Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable
Según la RAE, un artefacto es un "objeto, especialmente una máquina o un aparato, construido con una cierta técnica para un determinado fin". Pues bien, "Estabulario" es un artefacto literario en toda regla. Está claro que no es un máquina o aparato, aunque de estas hay unas cuantas a lo largo del libro, pero, desde luego, está construido con una cierta técnica para un determinado fin: perturbar al lector.
Esta perturbación se logra a través de seis relatos que podríamos calificar de "distópico-apocalípticos", en los que se mezcla la ciencia-ficción, el terror (cotidiano) y la crítica social. Todos ellos se sitúan en un futuro no demasiado lejano, en el que la tecnología juega un papel importante (¿haciendo la vida más fácil o como elemento alienador?) y están protagonizados por personajes en situaciones límite que apenas pueden distinguir entre realidad y ficción. Son relatos cargados de mala baba, humor negro como el carbón, grotescos, excesivos, gamberros, desagradables en ocasiones, relatos en los que Puertas juega hábilmente con la información, fragmentaria al principio, caja de sorpresas a posteriori.
Quizá si tuviera que elegir me quedaría con los relatos menos "alocados", con esos que llevan una carga más "social", como "Obesidad mórbida modular", en el que un trabajador viste, como una segunda piel, un uniforme de trabajo controlado por una aplicación que, casualmente, se "va al carajo" y se lleva por delante todo lo demás. O como "Manos libres", quizá el más desagradable y angustioso, en el que se juntan encierro, muerte y tecnología en un mundo en destrucción. O como "Nuestra canción" que es, probablemente, el relato que más me ha gustado. Se trata de un relato reversible, en forma de pildorazos, en el que los personajes se mueven en una sensación de extrañamiento e irrealidad, al igual que ocurre con "Estabulario".
Por contra, "Pegar como texto sin formato", pasado de rosca, que en un primer momento parece un relato sobre la corrupción y acaba convirtiéndose en una orgía de sangre y cocaína y "Torremolinos", en el que se combinan reality-shows, control mental y drogas en una Andalucía independiente mezcla de Andorra, Marruecos y Corea del Norte, son quizá los que más "fuera de juego" me han dejado y menos he disfrutado.
En cualquier caso, hay que reconocer que Puertas consigue con estos relatos removerte de tu asiento. Su personal mundo y su particular visión del mismo no dejarán indiferente al lector por excesivos, por angustiosos, por salvajes. Pero también he de decir que, en algunos momentos, uno se ve sobrepasado por tanto exceso.
Pese a todo, y en previsión de que el futuro nos pueda deparar algo semejante, recomiendo asomarse a esos mundos que nos enseña Sergi Puertas. Eso sí, absténganse lectores de estómagos delicados.
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