Título original: Manhattan 45
Año de publicación:
Traducción: Esther Cruz
Valoración: bastante recomendable
Por relacionarlo con una lectura anterior, diría que Manhattan 45 es casi el opuesto al periodismo de guerra que nos mostraba Augusto Assía. Este escribía desde Londres sobre un conflicto en progresión y en medio de sirenas y bombas. Morris escribe en una Nueva York pletórica que, entre fiestas y celebraciones, recibe a los buques que traen de vuelta a tropas desde Europa. Hitler ha sido derrotado y el conflicto en el escenario europeo ha finalizado. Donde los ingleses mantenían una estoica actitud de intento de preservar normalidad, la población americana que se acerca a los muelles a saludar a las tropas que regresan está exultante; puede que prevean que se acercan décadas de gloria y crecimiento para Estados Unidos, años de expansión, Guerra Fría, y todo lo que vendrá después, que aquí simplemente se aventura y se deja que sea el tiempo que lo demuestre.
Curiosamente, la edición de Gallo Nero cuenta con una introducción, un prólogo que viene a suponer una certificación de que ese periodo de ascenso quedó brutalmente cortado con los atentados del World Trade Center, y que desde ese momento la ciudad cambió, sufrió una cura de modestia y vulnerabilidad que empieza a darse por superada a sabiendas de que nunca lo será del todo.
La isla que Jan Morris nos presenta es en 1945 una ciudad bulliciosa metida en el carril de aceleración. Occidente está agradecido hacia Estados Unidos por su papel en la resolución del conflicto, y Nueva York epitomiza y concentra esa admiración global. A pesar de algún guiño equívoco, ni siquiera su comunidad judía y su población de origen alemán han tenido conflictos: pero hay mucho más, y Morris evita convertir esas 300 páginas largas en una guía nostálgica y la ciudad que nunca duerme se nos revela también como la ciudad que siempre tiene algo nuevo que ofrecer. El repaso es exhaustivo y fascinante, y todo el crisol presente desfila a través de estas páginas, una rendida carta de amor de una escritora galesa que visita a menudo la ciudad y nos ofrece esa perspectiva entusiasta y cosmopolita. Hitos culturales, personajes carismáticos (incluida una magnífica mención a Joe Gould) de todos los orígenes y condiciones. Lugares emblemáticos que perviven o forman parte del pasado. Tiendas, restaurantes, edificios, enclaves cuya función el tiempo ha transformado. Pero, por encima de todo, y perdonad que insista, una sensación de constante contemporaneidad, de ciudad que crece y se transforma, que se sabe referencia de la cultura urbana a nivel global, mucho antes de que los curiosos del planeta acudan a babear por sus calles, casi ajena a la fascinación que ejerce. La verdadera crónica desde el centro del mundo.
Curiosamente, la edición de Gallo Nero cuenta con una introducción, un prólogo que viene a suponer una certificación de que ese periodo de ascenso quedó brutalmente cortado con los atentados del World Trade Center, y que desde ese momento la ciudad cambió, sufrió una cura de modestia y vulnerabilidad que empieza a darse por superada a sabiendas de que nunca lo será del todo.
La isla que Jan Morris nos presenta es en 1945 una ciudad bulliciosa metida en el carril de aceleración. Occidente está agradecido hacia Estados Unidos por su papel en la resolución del conflicto, y Nueva York epitomiza y concentra esa admiración global. A pesar de algún guiño equívoco, ni siquiera su comunidad judía y su población de origen alemán han tenido conflictos: pero hay mucho más, y Morris evita convertir esas 300 páginas largas en una guía nostálgica y la ciudad que nunca duerme se nos revela también como la ciudad que siempre tiene algo nuevo que ofrecer. El repaso es exhaustivo y fascinante, y todo el crisol presente desfila a través de estas páginas, una rendida carta de amor de una escritora galesa que visita a menudo la ciudad y nos ofrece esa perspectiva entusiasta y cosmopolita. Hitos culturales, personajes carismáticos (incluida una magnífica mención a Joe Gould) de todos los orígenes y condiciones. Lugares emblemáticos que perviven o forman parte del pasado. Tiendas, restaurantes, edificios, enclaves cuya función el tiempo ha transformado. Pero, por encima de todo, y perdonad que insista, una sensación de constante contemporaneidad, de ciudad que crece y se transforma, que se sabe referencia de la cultura urbana a nivel global, mucho antes de que los curiosos del planeta acudan a babear por sus calles, casi ajena a la fascinación que ejerce. La verdadera crónica desde el centro del mundo.
Tengo muchas ganas de leer este libro. De la misma autora leí Venecia y me encantó.
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