Título original: There, There
Traducción: Julia Osuna Aguilar
Año de publicación: 2018
Valoración: decepcionante
Las expectativas. Esas grandes enemigas, dispuestas a hundir toda ilusión si confías demasiado en ellas. Y es difícil aislarse de ellas pues te acosan por todas partes. Están en esas frases rimbombantes que aparecen en las solapas para inducir, casi forzar, la compra de un libro, pues es difícil no caer en la tentación al leer «la desgarradora voz de un nativo americano del siglo XXI». Y también en esas listas de recomendaciones tan reputadas, pero tan opacas a veces, tan extrañas, de tan dudas rigurosidad. Y en todas ellas aparece este libro, en un lugar destacadísimo en todos los sitios de habla inglesa, y también viene recomendado por escritores de la talla de Margaret Atwood. Y claro, uno lo compra con toda la ilusión, y luego viene el trompazo. Porque este es mayúsculo. Si está claro que, al final, uno solo puede fiarse de las recomendaciones de ULAD... ;-)
Pero vamos allá y veamos el porqué de la valoración. El libro empieza con un magnífico prólogo donde el autor habla, con breves pinceladas, sobre la historia de los indios nativos de Norteamérica, y los abusos a los que fueron sometidos por parte del hombre blanco, así como también su idea de ridiculizarles y extinguirlos como raza, como pueblo, como cultura. Este prólogo nos aporta, con pocas páginas, una visión global de la situación desde el punto de vista del autor, miembro de las tribus cheyene y arapajó de Oklahoma.
El autor, una vez nos ha puesto en situación, arranca con una historia formada por doce personajes principales a los que convierte en narradores. Todos ellos tienen un elemento en común: la participación en el powwow de Oakland, un acontecimiento anual donde se reúnen los nativos norteamericanos para recordar quienes son, de donde vienen, y para reivindicar y disfrutar de sus tradiciones. De esta manera, con la celebración inminente del powwow, el libro trata de poner en relieve la vida de los nativos en la sociedad actual, tal y como escribe el autor en el interludio: «Empezamos a hacer powwows porque necesitábamos un sitio donde juntarnos. Algo intertribal, algo antiguo, algo para conseguir dinero, algo por lo que trabajar, para nuestra joyería, nuestras canciones, nuestros bailes, nuestra percusión. Seguimos haciendo powwows porque no hay tantos lugares donde podamos estar todos juntos, donde podamos vernos y escucharnos».
Con este acontecimiento en el horizonte, los doce personajes narradores preparan su participación de distinta manera, y es a partir de ellos y sus vidas que el autor va narrando las inquietudes, dudas, preocupaciones, a la hora de encajar su manera de ser, sus raíces y orígenes en una sociedad moderna, consumista y de ritmo atropellado. De esta manera, y con una estructura radicalmente fragmentada, el libro pretende que conozcamos, a través de los diferentes narradores, las dificultades en las que la comunidad nativa se encuentra en la actualidad, desde un punto de vista especialmente enfocado a la pérdida de las tradiciones, en un presente en claro contraste con su pasado. Para ello, el autor parte de personajes con bastantes problemas, no únicamente económicos sino también emocionales, pues encontramos alcohólicos, traficantes y ladrones de poca monta, aunque también personajes que luchan para tener un futuro mejor y otros que ofrecen ayuda para drogodependientes. Así, domina en la narración un tono pesimista, como una nebulosa que impide ver un trazado claro hacia un futuro mejor. Hay mucho pesar contenido, presente y constante, pues todos los personajes arrastran un peso que les impide avanzar en algunos casos, o les ha colocado en una situación de desventaja, de cierto aire decadente.
