Idioma original: inglés
Título original: Salvage the Bones
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
“Quedan los huesos" –un retrato más de la "Norteamérica profunda" que leeremos con el corazón encogido– narra la historia de una familia afroamericana de la zona de los pantanos de Louisiana en los días previos y posteriores a la llegada del huracán Katrina. Una familia profundamente afectada por sus "circunstancias socio-económicas", por un entorno marcado por la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia, larvada o explícita, en sus más variadas formas.
Título original: Salvage the Bones
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
“Quedan los huesos" –un retrato más de la "Norteamérica profunda" que leeremos con el corazón encogido– narra la historia de una familia afroamericana de la zona de los pantanos de Louisiana en los días previos y posteriores a la llegada del huracán Katrina. Una familia profundamente afectada por sus "circunstancias socio-económicas", por un entorno marcado por la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia, larvada o explícita, en sus más variadas formas.
Esta es solo la segunda
novela de Ward y se nota. Porque se ajusta demasiado a los cánones, acumula
sucesos relevantes en un tiempo record y porque tanto academicismo, en lugar de
redondear, cierra artificialmente el relato. No obstante, obtuvo, ni más
ni menos, el National Book Award en 2011. Lo malo (no para Ward, obviamente) es
que este tipo de premios generan en los lectores una serie de expectativas que
no siempre se cumplen. Este puede haber sido el caso de esta novela, que nos ha
parecido un buen libro, aunque algo irregular.
En el haber de Ward hay que anotar que demuestra gran capacidad de observación y que sin ser demasiado explícita, solo a base de insinuaciones, consigue crear un contexto convincente. También nos parece un gran acierto otorgar voz a aquellos que habitualmente permanecen silenciados y olvidados: mujeres y negros pobres. La elección del personaje que narra los hechos es de lo más certera. Quien nos cuenta la historia es Esch, una adolescente de 15 años que es, en nuestra opinión, un muy buen personaje (eso sí, no nos queda claro si su estilo entrecortado se debe a inseguridad narrativa o se ajusta perfectamente a la inmadurez del personaje). Se trata del personaje más complejo de toda la novela y, al mismo tiempo, del más trabajado. Su relato condensa lo ocurrido a lo largo de doce días a base de ir montando, como en un puzzle, las diferentes historias de los miembros de la familia (su padre y sus hermanos Skeetah, Randall y Junior).
Desde que perdieron a su madre cuando solo tenía ocho años, Esch ha quedado a cargo de la cocina y comparte con su hermano mayor algunas labores domésticas, pero se ha criado como un chico más. A pesar de cierta ingenuidad y de un romanticismo alimentado por su afición a la mitología, durante la mayor parte de la trama no se percibe diferente del resto. La figura femenina de ese hogar no tiene, pues, rostro humano. Se trata de China, la perra de pelea a quien otro de los hermanos mayores –y el propio relato a veces– trata como si fuese una persona. Ella es quien pare, alimenta y hasta trabaja por la subsistencia de sus retoños y para el (exiguo) lucro de su único amo: Skeetah. China, además, es símbolo de esperanza, la responsable del, más o menos fundado, horizonte de prosperidad que generan sus eventuales triunfos. Gracias a ellos, su dueño pretende lograr una dignidad que aún no conoce y que le elevará a la categoría de persona. Incluso, y sin exagerar demasiado, podríamos decir que la perra es más persona que el resto de la familia. Ella representa la belleza en medio de un entorno mísero. Se la cuida y limpia con esmero, su blancura es inmaculada –algo que no vemos en los humanos que la rodean– se atiende a sus menores necesidades y deseos, se la dota de majestad y dignidad.
El resto del reparto aparece más desdibujado, aunque con papeles de distinta relevancia. Nos encontramos, desde luego, en un mundo de hombres. La reducida vida social de los personajes viene marcada por las amistades de los dos hermanos mayores, solo al final de la novela aparece una madre (sin personalidad definida, pero se intuye resolutiva y bondadosa) cuya función, como no podía ser de otro modo, es meramente protectora y nutricia. Alguna de esas historias (sobre todo la de Skeetah, algo menos la del Padre y Randall) poseerían por sí solas potencia suficiente como para ser casi novelas independientes. El problema, para nosotros, está en su acoplamiento final.
Y es que no acaba de convencernos la conexión entre las dos partes de la novela: la anterior y la posterior a la llegada del huracán. Da la impresión de que esas historias, que tan bien podrían funcionar por separado, no acaban de cerrar del todo bien. Y es que lo que en un primer momento es un retrato demoledor pero incompleto (después lo explicamos) de la "Norteamérica profunda" acaba convirtiéndose en una historia más convencional de redención con un final, para mi gusto, demasiado hollywoodiense.
