Título original: Ellevte roman, bok atten
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Año de publicación: 1992
Valoración: se deja leer
Autor considerado por la crítica noruega como uno de los más innovadores de su época, y único ganador por tres veces del Premio de la crítica noruega, sus obras giran en torno a la introspección y a la narrativa relacionada con la consciencia humana. Su admiración por Ibsen es evidente, pues en sus dos obras traducidas al castellano, se hace mención, y se le da un papel importante, a «El pato salvaje» del dramaturgo noruego.
Establecido el marco estilístico del escritor, y señaladas las características de su obra, en la breve novela que nos ocupa el autor busca y explora la debilidad humana hacia uno mismo, a través de su protagonista casi absoluto: Bjørn Hansen. Narrado en tercera persona, se narra la vida del protagonista y sabemos, ya de entrada, que hace cuatro años que abandonó a Turid, persona por quién dejó a su mujer e hijo de dos años, después de catorce años de relación. La aventura que estaba manteniendo con Turid (quien, a su vez, dejó a su esposo) llega a un punto en el que decide abandonar su familia y, sin saber si la ama suficientemente, decide arriesgarlo todo por ella, a pesar de ser consciente que parte de la fascinación por ella reside en la propia aventura sentimental que están manteniendo. Esta es la premisa de la novela, y su punto de arranque.
Evitando contar más sobre el argumento, esta obra utiliza un ensayo sobre Ibsen para establecer un paralelismo sobre el teatro de la vida. Y es que, relaciones sentimentales aparte, de eso trata el libro: como en una obra, la vida reproduce escenas cotidianas a menudo disfrazadas y vestidas de falsos decorados, para mantener la tensión y el interés de la obra representada. Así, nos mostramos a través de gestos autoimpuestos y engaños conocidos, ocultando la realidad bajo un disimulo sabido y compartido. Vemos lo que vemos, pero sobre todo aquello que queremos ver. Y nos mostramos intentando no mostrarnos, y queremos lo querido. En medio de telones y bambalinas, Solstad nos narra las desilusiones que nos encontramos cuando caen las máscaras que ocultan la realidad de la propia vida, cuando aquello que sostiene una relación se mantiene por el frágil equilibrio de desear aquello que todos desean, la atracción por poseer aquellos que los demás ansían; manteniendo las relaciones por aquello que te aportan, buscando seguridad en uno mismo para los inseguros, y elogios y halagos para quien no vive si no puede alimentarse de ellos. La luz de los focos del teatro de la vida, y poder ser quien sigue al lado de la protagonista cuando cae el telón y cuando la ausencia de maquillaje muestra la realidad de la misma.
Así, la primera parte de la narración promete mucho en cuento a temática y a intención, pero consigue bastante menos en cuanto a resultado. Y es una verdadera lástima porque, a pesar de suponer que encontraremos una gran profundidad en el texto, estamos ante una narración que pone a prueba la paciencia del lector, por reiteración; el autor tiene la costumbre de repetir constantemente el nombre del protagonista (nombre y apellido) y la ciudad donde vive, lo cual, teniendo en cuenta que el protagonista es prácticamente único y la historia gira en torno a él, es absolutamente prescindible mencionarlo constantemente. Siento decirlo, pero el exceso es tal, que acaba siendo algo repetitivo e incluso tedioso. Otro aspecto negativo del libro es su falta de sentido de la historia: uno va leyendo sin tener muy claro dónde quiere llegar el autor, qué nos quiere contar. Porque no solo de anécdotas y reflexiones puede vivir un libro, hace falta algo más, algo que te golpee, que te haga pensar, y lamentablemente no es el caso.
De esta manera, estilos narrativos aparte, lo que apuntaba al inicio en cuanto a profundidad, se diluye a mitad del libro, y da la sensación que el autor se pierde con el cambio cuando hacer aparecer la figura del hijo. Este punto de inflexión podría hacer que aumentara el interés en lo que ocurre, abrir una interesante vía, pero no es el caso. El interés en la novela se difumina ante tanta repetición y sin una historia interesante que contar. Podría mejorar si al menos hubiera reflexiones interesantes sobre la paternidad, pero no existen más allá de una lógica preocupación por la vida de un hijo en época universitaria y su ausencia de amistades y la dificultad para una integración social. Ya finalmente, y rápidamente, pues el libro es corto, el desconcierto definitivo del libro llega en su último tramo, con una final completamente irrisorio y difícil de creer.
Parece sorprendente que un libro que tiene un interesante planteamiento, una intencionalidad clara de lo que se quiere conseguir y es bastante prometedor en su inicio acabe naufragando de esta manera convirtiendo una historia interesante en poco más que un sinsentido. Y ya puestos, y sin considerarme un experto (ni de lejos) en el arte de escribir, la edición contiene un par de errores de bulto en saltos de línea que no ayudan a mejorar su valoración. De todos modos, viendo el resultado final del libro, eso casi es lo de menos.
