Título original: Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran
Año de publicación: 2001
Traducción: Álex Arrese
Valoración: está bien
Soltémoslo cuanto antes: el protagonista de esta historia es un chaval que se gasta todos sus ahorros en putas. Y que conste que no trato de escandalizar a nadie, es que así es la primera frase de la novela: "A los trece años rompí mi cerdito y me fui de putas". Claro que el chico, Moisés o Momó, vive en el París de los años 50, época y lugar que parecen predisponer más al uso del lenocinio, al menos en la ficción... ya saben, Irma la Dulce y todo eso. Además, tampoco es que lleve una vida muy gratificante, el pobre: abandonado por su madre, vive con un padre judío de lo más sieso -cierto es que tiene sus motivos-, que no hace sino añorar a su otro hijo Popol, que la madre se llevó al largarse y con cuyas virtudes siempre compara a Moisés. Así que éste decide que se merece alguna que otra alegría y se va un día a la calle Paraíso, donde trabajan las meretrices del barrio. Al mismo tiempo, a fuerza de frecuentar su tienda, se va haciendo amigo del señor ibrahim, el dueño de los ultramarinos de su calle, con quien mantendrá una relación entrañable que, a fin de cuentas -y una vez olvidadas las prostitutas-, es el pilar central de esta narración (poco más que un cuento largo, en realidad).
Tenemos, pues, a un hormonado adolescente de origen judío que encuentra un sustituto de la figura paterna en un señor musulmán (ojo, sin connotaciones escabrosas. no pensemos cosas raras... más raras, quiero decir); algo que parece más plausible hace 60 años que hoy en día. Aunque, por otra parte, el señor Ibrahim es musulmán, pero de la variante "enrollada": sufí de la región del Creciente Fértil (sí, de esos que dan vueltas sobre su propio eje hasta alcanzar un estado de mare... de comunión con el Universo o lo que sea), no tiene reparos en beber alcohol y parece más interesado en las mujeres de carne y hueso que en las huríes que le puedan esperar en el Paraíso. Por resumir, que la novelita pasa de una suerte de remedo de la "nouvelle vague" a un ecumenismo de las buenas intenciones sin una transición explícita.
Buenrollismo, por tanto, es lo que hay en este cuento intergeneracional, interreligioso e intercultural, publicado -no en vano, supongo yo-, en un año en el que el buen rollo en todo el mundo parecía haberse ido al garete por mucho tiempo. Y a fe mía que así ha sido, o casi...
Buenrollismo, por tanto, es lo que hay en este cuento intergeneracional, interreligioso e intercultural, publicado -no en vano, supongo yo-, en un año en el que el buen rollo en todo el mundo parecía haberse ido al garete por mucho tiempo. Y a fe mía que así ha sido, o casi...
Que levante la mano quien no se haya ido de putas a los 13 años.
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminar¿Hubo algún momento en que el buen rollo reinara entre la humanidad?
Anónimo, esto no es forocoches, te has confundido.
Saludos
Hola a los dos:
ResponderEliminarAnónimo "forocochero", créeme que yo levantaría las manos si no se me fueta a caer el móvil en el que estoy escribiendo esto. De todos modos, ten en cuenta que los adolescentes franceses siempre han sido más precoces (y procaces) para estas cosas, al menos en la literatura y el cine.
Amiga Lupita, entiendo que la pregunta es retórica, pero en todo caso la respuesta parece ser que no, aunque como yo ahora me encuentro haciendo el guiri por ahí y rodeado de miles de personas de toda nacionalidad, raza y religión, hermanados todos por el candancio, el calor y los precios abusivos, te diría que tal vez esa concordia sea posible frente a un mal común...
Un saludo a ambos y gracias por los comentarios.