En ULAD dedicamos una entrada a Miguel Hernández coincidiendo con el centenario de su nacimiento. De eso han pasado más de seis años, y creo que tampoco estará de más traer de nuevo al blog a este poeta, cuando se cumplen, justamente hoy, 75 años de su muerte.
Sobre Miguel Hernández seguramente todos tenemos interiorizadas algunas ideas básicas, la primera de ellas eso de que era un chico de pueblo, sin apenas instrucción, autodidacta en el campo de la literatura. Por pura afición (o vocación, como se quiera) Miguel se vuelca en la literatura y se gana el derecho a ser uno más en las tertulias, primero en su entorno más cercano, más adelante en Madrid. Hubiera o no alguna sobreactuación por su parte para subrayar ese currículum rural, y admitiendo incluso el nivel de tópico que todo ello puede haber alcanzado, creo que ese elemento resulta determinante en su obra. Porque, aparte de los florilegios de su etapa más temprana, su palabra tiene siempre la contundencia del hombre del pueblo, el tipo sencillo de Orihuela, el hijo del pastor.
Es la primera característica que define la poesía de Miguel Hernández, su carácter popular, que se transparenta de forma nítida, inequívoca, en cada uno de sus versos. Cada palabra sale de la boca de un hombre cualquiera, pero pulida y potenciada, iluminada por la belleza que le da el talento. Por eso emocionan hasta tal punto las ‘Nanas de la cebolla’, escritas para el hijo del poeta cuando éste, desde la cárcel, se entera de las penurias que el niño pasa en su ausencia. O los sonetos de ‘El rayo que no cesa’, donde fluye el sentimiento intenso pero sobrio de un joven enamorado (o enamoradizo, a decir de algunos estudiosos, aunque viene a darnos lo mismo).
Gracias a esa conexión profunda del autor con el pueblo llano, resulta natural, casi inevitable, que queden grabadas en la memoria colectiva cosas como ‘una querencia tengo por tu acento’, o esa imponente estrofa final de la ‘Elegía a Ramón Sijé’, en la que, como todos los grandes poemas funerarios, triunfa el sentimiento –la amistad, en este caso- sobre el dolor:
‘A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero’.
Y, bueno, hasta hace posible que en los tiempos actuales, donde tan estrictamente se miden ciertas palabras, pueda seguir pareciendo deslumbrante (al menos, a mi) eso de ‘Te me mueres de casta y de sencilla’, dicho como desagravio por haber robado un beso (en la mejilla, claro) a su amada.
En la Guerra civil Miguel toma partido y se involucra hasta el fondo en la lucha por la libertad, que tiempo después le llevaría a morir en prisión. Es la época de ‘Viento del pueblo’, poesía ya decididamente militante y de tonos a veces épicos. En este momento sería difícil imaginar una mano más adecuada para llevar la bandera que la del poeta de Orihuela. Ahí han quedado poemas inigualables como ‘El niño yuntero’ o la ‘Canción del esposo soldado’. Aunque la pieza de mayor valor simbólico que ha quedado para las generaciones posteriores haya sido sin duda ese ‘Aceituneros’ (más célebre como ‘Andaluces de Jaén’), que supongo todo el mundo conoce sobradamente y que se ha transformado en himno al ser interpretado por diversos músicos.
La última etapa de Miguel Hernández, la de ‘Cancionero y romancero de ausencias’ es como un reflujo: los ardores de la Guerra se han convertido en rescoldos, y la poesía, sin perder nunca la raíz popular, se vuelve más íntima e introspectiva.
Me vais a perdonar (bueno, o no) la ligereza y las posibles incorrecciones técnicas de este modesto comentario. No me considero en absoluto experto en poesía y no pretendía hacer ningún tipo de crítica literaria, sino sólo dejar unos apuntes personales y muy subjetivos sobre los sentimientos que me provoca la poesía de Miguel Hernández. Y de paso, también un pequeño homenaje a este hombre que murió a los 32 años. Quién sabe lo que pudo haber dado de sí si la guerra no nos lo hubiera arrebatado.
Las otras reseñas de ULAD sobre Miguel Hernández: Antología poética, Centenario de su nacimiento
Vivió sólo 31 años y tuvo más experiencias que mucha gente centenaria.
ResponderEliminarLe marcó vitalmente la decisión de su padre de sacarle del colegio, a pesar de que los curas le habían concedido una beca, pero su padre mantuvo su voluntad de hacerlo pastor de cabras. Fue su primer motivo de sufrimiento.
