Año de publicación: 1974
Valoración: Muy recomendable
Aunque el argumento ocupe un segundo
plano en la novela, eclipsado por el espectacular despliegue de estilo que
realiza su autor, no vendrá mal adelantar algo para que sirva de guía a los nuevos lectores que vayan a transitar por tanto meandro y vericueto repleto de barroquismo.
En primer lugar, no se van a encontrar con
una trama realista al uso. Se trata de un relato con vocación de fábula que
comienza presentándonos a un normando nómada y enseguida a la joven Manuela, personaje
que –aunque no llega a ser protagonista por tratarse de una obra coral– funciona
como la columna vertebral de esta. El transcurso de su vida sirve de novela-río: desde que el inmigrante la
compra a sus padres (aunque hoy lo consideraríamos un secuestro), sufrirá
vicisitudes varias, nuevas violaciones y luego –hasta el descubrimiento del
tesoro oculto que había desenterrado el vagabundo y que le condujo a la
enfermedad y la locura– la prostitución como medio de supervivencia. Al morir
el hombre, Manuela pone el tesoro en manos del hijo, Perico Chico (Pedro
Lámbert desde el momento en que cambia de estatus) que, en cuanto atisba la
posibilidad de ser rico, olvida su preocupación por el padre, incluso se
desliga de la madre y se convierte en un ser frío y calculador, dedicado a oscuros
negocios a costa de la venta de las joyas y objetos artísticos desenterrados
por el normando. Se inicia además en las ciencias
ocultas para que estas le ayuden a aumentar su patrimonio y, cuando se desengaña
de ellas –influido por su católica esposa y por la idea de que con la
superstición pierde honorabilidad– busca eso mismo en la religión. Existe un
segundo hijo, de otro padre, que vive al margen de la vida familiar y acaba por
desertar de ella. Sin embargo, la familia no para de aumentar, secundariamente
por el nacimiento de nuevos miembros, pero su fuente principal es la
incorporación de personas sin ningún vínculo a las que Manuela adopta como
hijos o Pedro Lambert acoge en su nueva mansión
Al final de la cuarta parte, comienza la
guerra civil española que lo trastoca todo, dando lugar a que el escenario de
la quinta sea radicalmente distinto y a que los personajes aparezcan como
derrotados, hayan perdido fuerza, hacienda e ilusión, como si hubiesen
transcurrido muchos años. Los tres de la guerra no forman parte del relato,
pero se intuye lo ocurrido por comentarios que se hacen sobre la marcha. A
partir de ahí, –excepto Manuela, cuya decadencia había comenzado mucho antes– todos
los personajes, comenzando por Pedro Lambert van cayendo en picado,
aproximándose a su dramático fin.
A pesar de su carácter coral, cuatro
personajes se turnan en llevar las riendas del argumento: el normando, Manuela,
su hijo Pedro Lambert y Pedro a secas, el hijo de este. Algún autor ha apuntado
que las andanzas de Perico Chico son una reelaboración eficaz
de El Lazarillo de Tormes, pues lejos de resignarse con su malograda
existencia, se busca la vida como puede y sigue adelante con el contrabando de
joyas. Lo que el autor nos presenta, a grandes rasgos, es el ascenso de una familia excluida socialmente hasta entonces que se aferra a la riqueza como único horizonte posible. Las preocupaciones
éticas del autor, igual que en Dos días de septiembre, quedan aquí de manifiesto. Pero además, al describir el proceso de colonización de
unas tierras casi en estado virgen y la consecuente defensa de estas ante quienes pretenden domeñarlas, constituye
un canto al mundo natural y su influjo sobre los seres humanos.
Un ejemplo del magistral empleo de la tensión
narrativa lo tenemos en ese cadáver que, intuimos, puede aparecer en cualquier
momento. El autor nos pone alerta ante un bulto o algo que llama la atención en
puntos desperdigados del relato, de ahí que, en cierto modo, el normando sea un
cadáver viviente que mantiene su protagonismo hasta el final.
Aparte del esperpentismo
de algunos párrafos, que me han recordado mucho a Tirano Banderas, me parece evidente su relación con Pedro Páramo (1955), pero sobre todo con
Cien años de Soledad (1967), y no
solo por el territorio mítico que Ágata comparte con las dos últimas. Se sabe que para Caballero
Bonald fue determinante el boom latinoamericano de la época, de hecho, mientras
escribía su primera novela fue profesor en la universidad de Bogotá. Pero,
además, es fácil rastrear la huella del colombiano en la obra del jienense: Cien años de soledad es una novela coral
que introduce sucesivos protagonismos no demasiado relevantes en el conjunto de
la novela, Ágata también, aunque esos
medio protagonistas sean muchos menos que los del colombiano. Ese Juansegundo,
hijo de Juan Cristómo, recuerda mucho a Arcadio Segundo, aunque su papel tenga
mucha menos relevancia. El maizal de los Golondrinos me recordaron a los
golondrinos de las axilas que describía García Márquez. Algunos párrafos parecen
calcados de episodios concretos pasados por el tamiz del jerezano. Manuela, aunque posea personalidad propia, es una clara
recreación de Úrsula. Por último, la progresiva decadencia de la finca, su dramático
aislamiento final constituyen un
paralelismo evidente.