La narración está escrita en un lenguaje vigorosamente actual, y el autor precisa hacerlo de esta forma para evitar cualquier intento de que nuestras mentes vayan a esas imágenes que habitualmente se tienen de los nativos, imágenes impuestas tras años de películas y libros. Aquí, el lenguaje vivo, actual, casi verborrágico y con menciones frecuentes a la tecnología, nos anclan a nuestro presente y nos transmiten historias actuales, historias de búsqueda de un pasado que explique la trayectoria de un colectivo, de una tribu desde un pasado difícil hacia una actualidad donde son minoría y buscan su sitio. Así, el libro trata sobre la dificultad de mantener una cultura y una tradición en la sociedad actual, y la voluntad de parte de la población en integrar las costumbres ancestrales y sus rituales en una sociedad que avanza rápidamente, eliminando todo rastro del pasado de manera precipitada e inexorable. Y el autor sabe alejarse de su propia comunidad lo suficiente para no caer en un buenismo y condescendencia al retratarla, pues el autor lo hace desde una mirada crítica y con cierto pesar. Ese es un gran punto a favor, pues se trata de una comunidad con muchos problemas de diversa índole, pero también por una lucha constante por no olvidar quienes son, su pasado, sus costumbres, sus raíces. Hay muchas vidas rotas en esta novela, muchas vidas desagradadas que buscan consuelo, en algunas ocasiones en el alcohol, otras en drogas, familias desestructuradas con un pasado que se escapa y del cual no siempre se saben sus orígenes. Es curioso que la tasa más elevada de suicidios en EE.UU. sea de personas de origen nativo. Quién sabe si perder el pasado te empuja a no valorar el futuro.
Pero... a pesar de la bienintencionada idea del libro, de un prólogo muy interesante, y de la originalidad de la historia, a pesar de las buenas y atrayentes intenciones del libro, y a pesar de las diferentes historias entrelazadas que hubieran permitido disfrutar de una visión panorámica del estado actual de la comunidad nativa en Norteamérica, el libro no atrapa ni engancha, pues le faltan muchos de los elementos clave sobre los que se construye una historia. Le falta muchísima profundidad, pues la mayoría de los personajes son claros arquetipos que ya hemos visto muchas veces: delincuentes, drogadictos, ladrones, alcohólicos, etc. Este hecho provoca que sean personajes bastante planos, sin matices, sin personalidad y provoca que, avanzando en la lectura, a uno ya no le importe lo que les ocurra, pues no conecta con ellos. Sumado a este aspecto, el libro tiene también un problema de estructura, pues doce narradores con poca relación entre ellos (o inexistente en algunos casos) hace que el libro hasta hubiera podido leerse como un conjunto de relatos. Y claro, juntas ambas cosas en un libro de trescientas páginas y sale un promedio de menos de treinta páginas por personaje. Y así es muy difícil construir una buena historia por muy buena intención que tuviera el autor, pues es muy complicado que un libro con tantos personajes funcione y atrape al lector, puesto que muchas veces este tipo de libros acaban convirtiéndose en una confusión y aumento de distancia con el lector; a menos que seas George Saunders en «Lincoln en el bardo», donde la voz de los personajes emergía por encima incluso de la historia, o, en menor medida, Yaa Gyasi en «Volver a casa», donde el conjunto de las historias impactan por sí mismas lo suficiente para sostener la lectura, el intento resulta fallido. En este caso, el autor no consigue salir airoso ante tal reto y el interés en las historias y los personajes decae abruptamente hasta llegar a aburrir y desesperar al lector quien avanza las páginas con el único objetivo de desear que acabe cuanto antes, siempre con la tentación permanente de abandonar la lectura del libro sin ningún tipo de remordimiento.