Después está su evolución personal, la pérdida de la fe religiosa (en sus inicios llegó a escribir autos sacramentales) y el abrazo de la ideología social y revolucionaria, tal vez como un trasunto de la injusticia que se había cometido con él al impedirle seguir estudiando.
Más tarde sus vivencias en la guerra (en primera línea del frente, no en la retaguardia cómoda de Alberti y otros) y en la cárcel.
Mucha gente no sabe que a su suegro (padre de Josefina Manresa, que era Guardia Civil) lo mataron unos milicianos. Y a él lo condenaron a muerte los franquistas. De modo que su familia fue víctima propiciatoria de las dos Españas.
Un curioso relato sobre Miguel Hernández puede verse en
http://relatosexpres.blogspot.com.es/2014/08/estas-avisado-saiz-de-marco.html
Muchas gracias por tu aportación biográfica. Saludos!
ResponderEliminarBien por el homenaje a Miguel Hernández, bien. Y muy bueno el apunte del otro comentario.
ResponderEliminarFirma: Sir Robin
Muchas gracias, Sir Robin. Aunque veo que en todos los medios se recuerda el aniversario, creo que por nuestra parte era obligado utilizarlo para no olvidar al gran Miguel.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por el homenaje, personalmente olvidé el aniversario, imperdonable tratándose de Miguel Hernández. Aunque en este país los aniversarios culturales hace tiempo que no se celebran: parece increíble que 2016 haya sido el año Cervantes.
ResponderEliminarTengo la opinión personal de que Miguel Hernández era el poeta de mayor talento de aquella generación, lo que es muchísimo. Por alguna razón difícil de entender (pero seguramente muy española) su muerte en prisión, así como su vida tan marcadamente militante han distorsionado su talla como escritor. Miguel Hernández es el poeta pastor y el poeta soldado, pero creo que fue más que eso. Era un maestro del idioma y leyendo versos como "Carne de yugo ha nacido/más humillado que bello" es obvio el arraigo popular pero asombran también el ritmo y el uso del lenguaje (intraducible en este caso, por ejemplo) dignos del Siglo de Oro. El español es bellísimo en la poesía de Miguel Hernández, en todas sus etapas y edades.
Por alguna razón muy fácil de entender (y en este caso es seguro que muy española) la figura literaria de García Lorca se agigantó hasta extremos asombrosos con su muerte. Mi opinión es que se trata de un escritor sobrevalorado y es curioso cómo dos hechos muy similares -el asesinato de Lorca y la represión a Hernández- han tenido efectos tan dispares.
Enhorabuena por el artículo
Hola Talibán. Estoy muy de acuerdo con tu visión de Miguel. Tampoco creo que haya que despreciar el valor simbólico del personaje, pero efectivamente puede que perdamos un poco la perspectiva de su importancia como artista. Es decir, que no debemos dejar de admirar su compromiso, pero tampoco dejemos que el 'personaje' se coma al poeta. Aunque siempre digo que no soy para nada entendido en la técnica de la poesía, creo que es coincidencia general que sus composiciones rozan la perfección. En mi pequeño homenaje me he centrado más en la vertiente 'popular' de Miguel, pero obviamente habría muchísimo que decir en su aspecto artístico.
ResponderEliminarEn lo que discrepo es en que Lorca haya sido sobrevalorado. Yo creo que hay una conexión íntima entre los dos, y es precisamente su entronque con lo popular, los sentimientos, el pálpito de la gente corriente. Entiendo que Lorca fue más polivalente, pero la intensidad es similar en los dos -al menos en mi modesta opinión de aficionado raso.
Muchas gracias por tu interesante y muy oportuna aportación.
Estoy de acuerdo con ustedes respecto a Miguel, pero respecto a Federico discrepó con usted Talibán y me sumo a lo que dice Carlos, a mí Lorca además me gusta mucho por la belleza y hermosura de su poesía, sencilla y llena metáforas, por su temática (especialmente la poesía relacionada con temas gitanos, bandoleros, Andalucía), y sus canciones para niños (y para mayores algunas forman parte dais poemas favoritos "Los lagartos" por ejemplo) Las versiones que nos ha regalado Paco Ibáñez por cierto son una maravilla que las han elevado aún más.
ResponderEliminarSir Robin.
A mi también me gustan esos cuadros andaluces (o gitanos), llenos de colorido y de música. Y la versatilidad de Lorca la encontramos fácilmente si echamos un vistazo a su obra teatral o a la poesía más vanguardista de 'Poeta en Nueva York'. Bueno, y qué decir de Paco Ibáñez, Sir Robin, eso es mejor escucharlo, una y otra vez, que por muchos años que pasen nunca cansa.
ResponderEliminarComo siempre, un placer charlar con usted.