En el haber de Ward hay que anotar que demuestra gran capacidad de observación y que sin ser demasiado explícita, solo a base de insinuaciones, consigue crear un contexto convincente. También nos parece un gran acierto otorgar voz a aquellos que habitualmente permanecen silenciados y olvidados: mujeres y negros pobres. La elección del personaje que narra los hechos es de lo más certera. Quien nos cuenta la historia es Esch, una adolescente de 15 años que es, en nuestra opinión, un muy buen personaje (eso sí, no nos queda claro si su estilo entrecortado se debe a inseguridad narrativa o se ajusta perfectamente a la inmadurez del personaje). Se trata del personaje más complejo de toda la novela y, al mismo tiempo, del más trabajado. Su relato condensa lo ocurrido a lo largo de doce días a base de ir montando, como en un puzzle, las diferentes historias de los miembros de la familia (su padre y sus hermanos Skeetah, Randall y Junior).
Desde que perdieron a su madre cuando solo tenía ocho años, Esch ha quedado a cargo de la cocina y comparte con su hermano mayor algunas labores domésticas, pero se ha criado como un chico más. A pesar de cierta ingenuidad y de un romanticismo alimentado por su afición a la mitología, durante la mayor parte de la trama no se percibe diferente del resto. La figura femenina de ese hogar no tiene, pues, rostro humano. Se trata de China, la perra de pelea a quien otro de los hermanos mayores –y el propio relato a veces– trata como si fuese una persona. Ella es quien pare, alimenta y hasta trabaja por la subsistencia de sus retoños y para el (exiguo) lucro de su único amo: Skeetah. China, además, es símbolo de esperanza, la responsable del, más o menos fundado, horizonte de prosperidad que generan sus eventuales triunfos. Gracias a ellos, su dueño pretende lograr una dignidad que aún no conoce y que le elevará a la categoría de persona. Incluso, y sin exagerar demasiado, podríamos decir que la perra es más persona que el resto de la familia. Ella representa la belleza en medio de un entorno mísero. Se la cuida y limpia con esmero, su blancura es inmaculada –algo que no vemos en los humanos que la rodean– se atiende a sus menores necesidades y deseos, se la dota de majestad y dignidad.
El resto del reparto aparece más desdibujado, aunque con papeles de distinta relevancia. Nos encontramos, desde luego, en un mundo de hombres. La reducida vida social de los personajes viene marcada por las amistades de los dos hermanos mayores, solo al final de la novela aparece una madre (sin personalidad definida, pero se intuye resolutiva y bondadosa) cuya función, como no podía ser de otro modo, es meramente protectora y nutricia. Alguna de esas historias (sobre todo la de Skeetah, algo menos la del Padre y Randall) poseerían por sí solas potencia suficiente como para ser casi novelas independientes. El problema, para nosotros, está en su acoplamiento final.
Y es que no acaba de convencernos la conexión entre las dos partes de la novela: la anterior y la posterior a la llegada del huracán. Da la impresión de que esas historias, que tan bien podrían funcionar por separado, no acaban de cerrar del todo bien. Y es que lo que en un primer momento es un retrato demoledor pero incompleto (después lo explicamos) de la "Norteamérica profunda" acaba convirtiéndose en una historia más convencional de redención con un final, para mi gusto, demasiado hollywoodiense.
Decimos incompleto por dos motivos: el primero sería la ausencia de perspectiva de
clase (la perspectiva racial creo que es incompleta para explicar la situación
de la familia) y el segundo es una "poética de la miseria" en cierta
forma idealizadora que no acaba de convencernos. El único mundo que conocen los
personajes es ese Hoyo en el que habitan y las localidades que lo rodean. Ignoran
lo que hay más allá y el mundo les ignora a ellos. Ni siquiera sus modestas
infracciones entrañan consecuencias. Son pobres, poco instruidos, negros.
Integran una sociedad en equilibrio inestable que, en paralelo con la vida de
la protagonista, avanza sin sospecharlo hacia su ruina.
Resumiendo, “Quedan los huesos” es una crónica de la
derrota. También una descripción de la inocencia y de su pérdida, producida tan
bruscamente como suele en la vida real. Pese a todo, creemos que es una novela más que interesante de una autora que promete. Habrá que seguirle la
pista.
También de Jesmyn Ward en ULAD: La canción de los vivos y los muertos
También de Jesmyn Ward en ULAD: La canción de los vivos y los muertos
Firmado: Koldo y Montuenga
Vaya cuatro!
ResponderEliminarYa lo había contado; tenía este libro apuntado en la lista ocupando un buen lugar. Sí, le conocí por el premio, pero el premio pasó a ser una especie de fianza. Lo que, creo, me mantenía ilusionado era saber que la trama transcurría en días previos al Katrina. Suponía que el huracán era trascendental en la obra. Imaginaba un crescendo en la/s tramas hasta su llegada. Me parecía una gran idea.
Pero no leí nada de eso en vuestra reseña.
Supongo que no avanzará en la lista con las mismas expectativas.
Hola, Diego:
ResponderEliminarNo sé a Montuenga (aunque intuyo que opinara lo mismo), pero creo que el Katrina no es tan trascendental como como podría parecer. Y el final ha sido para mí bastante decepcionante.
En cualquier caso, no es mal libro, ni mucho menos.
Un abrazo!
Hola Diego. Como dice Koldo, la novela no trata sobre el Katrina. Está presente, sí, pero como un elemento más. Tal como explicamos,hay otros factores mucho más definitorios, personajes interesantes y aconteceres varios. En general, merece la pena, pero ¡claro! depende de los gustos personales.
ResponderEliminarUn saludo