Es posible que tanta fama, tantos reconocimientos, tantas positivas recomendaciones sean debidas a que se trata de un libro diferente, que pone en primer plano las comunidades y tribus más olvidadas, eliminadas o menospreciadas de Norteamérica. Y es legítimo que así sea. Pero no debería ser eso, no de intenciones vive la literatura; a pesar del intento, el libro no consigue conectar; transmite soledad, sí, desarraigo, también, indefensión, por supuesto, pero lo hace en pocas ocasiones, desfocalizadas, dispersas y sin contundencia. Demasiados personajes e historias no excesivamente impactantes, que desembocan en una narración que no consigue conectar el lector con esas vidas que deberían poder despertar una empatía suficiente. Es una lástima el resultado del libro, porque es una gran ocasión perdida para entrar y conocer una cultura que se nos antoja muy lejana. Tal es así, que siendo la mejor parte el prólogo y el interludio, donde el autor se olvida de los personajes y la narración para explicarnos la realidad de la situación en la que se encuentran, uno no puede evitar preguntarse: ¿por qué en lugar de una ficción fallida, el autor no optó por escribir un prometedor ensayo?
Pero vamos allá y veamos el porqué de la valoración. El libro empieza con un magnífico prólogo donde el autor habla, con breves pinceladas, sobre la historia de los indios nativos de Norteamérica, y los abusos a los que fueron sometidos por parte del hombre blanco, así como también su idea de ridiculizarles y extinguirlos como raza, como pueblo, como cultura. Este prólogo nos aporta, con pocas páginas, una visión global de la situación desde el punto de vista del autor, miembro de las tribus cheyene y arapajó de Oklahoma.
El autor, una vez nos ha puesto en situación, arranca con una historia formada por doce personajes principales a los que convierte en narradores. Todos ellos tienen un elemento en común: la participación en el powwow de Oakland, un acontecimiento anual donde se reúnen los nativos norteamericanos para recordar quienes son, de donde vienen, y para reivindicar y disfrutar de sus tradiciones. De esta manera, con la celebración inminente del powwow, el libro trata de poner en relieve la vida de los nativos en la sociedad actual, tal y como escribe el autor en el interludio: «Empezamos a hacer powwows porque necesitábamos un sitio donde juntarnos. Algo intertribal, algo antiguo, algo para conseguir dinero, algo por lo que trabajar, para nuestra joyería, nuestras canciones, nuestros bailes, nuestra percusión. Seguimos haciendo powwows porque no hay tantos lugares donde podamos estar todos juntos, donde podamos vernos y escucharnos».
Con este acontecimiento en el horizonte, los doce personajes narradores preparan su participación de distinta manera, y es a partir de ellos y sus vidas que el autor va narrando las inquietudes, dudas, preocupaciones, a la hora de encajar su manera de ser, sus raíces y orígenes en una sociedad moderna, consumista y de ritmo atropellado. De esta manera, y con una estructura radicalmente fragmentada, el libro pretende que conozcamos, a través de los diferentes narradores, las dificultades en las que la comunidad nativa se encuentra en la actualidad, desde un punto de vista especialmente enfocado a la pérdida de las tradiciones, en un presente en claro contraste con su pasado. Para ello, el autor parte de personajes con bastantes problemas, no únicamente económicos sino también emocionales, pues encontramos alcohólicos, traficantes y ladrones de poca monta, aunque también personajes que luchan para tener un futuro mejor y otros que ofrecen ayuda para drogodependientes. Así, domina en la narración un tono pesimista, como una nebulosa que impide ver un trazado claro hacia un futuro mejor. Hay mucho pesar contenido, presente y constante, pues todos los personajes arrastran un peso que les impide avanzar en algunos casos, o les ha colocado en una situación de desventaja, de cierto aire decadente.
