Título original: Le déluge
Traducción: Jaume Pomar
Año de publicación: 1966
Valoración: decepcionante (el libro) e irritante (la edición)
Andaba yo con pereza de leer a Le Clezio, uno de los Premio Nobel más incomprensibles (me parece) de los años recientes. Algunas personas que lo habían leído en el original francés me animaban a hacerlo; por eso, hace algún tiempo me compré El diluvio, y desde entonces estaba ahí, en mi estantería, esperando el momento adecuado.
Bueno, pues podría haberlo dejado en la estantería, porque estoy en la página 35, y estoy considerando seriamente abandonarlo. Es posible que al final me anime a seguir, por lo menos hasta el segundo capítulo, en que parece que cambia la voz y el tono del texto, pero por ahora lo que me apetece es no solo volver a dejarlo en la estantería, sino tirarlo por la ventana sin preocuparme de si le abre la crisma a alguien que pase por debajo.
Hay dos motivos para que esté no solo decepcionado, sino cabreado con este libro. Del primer motivo tiene la culpa Le Clezio, que emplea un lenguaje frío, abstracto, cubista, casi matemático, para describir un "diluvio" de cemento, cristal y metal desde la perspectiva de un personaje solitario y enajenado. No hay duda de que es una apuesta arriesgada y hasta interesante, pero personalmente después de treinta páginas me provoca más bostezos que sorpresas.
Pero hay otro motivo, del que no tiene la culpa Le Clezio y sí la editorial, Seix Barral en este caso: en el texto hay erratas irritantes, de las que te sacan de la lectura y te hacen comprobar que efectivamente estás leyendo un libro de un Premio Nobel publicado por una editorial importante. Algunas son simples erratas inocentes ("mimo" por "mismo", por ejemplo), pero otras son imperdonables. La peor que he encontrado: "la primera y la doceaba ventana" (p. 12). No es solo que "doceava" aparezca escrito con "b" (que ya es grave), sino que además es usado como ordinal, cuando realmente indica una fracción (1/12).
Y no es algo ocasional: en esta otra reseña de la misma obra también anotan estas y otras atrocidades, como "El lenguaje ha vuelto ha empezar su ballet demente" (p. 297), o un uso continuado de "andó" por "anduvo" (solo con ojear un poco ya he encontrado un caso, en la página 187) y "habían" por "había". Por no hablar del uso constante de "devenir" con el sentido de "transformarse en", que sí, existe en español, pero cuando aparece cuatro veces en dos páginas está claro que es una traducción perezosa del francés.
¿Cómo es posible que esto suceda, repito, con una obra de todo un Premio Nobel, publicada por una gran editorial como Seix Barral? En este caso, y viendo que la traducción publicada es de 1969, tengo una teoría: cuando a Le Clezio le concedieron el Premio Nobel en 2008, Seix Barral corrió a reeditar una traducción antigua, sin ni siquiera pasársela a un revisor, para aprovechar el tirón del momento. Desde un punto de vista comercial pudo ser un gran acierto (incautos como yo compramos esta edición, y dimos de ganar a la editorial) pero desde un punto de vista literario y editorial, es un error y un horror.
Lo que me lleva a un tema más general: la importancia de los correctores, esos héroes desconocidos del mundo editorial y literario a los que Pedro ya dedicó una entrada en su momento. Si los traductores se quejan de su invisibilidad (con razón, muchas veces), qué podrán decir los correctores: cuando se los menciona es para criticarlos por haberse dejado pasar erratas, o para atacarlos por haber querido modificar el texto de un escritor (crimen de lesa genialidad). Y sin embargo, cuando no interviene un corrector en la revisión de un texto, pasan cosas como "la doceaba ventana".
Me consta que hay editoriales que cuidan mucho el texto en todos sus pasos (traducción, corrección, maquetación, etc.), pero también hay otras, grandes y pequeñas, que parecen pensar que pueden ahorrarse el dinero de un corrector porque total, el texto ya lo lee el autor, y el editor, y el publicista, y el maquetador. Y no. Un corrector es un profesional de la corrección, y no solo tiene conocimientos ortotipográficos que escapan al resto de los mortales, sino que también tiene el ojo entrenado para encontrar las erratas que un lector "normal" puede no ver. Aun así, puede colarse alguna errata, es algo casi inevitable para quien trabaja con textos, pero será siempre mucho menos probable si en el proceso interviene un profesional.
