Valoración: Se deja leer
A veces basta una página, incluso un solo párrafo, para
comprender que la historia que estás a punto de leer nunca va a conectar
contigo. Y menos aún la forma de contarla. Si la óptica de Rosa Montero ya me
parecía caduca hace unos años, mucho más a medida que avanza el tiempo, pues
las mentalidades avanzan y ella continúa en el mismo sitio.
No obstante, esa anti heroína, tan frustrada y llena de
complejos tenía un potencial interesante que, a mi juicio, se ha malogrado
debido a dos factores. A saber, cierta inclinación a la fábula, a lo simétrico
–por ejemplo, la doble pareja de gemelos que ¡oh casualidad! encuentran
correspondencia en alguna de esas biografías sobre escritores ilustres que
sirve de telón de fondo– que vuelve poco creíbles circunstancias fundamentales
de la trama, y esa decidida tendencia a universalizar un prototipo que
afortunadamente no abunda contribuyendo a difundir una visión sesgada y
falsamente tópica de lo que son las mujeres actuales y en particular las que
pertenecen al grupo de edad y nivel sociocultural que ella suele representar en
sus obras.
En este caso, quizá hubiese bastado con crear oponentes de
peso que dieran una réplica efectiva a la protagonista, a esa Soledad que está
sola y que, para colmo, se apellida Alegre. (Por cierto, ¿no ha encontrado la
autora algún recurso más facilón y ridículo para transmitir una idea, por otra
parte tan obvia?). Porque Soledad no solo está sola en la vida, no solo se
consume en sus atormentadas divagaciones, no solo se recrea en el engocentrismo
más absoluto, no solo desprecia a todo el que le rodea, es que, además, como
personaje, carece de un entorno meticulosamente diseñado para que el lector
pueda hacerse cargo de cuál es la verdadera situación. Como, además de
narradora, es la protagonista absoluta y no se interesa por nada que no sea
ella misma, todo lo que le rodea aparece tan desdibujado que prácticamente no
existe. Ignoramos, por tanto, si esa inquina que siente hacia sus compañeras,
la confabulación de que es objeto etc. tienen algún fundamento o todo es
producto de su imaginación.
Precisamente, si algo hay que aplaudir a la autora es la
lograda psicología de un personaje tan patético que da verdadera pena, aunque llega
a cargar tanto las tintas que casi se le va de las manos y a pesar –repito– de
que la ausencia de contrapeso tiende a dar una visión muy pobre del grupo al
que representa. Aunque esto no es verdad del todo: en la novela aparece una
mujer que parece representar todo lo contrario: cosmopolitismo, desenvoltura,
seguridad en sí misma, efectividad, ausencia de complejos. Pero se trata de una
pequeña trampa, y de ahí que no sirva de mucho, pues la antagonista es la
propia Rosa Montero, que hace un cameo en la novela, careciendo por tanto de
cualquier peso argumental.
En realidad, lo que se nos cuenta es un tira y afloja entre
dos personajes centrales: Soledad y su gigoló. Pero Adam tampoco tiene gran
peso específico, se trata de un inmigrante más, sin demasiada consistencia como
individuo: es ruso como podría ser de cualquier sitio, es electricista pero
podría tener otro oficio, o ninguno. Lo que de verdad le hace consistente es –él
sí– la réplica que da a Soledad, el constante tira y afloja que se produce
entre ambos. Asistimos a elocuentes escenas en las que queda patente que el
servilismo, la humillación y la ausencia de dignidad son también patrimonio
femenino cuando es ella la que paga. Y para más inri es Soledad quien confunde
los papeles, quien se hace ilusiones sobre su capacidad de atracción mientras
el ruso lleva claramente las riendas. No pensaba Montero atribuir estos rasgos
a ningún colectivo, su intención con respecto a Soledad –explícitamente señalada– era crear un
personaje potente, incluso peligroso, pero lo que percibe el lector es algo muy
distinto. Finalmente, atribuye a Adam tantas cualidades que incluso llega a
idealizarlo. Sus vocablos, expresiones y hasta pensamientos tienen una
profundidad y una corrección idiomática que son las de la propia Montero y no
las de una persona extranjera sin ninguna instrucción especial. En general, los
diálogos están forzados y son bastante irrelevantes. (Quien quiera un botón de
muestra que se pase por la página 90).
Otra de las pegas que pongo a La carne es esa forma de narrar tan propia de la autora, que nos
puede parecer distendida, desenfadada, pero en la que veo una estratagema para
evitar complicaciones y ahorrárselas, de paso, al lector. Podemos verlo tanto en
la prosa como en el orden de los episodios, o en la ligereza con que se abordan
las escenas más difíciles y el excesivo pormenor de lo accesorio.
La coartada intelectual se encuentra en esas referencias
cultas (María Lejárraga vs. Martínez Sierra, La muerte en Venecia, El
ángel azul, entre otras) cuya excusa son esos Äutores Malditos que
sustentarán la exposición de la que Soledad será comisaria, si el tiempo lo
permite y las boicoteadoras no se salen con la suya.
Montero ha escrito un relato de previsible decrepitud
humana, de parejas gemelares, de locura, de prostitución asumida a medias, de
violencia soterrada y explícita, de incomunicación, de traumas personales, de
abandono por parte de los progenitores. De dolor. Puede que el eje central de
la novela lo constituya el tópico literario tempus
fugit; en cualquier caso, las ideas en que se basa el texto tienen un gran
peso específico pero hubieran merecido un desarrollo más elaborado y una
actitud mucho menos moralista.