La narración está escrita en un lenguaje vigorosamente actual, y el autor precisa hacerlo de esta forma para evitar cualquier intento de que nuestras mentes vayan a esas imágenes que habitualmente se tienen de los nativos, imágenes impuestas tras años de películas y libros. Aquí, el lenguaje vivo, actual, casi verborrágico y con menciones frecuentes a la tecnología, nos anclan a nuestro presente y nos transmiten historias actuales, historias de búsqueda de un pasado que explique la trayectoria de un colectivo, de una tribu desde un pasado difícil hacia una actualidad donde son minoría y buscan su sitio. Así, el libro trata sobre la dificultad de mantener una cultura y una tradición en la sociedad actual, y la voluntad de parte de la población en integrar las costumbres ancestrales y sus rituales en una sociedad que avanza rápidamente, eliminando todo rastro del pasado de manera precipitada e inexorable. Y el autor sabe alejarse de su propia comunidad lo suficiente para no caer en un buenismo y condescendencia al retratarla, pues el autor lo hace desde una mirada crítica y con cierto pesar. Ese es un gran punto a favor, pues se trata de una comunidad con muchos problemas de diversa índole, pero también por una lucha constante por no olvidar quienes son, su pasado, sus costumbres, sus raíces. Hay muchas vidas rotas en esta novela, muchas vidas desagradadas que buscan consuelo, en algunas ocasiones en el alcohol, otras en drogas, familias desestructuradas con un pasado que se escapa y del cual no siempre se saben sus orígenes. Es curioso que la tasa más elevada de suicidios en EE.UU. sea de personas de origen nativo. Quién sabe si perder el pasado te empuja a no valorar el futuro.
Cada vez tengo más claro que la crítica literaria debería sustituirse por fragmentos, pasajes o capítulos del libro en cuestión reproducidos en los suplementos literarios.
ResponderEliminarAsí el lector juzgaría por sí mismo si le vale la pena comprar y leer el libro, sin tener que fiarse de críticos y reseñistas (cada vez menos honestos, la verdad) y sin llevarse luego chascos, decepciones y a menudo sensación de estafa.
Sandra Suárez
Hola, Sandra. Espero que lo de «reseñistas poco honestos» no vaya por nosotros ;-)
ResponderEliminarCoincido contigo en que, a menudo, es bueno echar un vistazo al libro y confiar en nuestro sexto sentido para ver si encajamos en él o no (o viceversa) y, claro, también escuchar o leer gente anónima que lee bastante y no tiene ningún interés más allá de querer compartir la afición por la lectura. Lo digo especialmente por todos los que comentáis, pues a menudo vuestros comentarios y puntos de vista nos sugieren títulos más que interesantes.
Saludos, gracias por tus habituales comentarios, ¡y por leernos,
Marc
De acuerdo con Sandra Suárez. Un buen libro sabe defenderse por sí solo. El buen libro se defiende a sí mismo ante los lectores: no necesita un crítico panegirista que lo alabe (con o sin razón). Mejor, pues, un pasaje del libro que una reseña.
ResponderEliminar(No lo digo por ULAD, sino por los suplementos culturales. Sobre todo en poesía las reseñas, llenas de vaguedades y cursiladas tópicas, provocan risa más que otra cosa).
Pues empecé a leerlo, yo soy una experta en dejar libros a medias. Leo mucho en formato digital (juro por dios que este lo pillé en la biblioteca digital de Catalunya) y menos mal que no lo compré porque igual que tú, le
ResponderEliminartenía puestas muchas expectativas aunque con recelo ... Pues lo devolví porque me entraban sudores cada vez que lo leía. A veces me esfuerzo por darle oportunidades a algunos títulos, pero veo que no vale la pena... Gracias por la reseña. Una vez más coincidimos (por eso me gusta este blog).
Ahora tenemos mucha información al alcance de la mano, pero si a esa hipertrofia no la acompañamos con un crecimiento en importancia de la acción de contrastar, el tiro nos puede salir por la culata.
ResponderEliminarNo lo digo por tí, claro está, que has contrastado hasta el punto de leertelo.
Yo creo que las reseñas y las críticas son necesarias y, por más que un fragmento siempre puede ayudar, también es valioso conocer con las palabras de otro lector lo que hay.
