Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
Hace ya años que se viene escribiendo sobre la memoria y el trauma: sobre cómo contar el momento traumático, que es como una herida psíquica abierta que es imposible racionalizar y asumir. Sobre si ese momento se puede contar, o si es, como tantas veces se ha dicho, inefable por definición. Pienso en Primo Levi, que sintió que tenía la necesidad y la obligación de hablar sobre los campos de concentración, o por supuesto en Imre Kertez, pero también sobre Jorge Semprún, que en La escritura o la vida lo plantea como una disyuntiva: o escribir sobre los campos, o seguir viviendo, mirando hacia adelante sin volver a repetir la memoria del trauma, sin que la lengua vuelva a rozar la herida.
Quizás la forma en que está estructurada y escrita Una sola muerte numerosa sea una respuesta a este problema: cómo decir lo que no se puede decir. Y la respuesta que le da Nora Strejilevich es contarlo de forma fragmentaria y lírica, como si el texto lo guiase la memoria afectiva con sus interrelaciones a veces incomprensibles y su capacidad para juntar lo que aparentemente no está relacionado; y añadiendo también a su voz las voces de otros (de las víctimas y de los victimarios) que convierten el relato individual en síntoma de una catástrofe colectiva (la "muerte numerosa" del título).
Para situarnos: en 1977 Nora Strejilevich fue secuestrada por las fuerzas (para)militares de la dictadura de Videla, y recluida en el centro clandestino de detención del "Club Atlético”, donde fue torturada por "subversiva" y judía. Por esas fechas también se llevaron a su hermano Gerardo y a su novia, Graciela Barroca, y a sus primos Hugo y Abel, que continúan desaparecidos, probablemente arrojados al Río de la Plata en los "vuelos de la muerte". Una vez en libertad, comenzó para Nora Strejilevich un camino en el exilio marcado por la recuperación y transmisión de la memoria, individual y colectiva, del horror.
Pero Una sola muerte numerosa, como decía antes, no es un relato cronológico sino una indagación en la memoria (aunque la primera parte se centre más en la detención y el cautiverio, y la segunda en el exilio y la búsqueda). No hay aquí, por lo tanto, una descripción minuciosa y ordenada del encierro, la tortura, la liberación; es un flujo de la memoria, que asocia los recuerdos de los días traumáticos en el centro de detención, con recuerdos de la infancia junto a su hermano Alfredo, o en la escuela, o historias de una familia judía emigrada a Argentina. Las imágenes del acoso, los interrogatorios, la tortura, el aislamiento o la humillación se ven interrumpidos por canciones de juegos infantiles, o con letras de tango o con canciones de protesta. También por fragmentos de otras obras anteriores de la propia autora.
"Perro y gato se persiguen por el jardín, se esconden en la terraza, se vuelven a pelear.
Corto mano / corto fierro / cuando te mueras / te vas al infierno
Muchos años después, en 1977, la casa es otra. Negro, los barrotes del balcón, mi jardín mutilado; gris, las persianas entornadas, sombras de árboles imaginarios; marrón, el piso que se desparrama por el departamento; blanco, el marco de la puerta, nuestro último escenario.
Fijate por la ventana si me siguen, decís, sosteniendo las palabras del borde para quitarles peso.
¿Qué gano con mirar? En plena dictadura y vos jugando a las escondidas con el cuco".
Y junto con esta memoria individual, la colectiva: declaraciones de los militares, testimonios de otros presos políticos, de otras torturadas, de familiares de los desaparecidos, que se mezclan en forma de collage.
"El anonimato de Scifo Módica duró hasta mayo último. El 15 de ese mes, la Policía Federal inauguró un Centro de Atención a la Víctima de Violencia Sexual, dependiente del Centro de Orientación a la Víctima, del que Scifo Módica es director. Su foto apareció en un diario y la cara resultó conocida para algunos ex detenidos-desaparecidos. Era 'Alacrán', del Club Atlético. (Página 12, 16 de julio de 1996)
La picana eléctrica abre y la guardia, con todo cuidado, cierra para que ellos vuelvan a abrir.
Abrieron la puerta de nuestro taller de artesanía, donde había cosas para trabajar: pulidores, herramientas, entre ellas un torno de dentista, que usábamos para pulir anillos. ¡Uy! ¡Qué linda picana!, escuché.
Gracias a la picana termino en la enfermería".
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