Idioma original: Inglés
Título original: The image of the beast. An exorcism: Ritual One
Traductor: Antonio Resines
Año de publicación: 1975
Valoración: Estoy confuso (para bien, creo)
Un ambiente enrarecido por el smog; el más denso de la historia de los condados de Los Ángeles y Orange. Un detective privado, Childe, que asiste a la proyección de una película porno. En ella, su socio, recientemente desaparecido, es mutilado brutalmente. Childe empezará a buscar a los responsables de tamaña atrocidad... Sin tener en cuenta que él mismo puede ser el siguiente en caer en sus garras. Empezamos fuerte, ¿eh?
En esta reseña intentaré estar a la altura de las circunstancias, aunque no las tengo todas conmigo. La imagen de la bestia es una novela extraña. La empecé a leer pensando que supondría un pasatiempo inocuo. Entretenido, a lo sumo, pero sin trascendencia alguna. Y al volver la última página, todo parecía indicar que así había sido. Pero me era imposible ignorar una vaga sensación que me había atravesado en varias ocasiones a lo largo de la lectura, sensación que desmentía y reforzaba a partes iguales mi prejuicio respecto al libro. Me explico: no tengo claro si la novela es una auténtica maravilla o no. Parece bastante consciente de la clase de literatura que es, y en ningún momento promete más de lo que es capaz de dar. Eso no impide que Farmer ridiculice, asimismo, las barreras que separan su obra de otras consideradas "mejores”. Pero esas barreras todavía existen, ¿no? Por lo tanto, La imagen de la bestia sigue siendo mala. (¿?) ¿O la el autoconocimiento de la novela y el manejo que hace del mismo la convierte en un producto bueno? ¿Es mejor Sherlock Holmes que La Sombra? Sí. No. En principio.
Da igual, volvamos a La imagen de la bestia antes de que me gane a más detractores y aleje a un público potencial de esta obra. Este libro es una mezcolanza de géneros. La novela negra se plasma en el protagonista y la investigación que lleva a cabo. La ciencia ficción, en el smog y los mutantes. Los elementos góticos hacen acto de presencia en forma de criaturas sobrenaturales y casas repletas de pasadizos secretos. Tampoco nos olvidemos del componente pornográfico que embadurna cada capítulo. Una auténtica locura, vamos. Podríamos enmarcar a este abigarrado pastiche dentro de la literatura pulp más genuina.
Sus excesos van más allá del cóctel de géneros; también están presentes en una narrativa sin complejos a nivel formal y conceptual. La redacción de Farmer es burda, torpe, repetitiva. Y las ideas que pululan por aquí... Farmer está dispuesto a soltar alocadas ideas cada dos por tres, sin sonrojarse siquiera. Estas ideas resultan ingeniosas a ratos; otras veces, totalmente ridículas. Pero La imagen de la bestia no tiene sentido del ridículo y jamás lamenta haberse desmadrado; si acaso, nos escupe en la cara que no somos el lector idóneo para disfrutarla y se va de rositas. En cierto modo, esta novela me recuerda bastante a Que se mueran los feos, de Boris Vian. Tanto por la historia como por la forma en que está escrita.
El carácter irreverente (hablo a nivel literario, no narrativo) del libro, en definitiva, me tuvo magnetizado desde el principio. No se ceñía a ninguno de los parámetros de lectura que poseo, y eso que me gusta pensar que son bastante amplios. Y aún y así, hubo algo en esta novela que debió convencerme. Porque, como he dicho antes, ciertos indicios me hicieron pensar que no estaba (solamente) cara a cara con un producto de entretenimiento. ¿O sí?
Sus excesos van más allá del cóctel de géneros; también están presentes en una narrativa sin complejos a nivel formal y conceptual. La redacción de Farmer es burda, torpe, repetitiva. Y las ideas que pululan por aquí... Farmer está dispuesto a soltar alocadas ideas cada dos por tres, sin sonrojarse siquiera. Estas ideas resultan ingeniosas a ratos; otras veces, totalmente ridículas. Pero La imagen de la bestia no tiene sentido del ridículo y jamás lamenta haberse desmadrado; si acaso, nos escupe en la cara que no somos el lector idóneo para disfrutarla y se va de rositas. En cierto modo, esta novela me recuerda bastante a Que se mueran los feos, de Boris Vian. Tanto por la historia como por la forma en que está escrita.
