Año de publicación: 2017
Valoración: Se deja leer
La Maternidad. Es decir, el proceso (concepción, embarazo,
parto) que forja nuestras vidas, las de todos. Uno de los grandes temas
universales, como el Amor, como la Muerte. De ahí que la literatura lo haya…
¿tratado repetidamente? ¿ignorado como si no importase? Algo hay escrito por ahí, es cierto, pero no
lo suficiente ni con la suficiente seriedad y conocimiento de causa. Tengo la
impresión de que la maternidad es la maría de los asuntos literarios como en el cole lo eran la gimnasia
y el dibujo. Y si, encima, resulta que quien lo aborda es una escritora –que
algo más sabrá del tema, digo yo, incluso si no ha sido madre– la obra en
cuestión pasa a considerarse producto de tercera o, dicho con otras palabras, literatura femenina, reservada
exclusivamente a mujeres y, por tanto, de nivel inferior. Y puede ser de baja
calidad, no digo que no, pero también todo lo contrario. Igual que una
narración sobre la guerra puede ser un bodrio o una obra de arte. La excelencia
no tiene que ver ni con el asunto que trata ni con el género de los escritores.
He aquí un texto que aborda con valentía una problemática
muy de actualidad, y lo hace en primera persona. Este recurso –el de la
autoficción– por un lado añade valor testimonial a los textos, pero también abre
al autor una vía de escape, le da facilidades para quedarse en la superficie. Y es una pena que una
reivindicación y unas reflexiones con tanto calado potencial tengan lugar precisamente
ahora, cuando existe esa tendencia a contar la propia vida como quien se bebe
un vaso de agua sin gas. En consecuencia, este sí va a ser un producto
destinado exclusivamente a interesados en el tema. Literariamente hablando no
le veo mayor trascendencia, aunque reconozco que plantea muchas e interesantes
preguntas que todos deberíamos hacernos pues, más allá de conflictos y deseos
personales, el índice de natalidad de un país en un momento dado es un concepto
estadístico que condicionará nuestra vida de alguna forma y, por tanto, nos
atañe a todos.
Con un tono tan distendido y ameno que parece una
conversación amistosa, Silvia Nanclares nos enfrenta a la vida cotidiana de una
mujer que, al acercarse a la cuarentena, se enfrenta con el tan traído y
llevado reloj biológico. Del relato se desprenden las motivaciones que ya
conocemos: voluntad de labrarse un futuro profesional, rachas de precariedad
económica, esperanza más o menos consciente en que la técnica equilibrará o
compensará lo que haga falta, unido a esa baja tolerancia a la frustración que
nos caracteriza: nos creemos con derecho a dominarlo todo (climatología,
procesos biológicos, fenómenos naturales) y a obtener lo que queremos al
momento y de la forma que lo queremos. Pero una cosa es la vida y otra los
pedidos on line.
“Ser madre añosa o añeja podría considerarse una especie de medalla, un trofeo con muescas de otras batallas, pero también una medalla engañosa o con doble fondo: la edad de nuestros ovarios no atiende a las supuestas conquistas feministas ni a las transformaciones sociales. Mientras, perversamente, el mercado de trabajo está encantado con ese retraso conquistado, más tiempo y personas productivas, menos bajas maternales y paternales, menos políticas que incentiven la conciliación. (…) Es entonces cuando hay que plantearse que quizá algo huela a podrido dentro de esos caramelitos laborales.”
Hay otros hándicaps: como ese tabú universal, que suele
disuadirnos de compartir experiencias, incluso de documentarnos sobre asuntos
biológicos que, aunque decisivos, se envuelven en una especie de nebulosa que no
deja contemplarlos de frente. Claro que, llegado el momento, surge la necesidad
de saber, y aquí es donde Nanclares despliega una gran cantidad de erudición
sobre biología reproductiva (sobre todo femenina) y técnicas de todo tipo. Tenemos,
pues, unos cuantos análisis en marcha: fisiológicos, técnicos y hasta sociales,
nada mejor que el género ensayístico para desarrollarlos con el mayor rigor
posible. Me lo planteo yo y se lo planteó la autora en su momento. Una autora
sin la edad ni la impudicia necesarias para construir una verdadera autobiografía
y que no ha fabulado lo imprescindible para que podamos considerarlo novela. Finalmente
escogió un híbrido entre ambas –salpicado con el producto de sus
investigaciones– cuyo resultado se acercaría mucho a la crónica, pero la obvia
necesidad de enmascarar datos y nombres propios impide calificarlo de periodístico.
Quien quiere ser
madre parece (y es) un libro escrito con urgencia.
Con la urgencia del desahogo emocional, pero también de aportar un testimonio
antes de que los sentimientos se diluyan y, probablemente también, de aprovechar
toda esa visceralidad, ese torbellino de sentimientos para construir algo que
ya estaba latente de una pieza. Puede que Nanclares tenga razón y ese fuera el
momento idóneo para narrar su experiencia, pero esta debería haberse cocido a
fuego lento en lugar de utilizar la olla a presión. En definitiva, lo que nos
vamos a encontrar no es otra cosa que un día a día muy entretenido, cuya mayor
virtud consiste en servir de guía a interesados –y ser apta para curiosos– sin
mayores pretensiones. Que tampoco está tan mal: “enseñar deleitando” es lo que
recomendaban en la Grecia clásica.
Qué pena que en las pocas ocasiones que se tocan estos temas no sea con más acierto o más profundidad. Estoy conforme contigo en que estos temas suelen dejarse de lado, por una parte por la componente biológica/privada y por otra porque nos atañen a las mujeres.
ResponderEliminar(Qué ganas tenemos de que se hable de "nuestras cosas", estamos todas locas...)
Gracias por la reseña.
Beatriz
Hola Beatriz,
ResponderEliminarEs que, ya que nos ponemos a ello después de tantos siglos de silencio, no nos podemos permitir las medias tintas, tenemos que escribir obras de arte.
Y, sobre el componente biológico, estoy de acuerdo con una pensadora que le ha dado muchas vueltas al asunto. Ella dice que también la muerte pertenece a la biología (y más privada no puede ser, añado yo) y ahí la tienes, tratada hasta la saciedad por los escritores de todas las épocas. Otro asunto privado y biológico que ha inspirado obras muy dignas (además de otras directamente desechables) es el sexo. Pero, claro, ninguno de los dos son exclusivos de las mujeres, y ahí pienso yo que está la clave.
Gracias por pasarte.
Un pequeño "disiento", las mujeres tenemos derecho a escribir bien mal regular o una obra maestra, como los hombres
EliminarNaturalmente, y a escribir reseñas que no gusten a todo el mundo.
Eliminarventa de libros usados, envíos a todo el mundo
ResponderEliminarhttps://picadelibro.blogspot.cl/