Año de publicación: 1994
Valoración: está bien
De Historias del Kronen se han impreso miles de ejemplares desde que apareció en 1994. El que tengo en casa, made in un rastro, es de la Biblioteca El Mundo de 2001, y es una pena que en España sea tan habitual que no se consigne el tiraje en el improbable colofón. Pero imagínense, es una novela acompañaperiódicos, una enesimidad de libros uno sobre otro y hasta la Luna que llegan.
No me consta que fuera de España se le haya prestado mucha atención. Y es que no parece que nos interese a los latinoamericanos nada de lo que se escribe en España posterior a la muerte de Lorca o Miguel Hernández. Dejando de lado a Pérez-Reverte y Corín Tellado, quiero decir. Pero en fin, ya hicieron la película y seguramente fue bastante vista.
Dicen que la posmodernidad ha desplazado la lucha de clases por las identitarias, fin de la Historia mediante. Ahora se lucha por un “yo soy”; a veces, incluso, por un “nosotros somos” que no debería pasarse un pelo, es claro. Vivimos el desconcierto. Si nos ponemos identitarios, somos el desconcierto. Estamos en la anomia, los poderosos desregulan todo y nosotros también intentamos tener nuestras desregulaciones de entrecasa. Y es por eso que los personajes de Historias del Kronen viven en una ciudad en la que la impunidad parece la norma, a pesar de que la desregulación de andar por casa sí que es punible por la ley. Pero no parece importar. Da igual las veces que aparquen mal, las agresiones que cometan, los allanamientos de morada, los trapicheos y consumos de drogas, las salvajadas al volante, el incivismo sistemático. La ciudad en la que se mueven los personajes parece tan selvática como el Londres de La naranja mecánica. Y Carlos, el prota, una mezcla del Alex de la novela de Burguess y el de American Psycho, Patrick Bateman.
Carlos es un cabrón encantador ad libitum pero cabrón cabrón. Nos cuenta casi exclusivamente mediante diálogos su verano de comienzosiglero niño bien universitario: beber, drogarse, ir a conciertos, joder a y con cuantos puede.
El bueno de Carlos, con su cadaunada como una montaña a cuestas, es un iberiansaico en toda regla. Y a pesar de que en un momento nos dice que nadie cambia, lo cierto es que sí, que cambian los personajes y el mundo en el que vive, más no sea por todo lo que se derrumba y reconstruye a su alrededor.
Los personajes femeninos, varios de ellos, se ven obligados a cambiar todo el tiempo, porque sin llegar a la plena conciencia o coherencia, sin tenerlas todas consigo, siendo derrotadas muchas veces, están haciéndole frente a la sociedad patriarcal. Los chicos no, están cómodos. Tan cómodos como podían estar los blancos que tenían su asiento asegurado en los autobuses yanquis hasta que llegó Rosa Parks, quiero decir. En la novela queda muy claro, pues, que los derechos se conquistan, no se otorgan. Los personajes masculinos no regalan nada. Antes al contrario, y son los femeninos, con todas las de perder, los que ganan terreno: mucho (pocas veces) o poco (muchas veces).
De todos modos la novela no va de eso ni es “literatura comprometida”. Es una novela realista y es, en tanto tal, que no se acobarda a la hora de mostrar las relaciones de poder entre los personajes. Tampoco escatima en representar contextos.
Frente a este tipo de novelas hay dos o tres posturas posibles. Y es que cada uno lee a su modo y las lecturas se cadaúnan. Los hay que las condenan sin más y apelando a lecturas únicas cuando no audazmente equivocadas, como David Becerra y sus “transparentes enunciaciones de inconscientes ideológicos”. Hay quienes entienden que la novela posmoderna también habla de política, sólo que a su modo, como Elsa Drucaroff. Una tercera postura es la posmo al uso, que escucha a unos y otros, sonríe de costado y musita “imbéciles”. En fin (andá a saber quién tiene razón…).
Firmado: Fernando Daniel Bruno
Se publicó más o menos a la vez que "Matando dinosaurios con tirachinas", de Pedro Maestre, y refleja a la generación absolutamente desubicada y perdida en medio de una sociedad y un sistema no hechos, en absoluto, para ellos.
