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sábado, 12 de mayo de 2018

Yuri Buida: Helada sangre azul

Helada sangre azulIdioma original: ruso
Título original: Синяя кровь
Año de publicación: 2011
Valoración: Muy recomendable

“Y los sueños… ¿Qué le queda al hombre ruso si lo privas de la India? ¿De los dulces violines? Los sueños son tan necesarios como las vacas, sin ellos no sobrevives…” *



Aunque el título pueda inducir a error, esta novela no es ninguna crítica a una aristocracia –por otra parte, inexistente en Rusia en los años que tiene lugar la acción– pues su sentido es del todo metafórico. Sobre la sangre azul se dice:

“Dominar los corazones exige poseer fuerza, una fuerza especial. Una fuerza que suelen tener aquellos que son desalmados, las personas de helada sangre azul.”
“La sangre roja, caliente, sube a la cabeza, inspira ideas e imágenes, y a veces lleva a la locura. La sangre azul, helada, es la maestría, el dominio, el cálculo…”
“Solo una persona puede obligar a esa multitud a hacer lo que él desea. Un hombre de helada sangre azul”. *

Es la sangre de quienes ostentan el poder pero también de los que resisten los embates de la vida. Gotas de helada sangre azul corren por las venas de la protagonista. También por las de su segundo marido, el general Jolúpiev, miembro de una dinastía singular. En torno a Jolúpiev-padre gira una de las leyendas más sugestivas del relato, su nieto acabará interpretando un papel fundamental en el destino de unas cuantas personas.
Pero no adelantemos acontecimientos. El texto íntegro se puede interpretar como una gran matrioshka en cuyo interior se alojan otras muchas –la de Hanna entrando en el buque Hyderabad vestida de novia para presenciar una escena terrible, la de los hermanos verdugos, la Bella Durmiente, el Batallón de los Leprosos encabezado por Aleksandr, padre de Ida, la de su mujer, la Potranca, la de Zhgut, el niño-rata, la de los músicos que mueren congelados porque nadie les permitió descansar, la de las tórtolas, la de aquella nevada sangrienta, y otras muchas a cual más evocadora y simbólica– con una protagonista directa o indirecta, Ida Zmoiro.
Alrededor de ella desfila una multitud de personajes –cuya descripción a veces raya la caricatura y hasta se acerca al esperpento valleinclanesco (“…calzaba unos zapatos deteriorados que se habían deformado tiempo atrás y hacían pensar en las pezuñas de un animal prehistórico, en unas pezuñas que se estaban pudriendo”) que pululan por la trama principal o por las secundarias componiendo un microcosmos que, aunque presentado por un narrador-testigo, se transmite en forma de panorámica, como si el lector contemplase la localidad de Chúdov, Moscú, incluso algún lugar de Europa, desde algún punto fuera del planeta. Esa sensación de distancia, que nos muestra a los personajes como hormigas apasionadas y afanosas, no se produce únicamente por su carácter semi-coral, también por un enfoque muy particular que no se detiene en descripciones de lugares o escenas concretos, pues su estrategia es ir al grano, enfrentándonos con la mayor contundencia a los hechos mediante constantes giros argumentales que no dan tregua al lector. Para acabar de complicarlo, bajo un aparente orden cronológico se esconde un rompecabezas que cada uno debe interpretar por sí mismo.
Esta epopeya humilde, sin la grandeza de las gestas heroicas no sería lo que es si diese la espalda al elemento mágico. A través de él, Buida sobrepasa el tiempo y desborda la lógica para trasladarnos su visión sobre el carácter de las personas, acontecimientos universales y locales, el pasado y el futuro, mejor de lo que le permitiría el realismo más estricto. Para embarcarse en su lectura hace falta despojarse de prejuicios y recuperar esa mirada infantil que se enfrentaba con naturalidad a monstruos, jardines encantados y hadas madrinas, aunque como es lógico lo que vamos a encontrar aquí es mucho menos amable. 
A todo esto ¿quién es Ida Zmoiro? Su amigo Kabo dice de ella que todo lo que posee y lo que le falta se debe a su faceta de actriz. De ahí esa constante actitud didáctica y protectora que la distingue del resto. Pues “un actor no es un solo mundo, es un cruce de mundos, el actor nace y existe en la frontera de los mundos porque tal como es, no es nadie”. “Los actores no son del todo humanos, hay que aceptarlo.” Con esto entendemos que la auténtica función de Ida Zamoiro en esta novela consiste en ser un simple receptáculo de historias, la encrucijada donde convergen el pasado el presente y el futuro- Se trata de metaliteratura en estado puro personificada en una mujer singular. Una mujer que ve segada una prometedora carrera de actriz debido a una huella indeleble en el rostro, que lee febrilmente en ciertas épocas y retiene en la memoria las grandes obras dramáticas, estéril con conciencia de serlo (una de sus lecturas es, precisamente, Yerma). Helada sangre azul es la crónica de su lucha constante –la de ella y en realidad la de todos nosotros–, primero por satisfacer sus ideales, después por preservar su identidad, finalmente por sobrevivir en medio del caos.
Los hechos tienen lugar durante el mandato de Stalin (la mayor parte) y de Jruschov, con todo lo que ello significa, hasta la destitución de este y más allá. El receptáculo que aloja a ese enjambre de seres que se casan, se divorcian y mueren todo el tiempo es la pequeña y mísera localidad de Chúdov –que, según creo, es Milagro en ruso–, con su concreta cartografía, su consistencia real y hasta prosaica, que funciona también como territorio mítico dónde cualquier cosa puede ocurrir Moscú, omnipresente en el imaginario de sus habitantes, representa el paraíso al que solo llega quien triunfa. Se alude también al extranjero, como tierra de perversión desconocida y ajena, que tienta en un principio y la que se renuncia más pronto que tarde.
Una trama conmovedora que transcurre a velocidad de vértigo –aunque sobre ciertos motivos se vuelva una y otra vez en un esquema rítmico con un contenido algo canalla, y a pesar de todo poético– obligándonos a prestar más atención que de costumbre. Un derroche de historias que se irán transformando en recuerdos hasta que suceda eso que el narrador, Alex, denomina la facultad rusa de olvidar o hasta que se produzca el definitivo ajuste de cuentas.

(*) Traducción de Yulia Dobrovolskaya

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