A pesar de
todo, no podemos considerar que Ágata ojo
de gato sea el Cien años de soledad
español, principalmente porque si existiese alguna novela digna de este
calificativo tendría que resultar tan original como aquella lo fue en su época
y, por tanto, no tendría que parecerse a ella en nada.Otras obras de José Manuel Caballero Bonald en ULAD: Dos días de septiembre
Me ha ayudado mucho a terminar de comprender un libro que ya de por sí, me estaba gustando. Gracias.
ResponderEliminarMe alegra saberlo, Ana, porque es lo que pretendía. Habitualmente no incluyo el argumento en las reseñas a no ser que quiera destacar algo de él o exista algún motivo de peso, aquí me pareció necesario dado el hermetismo de la prosa.
ResponderEliminarLa novela exige esfuerzo por parte del lector pero es maravillosa. Saludos y gracias a ti.
Gracias. Me aclaró mucho.
ResponderEliminarEse era el objetivo. Me encanta saber qué lo conseguí, al menos en tu caso, y te agradezco un montón que me lo digas.
ResponderEliminarEse era el objetivo. Me encanta saber qué lo conseguí, al menos en tu caso, y te agradezco un montón que me lo digas.
ResponderEliminarMe ha aclarado por completo, se me hacia muy difícil la lectura porque perdía alguna vez el hilo de los personajes. si bien es verdad que me recordaba mucho a cien años de soledad y esto me consolaba dejándome llevar y sin querer controlar tanto. para nada lo he relacionado con la guerra civil, me faltan 15 paginas para terminarla, pero al decirlo ahora caigo que si.
ResponderEliminarQuiero decir que leo mucho, me dejo llevar por la imaginación, pero no hago crítica, ni soy un estudioso.
Me gustaría aclarases la: relación ocasional de citas. Se refiere a que estas citas le han inspirado, o de alguna manera están camufladas en en el texto?
Muchas gracias
Jos
Hola Jos. Desde luego, la novela es realmente enrevesada, por eso -como ya he dicho- me propuse ante todo dar claves que facilitaran la lectura, lo bueno es que te puedes dejar llevar por su magia y que, cuando se consigue cogerle el truco, es maravillosa. Por lo que veo, es lo que te ha pasado a ti.
ResponderEliminarNo entiendo muy bien lo que preguntas. Si te refieres a las novelas que cito, todas ellas están emparentadas de alguna forma con Ágata ojo de gato. En unos casos la influencia que ejercieron sobre Caballero Bonald está documentada, en otros no puedo saberlo, pero hay muchas coincidencias entre ellas y todas son anteriores a Ágata, como puedes ver ya que he puesto las fechas de publicación al lado de los títulos.
Espero haberte aclarado la duda.
Me has ayudado mucho a comprender una novela que nunca he comprendido su trama. Pasa como con Pedro Paramo que hasta que no llega un comentarista y te hace ver los imposible no lo ves, quizá lo que más si disfruta de Caballero Bonald es su prosa poetica. Enhorabuena.
ResponderEliminarAntes de escribir l@ reseña pensé que el futuro lector que entrase aquí lo haría, más que para confirmar acuerdos y desacuerdos, para aclarar dudas sobre argumento y personajes. Los que habéis
ResponderEliminarcomentado lo confirmais, y seguro que hay más en el mismo caso aunque no lo hayan dicho.
Caballero Bonald tiene otras novelas menos complicadas y que merece la pena conocer.
Saludos
Es un muy buen libro. Modernísimo para la época. Si conoces el entorno ( el de Doñana) es sencillamente perfecta. Le pasa algo parecido a la película La isla mínima, un film extraordinario cuyo valoración se multiplica por 100 conociendo el entorno marismeño, que poco tiene que ver con la idea generalizada que lo reduce al lince, pinos y flamencos. Es un terreno hostil, áspero, tan inhóspito como mágico en el que Bonald da lo mejor de sí mismo. Destaca también, por ejemplo, su poemario Diario de Argónida aunque en éste el rostro de Doñana (Argónida) es más amable.
ResponderEliminarMuy interesante también su Examen de ingenios - totalmente al margen de su querida Argónida - , muchos de ellos desgraciadamente olvidados por el mero e inevitable paso del tiempo, en el que me cautivó tanto su elegante escritura como su exquisitez en algún que otro ajuste de cuentas.
A mí me decepcionó Campo de Agramante, que leí por las alabanzas de la crítica, y me encantó la muy clásica Dos días de septiembre.
ResponderEliminarSobre el adelanto a su época, creo que es al contrario, la literatura se ha ido volviendo más conservadora en la forma. Pero aquella era la época del experimentalismo. En España, además de razones estéticas y el influjo del boom latinoamericano, servía para burlar a la censura.