El carácter irreverente (hablo a nivel literario, no narrativo) del libro, en definitiva, me tuvo magnetizado desde el principio. No se ceñía a ninguno de los parámetros de lectura que poseo, y eso que me gusta pensar que son bastante amplios. Y aún y así, hubo algo en esta novela que debió convencerme. Porque, como he dicho antes, ciertos indicios me hicieron pensar que no estaba (solamente) cara a cara con un producto de entretenimiento. ¿O sí?
Farmer aporta. Bueno, quizás no sume para todos. De hecho, seguro que, desde la perspectiva de muchos, degrada a la literatura. Pero quedémonos con que nos ha seducido a todos. Su impúdica, disparatada y alucinante novela nos ha encantado. Contra todo pronóstico. ¡Pues a disfrutar de sus aciertos! Y es que cuando le interesa, el autor suelta auténticas perlas. Perlas casi profundas, como las reflexiones que giran en torno el protagonista y su relación con su ex esposa. O perlas que no necesitan de profundidad para encantarnos. Pienso en el personaje de Vivienne. En el fantasma y sus métodos para abandonar su condena ectoplásmica (y otra condena peor que la incorporeidad, condena que no voy a revelar). Los globos. Oh, sí, los malditos globos.
Pero nada de esto quita que la novela siga siendo bastante peculiar. Todavía debo decidir si Farmer me ha fidelizado lo suficiente como para ir a por la parte dos de esta saga, titulada ¡Cuidado con la bestia!. Ya veremos.
Pero nada de esto quita que la novela siga siendo bastante peculiar. Todavía debo decidir si Farmer me ha fidelizado lo suficiente como para ir a por la parte dos de esta saga, titulada ¡Cuidado con la bestia!. Ya veremos.
PD: Si esta cubierta os parece fea de narices, la de la edición que yo leí es si cabe más atroz todavía; ay, la vergüenza que me entró al dárselo a la bibliotecaria para sacarlo en préstamo. Si alguien quiere, verla, que la busque... Paso de publicarla en esta entrada o enlazarla.
Título original: Blown o Sketches among the ruins of my mind
Traductor: Jordi Beltrán
Año de publicación: 1987
Valoración: Decepcionante
¡Cuidado con la bestia! es la continuación de La imagen de la bestia. He leído esta novela antes de lo que tenía planeado, creo que para recuperar esos elementos que me gustaron de la primera entrega. Y ya aviso que no los he encontrado. Probablemente eso condicione mi crítica. Lo siento.
No voy a andarme con preámbulos. Mientras que Farmer suelta una serie de ideas extravagantes al vuelo en La imagen de la bestia, ahora parece querer clavarlas con agujas en una pared. Estructurarlas. Racionalizarlas. No suele importarme que se vaya generando un andamio lógico en un suceso literario que parecía carecer de sentido. Me gusta como los mitos de Lovecraft van siendo apropiados por ciertos autores, que los dotan de una interesante coherencia interna. El problema aquí es que la aparición de la lógica llega un libro tarde (aunque se entrevé que Farmer ya la tenía planeada desde el principio) y a veces acaba siendo muy conveniente. De hecho, esta lógica parece antagónica a la alocada y estrafalaria fantasía de la saga; el contexto resulta perjudicial para el desvarío febril. Ya en la primera entrega se burlaban de la voluntad humana por comprenderlo todo. Y ahora Farmer cae en ello. Parece ser que era lo que pretendía, como ya he dicho, pero no le queda conseguido, la ejecución fracasa. Por suerte, y a pesar del empeño de Farmer en justificar en demasía sus idas de olla, estas siguen apareciendo. Sí, vale, demasiado explicadas, pero ahí están. El autor empieza rescatando a Vivienne, un personaje que ya era misterioso en la primera parte, y dándole una escena totalmente descabellada (más que la que ya tuvo en su momento). O sea, que un personaje que ya en La imagen de la bestia hacía palidecer al resto de su grupo, grupo que parecía poseer ciertas cualidades sobrehumanas, asociadas a los licántropos o vampiros, es ahora mostrado con más extrañeza todavía. También me gusta la incorporación de Plugger, otro ser al que tampoco se puede relacionar con nada existente hasta la fecha.