ResponderEliminarLas generaciones anteriores tuvieron hijos sin preocuparse de que éstos tenga acceso a un empleo y un futuro. En España había (y sigue habiendo) un "parque temático del paro". De hecho España es, fundamentalmente, eso. La tasa de desempleo juvenil es de más del 50%. Se disimula porque muchos estudian carreras y eso retrasa la crudeza del problema, pero cuando acaban no tienen trabajo, han de subemplearse (incluso ocultando méritos en sus currículos para no ser "sobrecualificados"), trabajar por horas "a demanda" con contratos-basura mediante ETTs, o directamente emigrar.
Entonces es fácil refugiarse en drogas, alcohol, lo que sea que haga olvidar la realidad real.
Puede estar bien durante un tiempo seguir en casa de tus padres, pues mamá cocina bien y te plancha la ropa, y además con el dinerillo que sacas de camarero da para ir al cine con la novia. O también compartir piso: una habitación en un apartamento de cuatro.
Pero llega un momento en que cansa. Sobre todo cuando los años pasan y vas por los 30...
Entonces estas novelas, como "Kronen" (en alusión a la cervecería Kronenberg, donde se reunía la pandilla), expresan la alienación juvenil, la falta de perspectivas malcompensada con alcohol, drogas y algo de sexo.
Eran los 90. 26 años después seguimos igual (aún más "parque temático del paro") y, salvo que el consumo de heroína afortunadamente se ha reducido mucho, básicamente todo sigue tan mal y tan jodido para la "generación perdida".
A los que ahora tienen 50 ó 60 tacos habría que preguntarles: ¿para qué coño tuvisteis hijos?
¿O sea que la culpa la tienen los padres? ¡Cada palo que aguante su vela! ¿ O no?
ResponderEliminarLa pregunta es: ¿Por qué tuvistéis hijos si no estabais dispuestos a luchar por una sociedad más justa?
ResponderEliminarLa verdad, yo cuando lo leí ya me pareció un libro insípido y, sobre todo, muy machista, y no me parece que haya envejecido bien... Entiendo (hasta cierto punto) la repercusión que tuvo en cuanto a que trataba temas más o menos incómodos con un lenguaje muy de la calle, pero las bravuconadas de un grupito de niñatos pijos tampoco daban para mucho más.
ResponderEliminarA mi me pareció un libro repugnante, lo siento...
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ResponderEliminarEs un libro que ha envejecido mal, al igual que la película, pero lo que ha provocado este marchitamiento fue precisamente lo que le hizo efervescer en su momento: relata un momento tan concreto y lo hace con tanta exactitud que todo lo que sea verlo desde otra coyuntura sea sencillamente grotesco: un verano de unos niños pijitos con pocos o ningún escrúpulo con la máxima del pasarlo bien a cualquier precio siendo lo único importante la diversión, las drogas, la música, el follar todo lo posible y por mucho que se reviente mañana será otro día.
ResponderEliminarLa historia del libro es machista, homófoba, egoísta e inmadura pero es que así son los personajes que pueblan sus páginas. En su momento, su lectura fue divertida pero más como una crónica de aventuras que como una realidad social, aunque el problema es que no deja de reflejar ciertos comportamientos reales.
Su éxito fue tan grande y tan instantáneo que José Ángel Mañas nunca pudo superarlo. Aunque también es cierto que ninguna de sus obras posteriores estuvieron a esa altura.
Quizás tengas razón en lo q a mensaka y sonko 95 se refiere pero ciudad rallada me gustó incluso mas q kronen. Por lo visto soy aquí el unico al q le gusta algo del autor.
EliminarQuizás tengas razón en lo q a mensaka y sonko 95 se refiere pero ciudad rallada me gustó incluso mas q kronen. Por lo visto soy aquí el unico al q le gusta algo del autor.
EliminarA mí también me gusta y mucho, ya somos dos. Kronen fue un súper éxito porque cientos de miles de veinteañeros nos vimos reflejados en la España del 92. Gracias José Ángel por plasmar con tanta lucidez una época que va discurriendo entre brumas, a los que mo le guste este tipo de historias que se pongan un curso de corrección política que diría Carlos
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