Lo que diga la editorial sobre su producto habla de la editorial y no del producto. La oferta habla más de los demandantes que de la oferta. Etc. Ante esto, los lugares como este cobran un valor impagable. (Y si te haces una idea de los gustos e intereses del crítico, mejor aún).
Mi opinión es que desde que Trump es presidente, todo lo que llega desde norteamerica de corte o denuncia o mensaje progresista debe ser tomado con pinzas porque hay todo un aparato mediático haciendo fuerza para que la gente vea lo idiota que es su mandatario. No porque a los medios les preocupen los indígenas, homosexuales, emigrantes, negros o mujeres, más bien porque les preocupa la ideología proteccionista en cuanto al comercio que tiene su fantasma de turno. O porque se dieron cuenta de que la dosis de estupidez necesaria para el consumidor feliz tiene un límite y que si la sobrepasas acabas votando a personajes como este. (Saludos a Vox, que se compró una moto).
En fin, que si uno quiere evitar el mayor número de desilusiones posible, tendrá que contrastar fuentes, mirar contextos, imaginar intereses y visitar ULAD.
Con respecto al libro, teniendo en cuenta lo anterior y sabiendo lo bien encarado y sensible que eres para estos temas, yo no lo toco ni con un palo.
Un saludo
Hola, Conxi, Diego, muchsa gracias por vuestros comentarios. Paso a contestar por orden.
ResponderEliminarConxi, confieso cierta dificultad en dejar libros a medias, aunque lo he hecho alguna vez. Pero creo acertado hacerlo si el libro en cuestión no te aporta nada, y ese sentido lector ya te está avisando que eso no cambiará por más que avances en el libro. En este caso, todo apuntaba a que no remontaría, pero, otra vez las expectativas, creía que tenía que haber algo para tanto bombo y platillo. Pues no. A veces (creo que más a menudo) hay que confiar en el instinto e hiciste bien en dejarlo.
Diego, gracias por tus palabras acerca del blog y sobre mi sensibilidad sobre libros de temáticas similares. La verdad es que lo hacemos con mucho gusto a pesar de que escribir las reseñas quita tiempo a leer, pero nos gusta hablar de lo que leemos y si eso sirve a lectores como tú, pues mejor aún. Y creo que aciertas bastante en que hay que mostrar cierto recelo en libros con este aire reivindicativo o de denuncia en la era de Trump, pues corremos el riesgo de que buenas intenciones se disfracen de libros buenos. Y no debería confundirse una cosa con la otra.
Gracias de nuevo a los dos por comentar, contrastar y aportar vuestras impresiones.
Saludos
Marc
Sobre las críticas y reseñas: yo sí creo que son necesarias, porque uno o varios párrafos pueden no decir nada, o pueden decir algo muy parcial, que quizá es aún peor. La opinión es importante cuando está bien fundamentada, como en este caso la de Marc, que ha tenido que tragarse el tocho y encima tomarse el trabajo (porque es trabajo, aunque no sea remunerado) de argumentar su parecer, y además lo hace con precisión y elegancia. Otra cosa es que a los críticos y comentaristas de prensa (sobre todo de prensa) quizá no les sea tan fácil ser claros y honestos, porque supongo que ahí inciden intereses comerciales y tal vez cierto pudor -propio o inducido- a hablar con libertad de un libro que está en el mercado.
ResponderEliminarEs la ventaja que, dentro de la modestia que exige el momento, tiene un blog como puede ser este u otros que circulan por ahí: aquí tanto los reseñistas como los lectores/comentaristas somos simples aficionados a la lectura que transmitimos nuestras opiniones con absoluta libertad. No nos condiciona nada más que nuestra subjetividad y nuestras limitaciones, y del intercambio de criterios entre todos nosotros puede uno hacerse una idea sobre el libro que se comenta.
He dicho.
