Idioma original: Francés
Título original: Nulle
part dans la maison de mon père
Año de publicación: 2007
Traducción: Susana Andrés Font
Valoración: Muy recomendable
En la escritura de Assia Djebar cristalizan
algunas de las paradojas, choques y conflictos más característicos de nuestra
época. Mujer, musulmana, argelina, Fatima-Zohra Imalayen (Cherchell, Argelia,
1936 – París, 2015) fue terca y coherente en el manejo público de sus ideas e
intimista y delicada en la forja de sus relatos. En su literatura, en la que su
propia trayectoria vital es la principal materia prima, estas tensiones no es
que estén latentes, si no que aparecen explícitas y pormenorizadas, siendo
habitual que sean el motor mismo de la narración.
Una complejidad que aparece
incluso instalada en el propio seudónimo literario escogido: Assia (Consolación) Djebar (Intransigencia). Que se visibiliza en
muchas facetas de su trayectoria. En la elección del idioma impuesto por el
dominio francés para pensar y crear, manteniendo la lengua árabe materna para
los lances más íntimos de cualquier persona; amar, sufrir, rezar... O en su
implicación en la lucha contra la ocupación colonial de Argelia, que le costó
la expulsión de la Universidad de París en 1958, y su nueva expulsión de la
Universidad de Argel en 1965 por negarse a renunciar al francés frente a la
arabización impuesta por el triunfante nacionalismo. O en el ingreso en la
Academia Francesa en 2005 -la quinta mujer en conseguirlo, después que
Marguerite Yourcenar ocupase uno de sus sillones por vez primera en 1980- y, a
la vez, el contundente ejercicio que no aflojó de denuncia y rechazo de la
superioridad cultural, ideológica y moral que se arrogan aún demasiados vecinos
nuestros del otro lado de los Pirineos.
Sin habitación propia es el relato de ese periodo mágico que va
desde los más remotos recuerdos de infancia hasta los turbulentos días de la
adolescencia, en que deben tomarse las primeras decisiones trascendentes. Con
un padre, profesor de la escuela francesa, tan abierto e innovador como para
llevar a su hija a la escuela y enorgullecerse de sus progresos como cerril
para montar en cólera cuando la ve subirse a una bicicleta y mostrar las
rodillas. Con una madre retraída y discreta que sólo con el tiempo optará por desvelarse y mostrar, afirmar
públicamente su propia persona. Con un país, la Argelia sometida, donde la
segregación en función del origen, del género y la condición social eran
brutales y espeluznantes pero donde también se filtraban por las rendijas de la
convivencia rayos de conocimiento, emancipación y arte y se generaban sueños
individuales y colectivos. La referencia a las mujeres labrándose su propio
porvenir que hizo Virginia Woolf es explícita, tanto como la sensorial
descripción que la autora hace de ese ámbito femenino postergado y discreto, en
las casas, en los baños públicos, en las bodas y reuniones donde ellas creaban
su tejido de complicidades, confidencias y apoyos mutuos.
"Solo reconozco una regla, aprendida y dilucidada, poco a poco, en soledad y lejos de las capillas literarias: no practicar más que una escritura de necesidad.", explicó Assia Djebar. Este empeño en retratarse, en explicarse y encarnarse en la literatura para así servir a sus congéneres, compatriotas, compañeros o lectores como constatación de que emociones, pasiones, limitaciones, anhelos, incertidumbres y sacrificios son intrínsecamente individuales y a la vez necesariamente colectivos, late tenazmente en sus novelas. Sin habitación propia es una poderosa exhibición de memoria y de escritura precisa y personal, que no ensimismada. Que seduce por la cálida minuciosidad con la que se describen escenas, detalles, personajes y ambientes y en el que se recrea ese imperceptible soplo de libertad que luego será un valor esencial en la personalidad del adulto. Puesto que, en efecto, la infancia termina demasiado pronto en los países soleados.
Solo conocía de nombre a la autora. Siquiera sabía que era un seudónimo. Toda la introducción que haces hablando sobre ella, suma. Toda la reseña hace que entren ganas de leerla. Y tu párrafo final deberías patentarlo. Es una de esas frases de apariencia simple, pero bellas por sugerir algo tan duro, por resumir tanto y tanto.
ResponderEliminarGran reseña Carlos y maravillosa la frase que citas.
ResponderEliminarMil gracias por los comentarios. Aunque lo realmente destacable es que Assia Djebar es una autora que merece ser mucho más conocida y leída.
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