Título original: El mar
Año de publicación: 1958
Traducción (y posfacio): Eduardo Jordá
Valoración: muy recomendable
No creo que a estas alturas logramos convencer a nadie de que hubo un Gótico Balear. Si fuera una etiqueta para vender hoteles o tickets para discotecas, quizás. Pero olvidémonos en lo concerniente a la literatura.
Si bien voy a alinearme con el entusiasta posfacio (de obligada lectura) que Eduardo Jordá nos regala al final de El mar. Y proclamaré que, de existir tal movimiento, esta sería una de sus posibles cumbres.
La pura historia de Blai Bonet, escritor, ya resulta fascinante, pues va coincidiendo con el devenir de alguno de los protagonistas, con los hechos vitales. Seminarista, niño o adolescente enfermizo, homosexual en un tiempo y un país (la España que tenía cosas como la Ley de Peligrosidad Social) en que ello constituía no solamente un estigma social, sino un claro riesgo legal y hasta físico. Su carrera literaria fue abrupta, discordante y personal. Y todas esas cualidades ya se apuntan en El mar. Una novela incómoda, turbia y malsana en contraste a ese vital y colorista entorno geográfico en que se desarrolla. Bonet consigue convencernos de que el verde y el azul que dibuja en sus suntuosos párrafos descriptivos son en realidad grises de color sombra alterados. Todas las tramas parecen confluir. Bonet reconoció la influencia de Mientras agonizo de Faulkner, en esa narración a varias voces y en esa concurrencia de ambiente cargado, ese inexplicable peso de culpabilidad que impregna esas líneas extrañas.
El trasfondo de la Guerra Civil, el caos que en una pequeña comunidad genera la repentina sensación de que todo queda justificado, de que los crímenes pueden quedar impunes. El sanatorio para los chicos tuberculosos, esa montaña mágica isleña, a menos de trescientos metros de altura, otro escenario perturbador donde los jóvenes parecen apartados a la deriva, alejados de entornos sociales y familiares en diversos niveles de desmoronamiento, y no siempre deparadores de mejores futuros que la agonía en una habitación. Ah, y la constante latencia de la relación carnal inconveniente. La represión del contacto, la confusión, y por encima de todo, asfixiante, la presión religiosa, el pecado, el sentimiento de culpa y el arrepentimiento por el deseo, más cuando éste ha sido brutalmente reprimido o suplantado por el impulso criminal, incluso hacia uno mismo.
Bonet, sobre cuya eventual recuperación obró milagros que un icono global como Lou Reed citara una de sus poesías, se revela en El mar como un adelantado a su tiempo. Hasta reconociendo sus influencias, El mar, novela abierta a interpretaciones, hosca, inquietante, aún hoy nos parece, si ello tiene sentido, moderna y destellante. Sin trucos de misterio y a la vez tan subyugante. Sin detalles carnales y a la vez tan desbordante de sensualidad. Sin sesgo ideológico y a la vez tan posicionada.
Repasad las novelas de los últimos veinte o treinta años: baleares, mediterráneas, europeas, globales. Ved si hay muchas que rasguen tan hondo como esta.
No conozco el libro, pero al leer la reseña, he recordado la película "El mar" de Agustí Villaronga, he buscado en internet, y la película está basada en este novela.
ResponderEliminarDesde luego el ambiente que parece reflejar la novela cuadra perfectamente con las obsesiones propias que acompañan al director.
Gracias por la reseña, intentaré buscar la novela.
Un saludo
Pues ahora que lo dices, Ignacio, sí que me suena esa película, seguro que no la vi, por eso. Sería interesante ver la apuesta estética a la hora de plasmar una trama así. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarBuenas compay!
ResponderEliminarDesde luego que el libro es oscuro, turbio y turbador y, en ese sentido, es un libro impactante. Sus principales pegas serían, para mi, la escasa diferenciación entre la voz de Tur y la de Ramallo y el misticismo un tanto pasado de rosca de algunas escenas.
En cualquier caso, libro curioso y más que recomendable.
Pues aunque ando algo escaso de memoria a la hora de retener personajes, lo que sí permanece es esa turbiedad ambiental malsana, cuestión que desde luego nos alumbra ciertos aspectos de la extraña vida de su propio autor.
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