Muchas gracias, compañero. La verdad es que sabe mal criticar un libro valorándolo negativamente, pero uno luego piensa que hay tantos libros y tan poco tiempo, que si podemos prevenir a los lectores de que puede que, en este caso, tanta fama no sea merecida, pues ya compensa. Y claro, es mi opinión, totalmente subjetiva, y que puede que no coincida que la de todo el mundo. Pero como indica Diego, si los lectores saben cuáles son nuestros gustos, les puede ser más fácil confiar en nuestro criterio (individual) o no.
ResponderEliminarY sí, claro, independencia total respecto a las valoraciones; es la suerte de no tener ningún compromiso, vínculo o pacto con ninguna editorial o autor. Estaremos más acertados o menos, pero nada nos condiciona a la hora de valorar un libro más allá de nuestra humilde opinión.
Saludos
Marc
Hola, Isidoro, olvidé darte respuesta ayer a tu comentario. Creo que ambas cosas (leer un párrafo y también una reseña) son complementarias puesto que con el párrafo puedes ver el estilo del autor, mientras que la reseña problemente pueda orientarte sobre si el resultado del libro cumple con el propósito del autor al escribirlo, o si el resultado es suficientemente positivo para leerlo.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
Hola Marc, muy enriquecedora la discusión que se ha generado a propósito de las reseñas. Yo sí creo en ellas, con la salvedad de que en blogs como ULAD y otros no hay ningún compromiso comercial por lo cual la crítica es absolutamente desinteresada.
ResponderEliminarSaludos
Hola, Gabriel. Ciertamente, es un interesante debate. Hoy en día hay mucha información en todos sitios y no siempre es fácil saber si hay intereses ocultos que no conozcamos. Me viene a la cabeza la figura de Robert Saladrigas, uno de los críticos literarios que más admiraba (y que lamentablemente falleció hace poco), que decía que no reseñaba autores españoles para poder ser más independiente a la hora de valorar su obra, pues así evitaba reseñas de autores que conocía en persona y que pudieran alterar su juicio. Ese sería un buen camino a seguir, para evitar caer en tentaciones o amiguismos que puedan influir en la valoración de una reseña.
ResponderEliminarSin duda, es un interesante debate.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc
Hola Marc. Pues a mi el libro me ha encantado, aunque pueda parecer raro decirlo así, siendo un texto tan desolador. El lenguaje y la escritura, y también la estructura, con su fragmentariedad, sirven al propósito de hacer evidentes las heridas en el alma de una comunidad entera. Me parece un testimonio brutal del desarraigo cultural y social de los nativos norteamericanos, servido con una forma innovadora y que a mí me ha resultado muy atractiva. Es cierto que los personajes son muchos y tienen poco espacio, pero yo sí los he encontrado profundos y nada estereotipados. Aunque todos respondan a un mismo perfil de "losers" en el mundo contemporáneo, sus relatos conforman un caleidoscopio intergeneracional y con muchos ángulos distintos sobre una misma problemática.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo que las frases promocionales suelen hinchar el "hype" para vender, pero en este caso creo que todos los elogios que ha recibido la obra son bien merecidos. Y me he decidido a escribir simplemente para que haya otra opinión, y que otros lectores que lleguen aquí puedan darse la oportunidad de juzgar por sí mismos. El libro tampoco es tan tocho ;) Saludos!
Hola, Alex.
ResponderEliminarComparto tu impresión en relación a que la estructura fragmentada y los muchos personajes ayudan a evidenciar la fractura de una comunidad que no acaba de encontrar su lugar en el mundo actual. A mí, por lo mencionado en la reseña, me ha gustado bastante menos.
En cualquier caso, celebro que te haya gustado y también que te hayas decidido a comentar la entrada y que sea para discrepar, pues estoy seguro que hay otros lectores que comparten tu punto de vista. Siempre es de agradecer la discrepancia pues nos hace reevaluar nuestro punto de vista y ajustar las sensaciones, o reafirmarlas. Gracias por compartir tu opinión y hacerlo de manera tan razonada.
Saludos
Marc