No voy a andarme con preámbulos. Mientras que Farmer suelta una serie de ideas extravagantes al vuelo en La imagen de la bestia, ahora parece querer clavarlas con agujas en una pared. Estructurarlas. Racionalizarlas. No suele importarme que se vaya generando un andamio lógico en un suceso literario que parecía carecer de sentido. Me gusta como los mitos de Lovecraft van siendo apropiados por ciertos autores, que los dotan de una interesante coherencia interna. El problema aquí es que la aparición de la lógica llega un libro tarde (aunque se entrevé que Farmer ya la tenía planeada desde el principio) y a veces acaba siendo muy conveniente. De hecho, esta lógica parece antagónica a la alocada y estrafalaria fantasía de la saga; el contexto resulta perjudicial para el desvarío febril. Ya en la primera entrega se burlaban de la voluntad humana por comprenderlo todo. Y ahora Farmer cae en ello. Parece ser que era lo que pretendía, como ya he dicho, pero no le queda conseguido, la ejecución fracasa. Por suerte, y a pesar del empeño de Farmer en justificar en demasía sus idas de olla, estas siguen apareciendo. Sí, vale, demasiado explicadas, pero ahí están. El autor empieza rescatando a Vivienne, un personaje que ya era misterioso en la primera parte, y dándole una escena totalmente descabellada (más que la que ya tuvo en su momento). O sea, que un personaje que ya en La imagen de la bestia hacía palidecer al resto de su grupo, grupo que parecía poseer ciertas cualidades sobrehumanas, asociadas a los licántropos o vampiros, es ahora mostrado con más extrañeza todavía. También me gusta la incorporación de Plugger, otro ser al que tampoco se puede relacionar con nada existente hasta la fecha.
En fin, vamos a la trama. ¡Cuidado con la bestia! incorpora a otro protagonista, que compartirá en esta ocasión perspectiva narrativa con el (ahora) ex detective Childe: Forry, un aficionado a la ciencia ficción. Ambos se verán envueltos en una guerra que se remonta a tiempo atrás, donde criaturas alienígenas llamadas ogs y tocs se pelean para conseguir el “Grial”. Este objeto, una vez activado, podrá devolverlos a sus respectivos planetas. Y para activarlo necesitaran a Childe. Las excusas que da el autor para justificar elementos previos se ven forzadas. Si ya se sugirieran más explícitamente en la primera parte, vale, pero que ahora aparezcan, sin más... No me convence. Unos seres que parecían quererle mal a nuestro protagonista ahora dependen de él. ¿En serio? ¿Me estás vacilando? Sabían que lo necesitaban, y aún y así actuaron de esa forma. ¿Fue un malentendido? ¡Venga ya! Por culpa de este viraje se pierde la tensión que existía en la primera entrega. Salvo el primer tercio, donde Childe y Forry son blanco de extrañas situaciones, todo parece demasiado fácil y hasta consensuado. Bah...
También de Philip José Farmer en ULAD: Los amantes
Hola, aunque no soy fan de este tipo de libros me has dejado intrigada con la portada, así que la busqué y tienes razón, es de vergüenza jajjajajja aunque la portada digital es tremenda también, desnudo (estilo matanza de Texas) y lo que tiene entre las manos/piernas me ha hecho pensar en Alien y Depredador. Demasiada imaginación?
ResponderEliminarHola, Viuda.
ResponderEliminarPara imaginación, la de Farmer. Estas ilustraciones horteras (¿de verdad pertenencen a la ahora elegante y minimalista editorial Anagrama?) sólo permiten vislumbrar fugazmente sus excéntricos desvaríos. Yo recomiendo leer el libro sólo por toparse con esas idas de olla. Por cierto, no he entendido la referencia a la Matanza de Texas, ¡y eso que es de mis películas favoritas! Ojalá puedas sacarme de dudas, ahora estoy intrigado. ;)
Por cierto, gracias por comentar.