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sábado, 20 de octubre de 2018

Semana del arte #6: Manuel Jesús Roldán: Eso no estaba en mi libro de Historia del Arte

Idioma: castellano
Año de publicación: 2017
Valoración: entre recomendable y está bien


Esto no estaba en mi libro de Historia del Arte parte de una premisa falsa, de un engaño manifiesto: ¡nadie sabe lo que había en el libro de Historia del Arte porque todos nos saltábamos las clases, que por algo era una de las "marías" del Bachillerato, a la que sólo iban los tres empollones de siempre mientras los alumnos normales nos largábamos a fumar petas al parque! ¿Ah, que no, que vosotros sí que ibais? ¿Que el arte es vuestra pasión y lo primero que hacéis cuando salís de viaje es patearos todos los museos de la localidad donde os encontréis, incluso los dedicados al mundo del Orinal, a Saleros y Pimenteros o al Almirez (existen, y quizás no muy lejos de donde vivís)? Sí, ya, me habéis convencido -guiño-guiño-codazo-... pues entonces tendréis que saber que algunas de las figuras o historias que presenta el profesor Roldán en este libro SÍ que aparecen en los libros de Historia del Arte. Al menos hoy en día y por lo menos en los manuales o monografías universitarias.

Cierto, no obstante, que muchas de estas figuras sólo son conocidas por especialistas. Así, en el primer capítulo del libro, dedicado a las mujeres artistas y que, en muchos casos, han sido ninguneadas por el canon posterior, a pesar de gozar de un gran éxito en su vida, se alternan algunas muy o bastante  conocidas (Sofonisba Anguissola,  Artemisia Gentileschi, Berthe Morisot, Camille Claudel, ¿Tamara de Lempicka?... ¡Frida Kalho, por favor, que está hasta en los souvenirs para turistas!) con otras muchísimo menos o al menos así lo eran para mí: Lavinia Fontana, la escultora Luisa Roldán o Elisabeth Vigée Lebrun, la retratista favorita de María Antonieta y de la nobleza francesa antes de que... ejem, perdieran cualquier cabeza que pudiera ser retratada.

A continuación, se nos ofrece una serie de pequeños ensayos sobre temas diversos: las "selfies de los artistas" (es decir, los autorretratos, pero hay que ser modernuki...), desde Alberto Durero a la fotógrafa Cindy Sherman, pasando por los notorios ejemplos de Rubens, Rembrandt o el inevitable, en este caso, Vincent van Gogh; otro capítulo está dedicado a los artistas que se han suicidado, desde  el escultor Torrigiano  -por "huelga de hambre"- o el arquitecto barroco Borromini al pintor Mark Rothko. Un ensayo más prolijo y quizás más interesante  (habida cuenta que las selfies hoy en día son casi una epidemia y que suicidios se dan en todas las profesiones), es el dedicado a la representación -o no representación-, a lo largo de la Historia del Arte, del sexo femenino (me refiero a las "partes pudendas", en concreto), a partir del famoso y explícito cuadro de Courbet "El origen del mundo". Son muchos los ejemplos que aquí se citan, pero yo destacaría el cuadro "El columpio", de Fragonard, donde esa parte de la anatomía femenina, justamente... no se ve.

El quinto capítulo está dedicado a las obras que han sido rechazadas por los comitentes o han provocado algún escándalo memorable (y, en casi todos los casos, ya periclitado), ya sea por lo "inadecuada" representación de escenas religiosas, como le ocurrió nada menos que a Miguel Ángel, Veronés y Caravaggio, por el empleo de técnicas vanguardistas -los cuadros impresionistas, cubistas y fauvistas-, o, directamente, por la voluntad del artista de epatar y, en algún caso, ridiculizar al mercado del arte: es el caso del readymade "La fuente", de Marcel Duchamp y no digamos de la cotizada "Mierda de artista", de Piero Manzoni (aprende, Banksy).

El siguiente capítulo del libro, Genio y figura, explora el tópico del artista como creador genial pero a merced de las más extremas pasiones; la violencia y la locura. Artistas violentos ha habido muchos (vaya, como fontaneros o labradores...), pero el autor se centra en los casos de los andaluces -como él- Martínez Montañés y Alonso Cano y de los italianos Benvenuto Cellini, Leoni y, sobre todo, el más conocido, el del volcánico Caravaggio. La locura (por dar esta denominación genérica a casos de bipolaridad, depresión, saturnismo, paranoia, etc... como antaño se decía "melancolía") estuvo presente en las vidas de artistas como Hugo van der Goes, el propio Miguel Ángel, el de nuevo inevitable van Gogh o Edvard Munch. Un caso curioso, donde es difícil distinguir el trastorno, la genialidad, la excentricidad y la autopromoción es el de Salvador Dalí, "loco" para muchas cosas que no fuera el amor al vil metal...

Otro capítulo, dedicado a los atentados que ha lo largo de la Historia han sufrido las obras de arte, se extiende desde los iconoclastas del Imperio Bizantino en el siglo VIII, a los modernos (por decir algo) talibanes y yihadistas, así como los desperfectos que suelen sufrir los grafitti de cierto valor artísticos como los del ya mencionado Banksy. Pasando por atentados sufridos por obras de Velázquez o Miguel Ángel a manos de activistas o simples chiflados (o ambas cosas). El autor se extiende bastante sobre la destrucción  de obras religiosas en España a manos de los liberales y anticlericales den los dos últimos siglos, ejemplificándolo, una vez más, en lo ocurrido en su ciudad de Sevilla. Nada que objetar, en principio, excepto cuando se centra en el arte procesional, en el que el señor Roldán es especialista, pero que a mí me resulta especialmente detestable (nada... manías mías). Más interesante aún -y sorprendente, al menos para un servidor- resulta el último ensayo, dedicado a la desnudez en las representaciones, muchas veces tapada con posterioridad,de la figura de Jesucristo; pero Roldán no sólo se limita a las ocasiones en que a Jesús se le ve -o no- el pitilín (tema harto osado, por otra parte, para un colaborador del ABC y la COPE), sino que esta representación artística le sirve para disertar sobre las variaciones de la idea del decoro en las obras de arte religioso cristiano, desde la iconografía de momentos de inevitable y mundana humanidad en la vida de la Virgen, como son los de su embarazo y parto, a aquellas imágenes de santos con una carga erótica más evidente, como San Sebastián o las santas, mártires y residentes en Cartago, Perpetua y Felicitas.

