dejarse ir, creo yo.
Pero tampoco quiero dejar la impresión de que esta es una novela fallida del todo; aparte del interés que suscita el argumento, ambientado en los aspectos más escondidos del mundillo del arte -también, parece, los relatos de El nervio óptico, pero bueno, su autora ha sido crítica de arte, justamente-, hay un par de aspectos de la misma que resultan de lo más interesante: por un lado, además de la narración directa, se utilizan formas más o menos originales para hacer semblanzas o relatos de algún personaje...el catálogo de objetos de una subasta, la transcripción de un juicio, los testimonios a la fuerza fragmentarios de una serie de ancianos...
Por otra parte (y esto reconozco que es una debilidad personal mía), en el libro hay una evidente referencia a Bruce Chatwin, no sólo porque se le nombra, en un momento dado, sino porque el escritor inglés también estuvo muy vinculado al arte y el coleccionismo, al haber tenido su primera ocupación en la casa Sotheby's -donde hizo una carrera meteórica gracias a su, se supone, legendario "ojo" para detectar falsificaciones-, además de que es un tema recurrente tanto en muchos de sus artículos periodísticos como en su novela Utz. Pero también hay un claro aire chatwiniano en algunos momentos de La luz negra, tanto por el interés por las biografías de personajes independientes, pero que se ven agitados por las turbulencias del siglo XX, como en la fascinación por los objetos y las historias que llevan aparejados. Cierto que la prosa de Gainza es más cálida, no está tan cincelada en frío como la del británico (puede que sea a causa de las diferencias entre idiomas), pero la relación no deja de estar presente, y para bien, en mi opinión.
Hola Juan, he leído “El nervio óptico” (su primera novela) y creo que es un libro bien escrito, una idea original narrada a buen ritmo. Para ser su debut no está nada mal. De “La luz negra” no tenía referencias demasiado entusiastas pero tu reseña me convenció a darle una chance.
ResponderEliminarSaludos
Hola Gabriel:
ResponderEliminarPues yo me encuentro, justamente, en el trance de leer "El nervio optico", je, je...
Ya os contaré...
El nervio óptico me gustó mucho. Original en la idea, muy bien escrita, muy argentina e ideal para los amantes de las pequeñas historias. Ligera, fresca y a la vez con enjundia, que hace casi inevitable bucear aunque sea sólo un poquito en otras fuentes para redondear la lectura. Novelita para disfrutar. Si además te gusta la pintura, te puede enamorar.
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