Establecido el marco estilístico del escritor, y señaladas las características de su obra, en la breve novela que nos ocupa el autor busca y explora la debilidad humana hacia uno mismo, a través de su protagonista casi absoluto: Bjørn Hansen. Narrado en tercera persona, se narra la vida del protagonista y sabemos, ya de entrada, que hace cuatro años que abandonó a Turid, persona por quién dejó a su mujer e hijo de dos años, después de catorce años de relación. La aventura que estaba manteniendo con Turid (quien, a su vez, dejó a su esposo) llega a un punto en el que decide abandonar su familia y, sin saber si la ama suficientemente, decide arriesgarlo todo por ella, a pesar de ser consciente que parte de la fascinación por ella reside en la propia aventura sentimental que están manteniendo. Esta es la premisa de la novela, y su punto de arranque.
Evitando contar más sobre el argumento, esta obra utiliza un ensayo sobre Ibsen para establecer un paralelismo sobre el teatro de la vida. Y es que, relaciones sentimentales aparte, de eso trata el libro: como en una obra, la vida reproduce escenas cotidianas a menudo disfrazadas y vestidas de falsos decorados, para mantener la tensión y el interés de la obra representada. Así, nos mostramos a través de gestos autoimpuestos y engaños conocidos, ocultando la realidad bajo un disimulo sabido y compartido. Vemos lo que vemos, pero sobre todo aquello que queremos ver. Y nos mostramos intentando no mostrarnos, y queremos lo querido. En medio de telones y bambalinas, Solstad nos narra las desilusiones que nos encontramos cuando caen las máscaras que ocultan la realidad de la propia vida, cuando aquello que sostiene una relación se mantiene por el frágil equilibrio de desear aquello que todos desean, la atracción por poseer aquellos que los demás ansían; manteniendo las relaciones por aquello que te aportan, buscando seguridad en uno mismo para los inseguros, y elogios y halagos para quien no vive si no puede alimentarse de ellos. La luz de los focos del teatro de la vida, y poder ser quien sigue al lado de la protagonista cuando cae el telón y cuando la ausencia de maquillaje muestra la realidad de la misma.
Así, la primera parte de la narración promete mucho en cuento a temática y a intención, pero consigue bastante menos en cuanto a resultado. Y es una verdadera lástima porque, a pesar de suponer que encontraremos una gran profundidad en el texto, estamos ante una narración que pone a prueba la paciencia del lector, por reiteración; el autor tiene la costumbre de repetir constantemente el nombre del protagonista (nombre y apellido) y la ciudad donde vive, lo cual, teniendo en cuenta que el protagonista es prácticamente único y la historia gira en torno a él, es absolutamente prescindible mencionarlo constantemente. Siento decirlo, pero el exceso es tal, que acaba siendo algo repetitivo e incluso tedioso. Otro aspecto negativo del libro es su falta de sentido de la historia: uno va leyendo sin tener muy claro dónde quiere llegar el autor, qué nos quiere contar. Porque no solo de anécdotas y reflexiones puede vivir un libro, hace falta algo más, algo que te golpee, que te haga pensar, y lamentablemente no es el caso.
De esta manera, estilos narrativos aparte, lo que apuntaba al inicio en cuanto a profundidad, se diluye a mitad del libro, y da la sensación que el autor se pierde con el cambio cuando hacer aparecer la figura del hijo. Este punto de inflexión podría hacer que aumentara el interés en lo que ocurre, abrir una interesante vía, pero no es el caso. El interés en la novela se difumina ante tanta repetición y sin una historia interesante que contar. Podría mejorar si al menos hubiera reflexiones interesantes sobre la paternidad, pero no existen más allá de una lógica preocupación por la vida de un hijo en época universitaria y su ausencia de amistades y la dificultad para una integración social. Ya finalmente, y rápidamente, pues el libro es corto, el desconcierto definitivo del libro llega en su último tramo, con una final completamente irrisorio y difícil de creer.
Parece sorprendente que un libro que tiene un interesante planteamiento, una intencionalidad clara de lo que se quiere conseguir y es bastante prometedor en su inicio acabe naufragando de esta manera convirtiendo una historia interesante en poco más que un sinsentido. Y ya puestos, y sin considerarme un experto (ni de lejos) en el arte de escribir, la edición contiene un par de errores de bulto en saltos de línea que no ayudan a mejorar su valoración. De todos modos, viendo el resultado final del libro, eso casi es lo de menos.
Mucho ruido y pocas nueces no?
ResponderEliminarHola. anónimo. Pues sí, y la verdad es que es una lástima pues el planteamiento inicial prometía bastante al hablar de relaciones, teatro, Ibsen... Lamentablemente, el estilo narrativo y la forma en la que la historia avanza hace que pierda interés y uno acaba deseando que acabe el libro lo más rápidamente posible. Por suerte, es un libro corto.
ResponderEliminarSaludos y gracias por comentar.
Marc