Título original: The Midden
Año de publicación: 1995
Traducción: Javier Calzada
Valoración: recomendable
De vez en cuando hay que leer a Tom Sharpe. Leerlo y disfrutar de su envidiable capacidad de subversión, de dinamitar los convencionalismos sociales y diseccionar las debilidades y vicios del personal (eso, aunque usted, querido lector, sea una persona de orden y celosa de serlo... pues quizá sea más recomendable leerlo en ese caso). En esta novela suya, sin ir más lejos, despliega ante nosotros un desolador panorama de ambición, codicia e inoperancia, todo un festival de mezquindad y estupidez a partes iguales, un no parar de miseria moral, de estulticia e indignidad. Encontramos familias adineradas gracias a las tropelías semimafiosas cometidas durante generaciones, expertos financieros incompetentes y responsables de la ruina de mucha gente, altos cargos policiales hinchados por la prepotencia y el fanatismo religioso, una sociedad refugiada en la nostalgia de un pasado edulcorado en lugar de afrontar los problemas del presente ni del futuro... ¿Hablamos, pues, de la España de la crisis post-burbuja Inmobiliaria? Pues casi, pero no, sino de la Gran Bretaña de veinte años atrás, que se despertaba con resaca tras la borrachera de codicia de los años del thatcherismo... una época y una corriente política por las que Sharpe -parece evidente- no sentía demasiada simpatía... como no deja de recordar con una pulla tras otra.
Como suele ocurrir en las novelas de este autor, se parte de unas premisas ya con bastante carga de acidez, pero más o menos sencillas y comprensibles, pero que las circunstancias incontrolables del azar van enredando cada vez más hasta conducirnos a una apoteosis -en este caso hecatombe- final. Por el camino, se van produciendo toda una serie de situaciones equívocas y embarazosas -muy embarazosas- que provocan las inevitables carcajadas del lector. Carcajadas a las que también contribuye, en buena medida, el característico estilo de Sharpe: un lenguaje cuidado, formal y hasta afectadamente british, que de golpr se ve obligado a expresar las animaladas más procaces que imaginarse pueda... (de ahí el efecto humorístico, aunque supongo que el contraste resulta aún más cómico en el inglés original).
Algo parecido ocurre respecto a los personajes, que o bien conservan una fría lógica en medio de la mayor locura, o se dejan arrastrar por ésta hacia el desenfreno más absoluto. En esta novela el protagonista es Timothy Bright, un yuppie de buena familia -pero nada brillante, sin embargo- que se mete por sí solo en un buen lío económico, y a partir de ahí, es metido por otros personajes en líos aún peores, hasta acabar en medio de una trama de polis corruptos, supuestos delincuentes sexuales y una familia de carcamales tronados, los Midden del título -consúltese la traducción al castellano, para captar el sentido de tal apellido-; aunque por una vez el título que le han puesto a la edición española, Lo peor de cada casa, resulta de lo más apropiado, porque es eso mismo lo que encontramos aquí: de entre todos los personajes que aparecen en la novela, incluyendo -o en primer lugar- a nobles, jueces y policías, apenas podemos salvar la ética de un par de ellos, y aún con reservas. Queda claro que, en su vejez, a Tom Sharpe no le sobraba la fe en el género humano, y menos todavía si se trataba de sus compatriotas; de hecho, toda la historia se puede leer como una alegoría salvaje, una sátira despiadada, tanto de la vieja como la nueva sociedad británica.
Eso sí, quien quiera reírse a mandíbula batiente, aunque sea a costa de perder también la fe en la Humanidad -e incluso jugarse la salvación de la propia alma, después de leer según qué cosas- que no dude en atreverse con este libro. Ya digo que, de vez en cuando, conviene volver a Sharpe...
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Como suele ocurrir en las novelas de este autor, se parte de unas premisas ya con bastante carga de acidez, pero más o menos sencillas y comprensibles, pero que las circunstancias incontrolables del azar van enredando cada vez más hasta conducirnos a una apoteosis -en este caso hecatombe- final. Por el camino, se van produciendo toda una serie de situaciones equívocas y embarazosas -muy embarazosas- que provocan las inevitables carcajadas del lector. Carcajadas a las que también contribuye, en buena medida, el característico estilo de Sharpe: un lenguaje cuidado, formal y hasta afectadamente british, que de golpr se ve obligado a expresar las animaladas más procaces que imaginarse pueda... (de ahí el efecto humorístico, aunque supongo que el contraste resulta aún más cómico en el inglés original).
Algo parecido ocurre respecto a los personajes, que o bien conservan una fría lógica en medio de la mayor locura, o se dejan arrastrar por ésta hacia el desenfreno más absoluto. En esta novela el protagonista es Timothy Bright, un yuppie de buena familia -pero nada brillante, sin embargo- que se mete por sí solo en un buen lío económico, y a partir de ahí, es metido por otros personajes en líos aún peores, hasta acabar en medio de una trama de polis corruptos, supuestos delincuentes sexuales y una familia de carcamales tronados, los Midden del título -consúltese la traducción al castellano, para captar el sentido de tal apellido-; aunque por una vez el título que le han puesto a la edición española, Lo peor de cada casa, resulta de lo más apropiado, porque es eso mismo lo que encontramos aquí: de entre todos los personajes que aparecen en la novela, incluyendo -o en primer lugar- a nobles, jueces y policías, apenas podemos salvar la ética de un par de ellos, y aún con reservas. Queda claro que, en su vejez, a Tom Sharpe no le sobraba la fe en el género humano, y menos todavía si se trataba de sus compatriotas; de hecho, toda la historia se puede leer como una alegoría salvaje, una sátira despiadada, tanto de la vieja como la nueva sociedad británica.
Eso sí, quien quiera reírse a mandíbula batiente, aunque sea a costa de perder también la fe en la Humanidad -e incluso jugarse la salvación de la propia alma, después de leer según qué cosas- que no dude en atreverse con este libro. Ya digo que, de vez en cuando, conviene volver a Sharpe...
Le puedo decir que Tom Sharpe está incluido en mi "botiquín", donde tengo aquellas cosas útiles para sacarme de un día difícil, para distraerme de tanta estupidez que acecha.
ResponderEliminarMuy justa la reseña, muy bueno el blog.
Saludos.
Gastón.
Muchas gracias, Gastón y, por supuesto, totalmente de acuerdo contigo respecto a Sharpe.
ResponderEliminarUn saludo : )