Ahorrar a costa de la calidad del producto no es ahorrar, es tacañear. Me recuerda a este vídeo de los cómicos brasileños Porta dos Fundos, en este caso sobre el mundo de la televisión, pero que podría aplicarse también al mundo editorial. Si se intenta ahorrar explotando a los traductores, renunciando a los correctores, descuidando el proceso de edición, al final vamos a terminar leyendo una mierda de libros.
Leí la biografía de Américo Vespucio, de Stefan Zweig, editada por "Capitán Swing", y acabé indignada por la proliferación de erratas. El placer de leer a Zweig reside en buena medida en la calidad de su prosa, y además de las erratas la traducción era pésima, siendo esto perceptible para cualquier lector medio. Editar es una responsabilidad. Para publicar así una obra, mejor no publicarla.
ResponderEliminarAplaudo esta entrada. Hay que tener mucho cuidado con reutilizar traducciones antiguas, suelen necesitar una revisión exhaustiva que va más allá de la corrección al uso, y a veces casi sale mejor encargar una traducción nueva.
ResponderEliminarAndaba rondando a este autor ya que vino a la FIL de Lima pero no creo que sea el momento. Muy interesante tu entrada, ahora caigo en la cuenta de que no suelo investigar sobre los traductores o correctores. Saludos
ResponderEliminarLa traducción, la edición de estilo y luego la corrección...todo es tan valioso. Gracias por esta entrada.
ResponderEliminarQué dolor de ojos...y de neurona.
ResponderEliminarEn alguna ocasión me he encontrado con despropósitos semejantes y, desde luego, está más que justificado que abandones la lectura.
¿Y en Seix Barral saben de esta atrocidad. Probablemente pusieran remedio. Sería una labor casi humanitaria de este blog.
ResponderEliminarLas quejas al viento sirven de poco. Hay que devolver los libros y explicarle el motivo al librero para que se lo cuente a la editorial (y no está de más escribirle a la editorial también). En este caso hay dos buenas razones. La primera es una traducción lastimosa y la segunda, que no se ha corregido el libro. La lengua es una de las materias primas de un libro y han vendido un producto con tara, como si vas a comprar un abrigo y la tela tiene un agujero; pueden advertirlo («producto con tara») y ponerlo de saldo, pero venderlo como nuevo y en perfecto estado es un timo.
ResponderEliminarPues gracias por el apoyo, pensaba que iba a recibir palos por reseñar el libro sin acabarlo.
ResponderEliminarYo me imagino que en Seix Barral sabían perfectamente lo que estaban haciendo: escogieron una oportunidad de negocio (poner inmediatamente a la venta un libro del reciente premio Nobel) en vez de mantener la calidad y el cuidado que se le supone a una editorial como esta.
Quizás sí sería buena idea hacérselo saber a la editorial, a lo mejor les envío esta entrada por algún medio. De hecho ya me quejé en twitter por esta edición, etiquetándoles, pero no dijeron nada.
Eso sí, ya no llego a tiempo de devolver el libro porque, como decía en la entrada, lo compré en 2008, no creo que la garantía esté todavía vigente... :P
Excelente reseña Santi, no he leído el libro ni otro de ese autor pero coincido contigo al 100%. Con el ahorro se están pasando por alto trabajos tan importantes como la traducción y sobre todo la corrección. En los numerosos libros que he podido leer hasta ahora y que yo me haya percatado, solo he visto erratas de las "inocentes" las que tú señalas son atroces. Sean de premio Nobel o no, y de editorial importante o no: lo mínimo cuando uno hace libros es poner bien las palabras.
ResponderEliminarSaludos.
Solo sé que no tengo tiempo para leer todo lo que quisiera. Tanto así, que incluso he leído esta reseña por arriba. Pero quería contar, que hace dos años cogi este título de Le Clezio, leí dos páginas, y cogi "Sobre héroes y tumbas" de Sabato. Leí todas las páginas de Sabato, LeClezio no volvió a saludar.
ResponderEliminarSolo sé que no tengo tiempo para leer todo lo que quisiera. Tanto así, que incluso he leído esta reseña por arriba. Pero quería contar, que hace dos años cogi este título de Le Clezio, leí dos páginas, y cogi "Sobre héroes y tumbas" de Sabato. Leí todas las páginas de Sabato, LeClezio no volvió a saludar.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo, yo caí en el error de comprarme el libro de Le Clézio al ser premiado con el Nobel y se me ha atragantado desde el principio, después de varios intentos, abandoné. Creo que voy a donar el libro a una ONG.
ResponderEliminartuve la misma sensación, de un libro aburridos y métrico al inicio de la lectura, e inclusive lo había abandonado, pero posteriormente lo retome y me apasiono. Me parece un excelente escritor.
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