Todas nuestras reseñas de Rosa Montero: Aquí
Hola, Montuenga:
ResponderEliminarNo sé qué decir a tu reseña. Por un lado, yo, que intento separar al escritor del personaje público, tengo una gran admiración por Rosa, como escritora y como persona, he leído todo lo que ha escrito y sigo lo que hace con fervor. Y por otro lado, comparto algunas de las cosas que dices, ya que esta me parece una de sus novelas más flojas. El personaje de Adam no es muy consistente, la moralina que subyace toda la obra, alguna trama no muy bien desarrollada, en todo esto de acuerdo.
Pero hay algo que leo en tu reseña que o no he entendido o no he leído bien. ¿ Rosa Montero introduce citas "cultas" para dar un cierto empaque intelectual a lo que escribe?
Si es así, creo que no es una persona que se sitúe en una posición elitista dentro del mundo literario, ni que vaya de lo que no es. Su forma de escribir es vivaz, muy periodística a veces, y es accesible para una gran mayoría.
Un libro más mediocre, pero siguiendo en su línea de atreverse con todos los géneros y reírse bastante de sí misma.
Un buen análisis del libro y muy bien escrita tu reseña.
Felices lecturas
Tengo el libro por ahí, que compré con cierto recelo, porque me paso la vida dando oportunidades a Rosa Montero que nunca acaban de cuajar. Y creo que las razones por las que me sucede esto con ella las acabas tú de desgranar a la perfección.
ResponderEliminarUn abrazo
A mi criterio, el peor libro de Rosa Montero. Y le he dado todas las oportunidades!!
ResponderEliminarAlina
Hola Lupita,
ResponderEliminarHe visto a Rosa Montero en directo en presentaciones de libros y conferencias, también en entrevistas televisadas, claro. Y personalmente es acogedora y cercana, facilita muchísimo la labor a los que la rodean etc. Pero como escritora nunca me ha acabado de convencer. He leído, con esta, cuatro novelas suyas y un ensayo, quizá me haya perdido algo, pero esa tendencia a facilitarse las cosas creo que es común a todas sus obras. A mí eso, en lugar de parecerme una virtud, me parece un defecto. Se puede ser sencillo y riguroso, y esto último le falta, creo yo, tanto en las tramas como en la prosa.
Las citas cultas son, en mi opinión, una forma de elevar el nivel intelectual de la novela. Unas citas que ha extraído de trabajos anteriores porque forman parte de artículos sobre temas concretos, como ella misma reconoce en el texto por boca de su personaje.
Eso de la difícil facilidad no es sencillo de explicar y tampoco vendría a cuento ahora. Pero, casualmente, leí tu comentario casi a la vez que un estupendo y divertido artículo de Juan José Millás en el Babelia de este fin de semana. En él hace -de forma muy amena- una declaración de principios de lo que es la auténtica literatura. Nada que añadir a lo que dice:
https://elpais.com/cultura/2018/06/07/babelia/1528394046_156513.html
Saludos cordiales y gracias por los elogios.
Hola de nuevo:
EliminarCreo que se me ha entendido mal. Rosa Montero es una escritora correcta y más o menos amena según los gustos. Pero no creo que haga alta literatura, ni mucho menos. He querido expresar que, al leer tu reseña, me he dado cuenta de que todos tenemos nuestros defectos, y yo, en este caso, me dejo cegar un poco por el cariño que le tengo a ella. Como tú la he visto en persona y la he conocido.
Siempre he creído saber separar al escritor y la persona. Pues no tanto, según parece.
El texto de Millás es muy bueno, pero hay que reconocer también que algunos de sus libros de los 80 son bastante raritos. No siempre tenemos ganas de rompernos la cabeza, y los que leen para pasar el rato sin más también tienen sus libros.
Si eso es o no literatura es otro tema..
Saludod
Hola una vez más. Te explicas de maravilla, Lupita, pero ten en cuenta que cuando hablo contigo estoy pensando en qué me entienda todo el que se pase por aquí, regular u ocasionalmente. Por eso puede darte la impresión de que explico más de lo necesario.
EliminarA Millás le conozco mucho menos como novelista que a Rosa Montero. He leído muchos artículos suyos pero sólo una novela, creo que la primera que escribió. Por ninguna razón especial, sólo porque el panorama es inabarcable. No sería capaz de opinar sobre su obra y menos compararle. El artículo me pareció oportuno en sí mismo porque pensé que apuntalaba mi opinión sobre la literatura. Mi opinión siempre tiene en cuenta lo que me parece literario y lo que no. Y la idea es que Montero podía escribir novelas más sólidas, pero le llevaría mucho más tiempo y vendería muchísimo menos. Problema doble. Hay muchos autores que hacen lo mismo, se trata de una forma de actuar muy extendida y, personalmente, me parece una pérdida de talento.
Hola Ana, me alegra verte por aquí y me encanta que estemos tan de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo, guapa.
Pues sí, Anónimo, creo que yo también le he dado oportunidades de sobra. Aunque nunca se sabe, a veces me puede la intriga y vuelvo a repetir con ella aunque me haya prometido no hacerlo.
ResponderEliminarHola Montuenga, gracias por compartir la nota de Millás. Es realmente genial. No voy a escribir sobre Rosa Montero porque no la he leído.
ResponderEliminarSaludos
Me alegra mucho haber acertado poniendo la cita, Gabriel. Un placer que nos leas. Saludos.
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