Acaba el libro con un capítulo en el que se recogen citas, ya sean reflexiones, aforismos o boutades de numerosos creadores plásticos acerca del Arte. Muy interesante, aunque un tanto redundantes. Me quedo con un par de ellas que quizás hoy en día serían más ciertas expresadas de forma inversa:
"Mientras la ciencia tranquiliza, el arte perturba." ( Georges Bracque)
"El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad." (Pablo Picasso)
Y también esta otra de Paul Klee, que quizás -esperemos- siga siendo cierta, ahora y siempre: "El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es."

Nota final: Este libro, por si no ha quedado claro después de tanto rollo por mi parte, resulta interesante y entretenido, sobre todo para quien, sintiendo ganas de profundizar en la Historia del Arte y a sus creadores, no tenga grandes conocimientos sobre el tema (no tanto, pues, aunque también, para estudiosos y aficionados más expertos). Lástima, entonces que la lectura del mismo se vea entorpecida por las frecuentes erratas, fallos en la sintaxis, repeticiones innecesarias y otros errores que, sin duda, no son culpa del autor, sino de una deficiente edición. Como siempre que ocurre algo parecido, es una pena.

11 comentarios:

  1. Juan, me siento ofendida. No soy ninguna rarita, pero juro y perjuro que me estudié a fondooo el libro de arte de COU y saqué un 9 en selectividad (los jóvenasos que busquen qué era eso) Seguro que tú jugabas al mus mientras ...

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  2. A mí me aprobaron sólo para que me marchara del instituto y les dejara en paz...

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  3. Suscribo absolutamente lo que dice Lupita: el libro de historia del arte fue mi libro de texto favorito en COU, y aún lamento haber tenido que devolverlo a su propietario legítimo(sí, por esa época los libros no sólo pasaban de hermanos mayores a menores, también entre vecinos y amigos). Y de asignatura maría, al menos en mi caso, nada de nada. Fue una de las más difíciles y a las que había que dedicar más horas de estudio. Supongo que todo depende del profesor, y yo tuve uno fantástico, del que lamentablemente recuerdo el mote, pero no su nombre.

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  4. No nos dejes así, José Luis, dinos, cual era ese mote... ; )

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  5. Yo no he fumado un peta en mi vida, e Historia del Arte era mi asignatura favorita de COU. Además, teníamos un libro de texto precioso de Anaya, con tapa dura y de gran formato, que aún guardo hoy. Jamás se me ocurrió subrayarlo ni mancillarlo con lápiz y menos aún (sacrilegio) con bolígrafo. En una época en que no existía Google para buscar en dos segundos cualquier obra de arte, este libro era una maravilla, porque recopilaba no solo fotografías (en color y de buena calidad) de obras de arte sobradamente conocidas, sino de otras menos conocidas, que costaría más encontrar buscando en enciclopedias de papel. Lo del selfie me ha matado. Esto de incluir cosas coyunturales (espero) porque se ponen de moda en libros que están pensados en teoría para permanecer en el tiempo, no me gusta. Pero me ha picado la curiosidad el libro.

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  6. Hola anónimo:
    Pues sí, lo de los selfies es un poco chorra, si se me permite la expresión. Sobre todo porque sospecho que el público al que pretende acercarse el autor con esta modernez pasa rá bastante del libro, ya por principio (aunque tal vez me equivoque).
    Un saludo y gracias por el comentario.

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    Respuestas
    1. Hola, Juan:

      Esos libros de arte antiguos requerían una lectura pausada y mucha memorización. Nada de ello atrae a los estudiantes de bachillerato de ahora, ni siquiera a los empollones (vale, yo era una súper empollona rarita que leía a Galdós) Era otra época, casi otro mundo.

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    2. Perdonad, pero yo soy un millenial (casi ni llego, en realidad) y no tengo la menor idea de lo que me estáis diciendo... ¿qué era el COU?

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  7. Organización de Consumidores y Usuarios, pero en inglés. Es que no te enteras.

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  8. Es un acrónimo que quiere decir curso de orientación unamuniana. Lo instauró Unamuno cuando fue rector en la universidad de Salamanca, tan antiguo era. Por ello, en sus inicios tenía 2 orientaciones: una filosófica (sentimiento trágico de la vida, intrahistoria,etc.) y otra científica. Los de la orientación filosófica eran melancólicos y bebedores de absenta, y jugaban a clavarse cosas en la mano. Los científicos se solían hacer esperantistas,como el padre de Cela.
    Degeneró mucho, y cuando Pérez Reverte entró en la RAE, en un exabrupto dijo: ¡qué quiten ESO, coño! Y a partir de ahí comenzó la ESO, y los libros de texto se escribieron en esquemas.
    Esa es la historia, y me retiro, que mi avanzada edad no me deja seguir.
    Saludos mozuelo

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  9. Todos os metéis con los millenials porque somos jóvenes y nos gusta OT...

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